No, no voy a hacer ninguna referencia a Calderón de la Barca. Principalmente porque (y que me perdonen los puristas) me aburre bastante la literatura anterior al siglo XX. La cosa es que yo sueño mucho. No, tampoco me refiero a que me pase el día metida en ensoñaciones absurdas y poco realistas. Me refiero a por las noche. O por los días, que como yo duermo cuando tengo tiempo...
Siempre sueño. Da igual lo que haga, lo cansada que esté o la medicación que esté tomando (dicen que con algunas pastillas dejas de soñar... pues debo ser la excepción que confirma la regla). Pero no sueños aislados e inconexos. No, cada noche me tumbo en la cama y una o varias películas se proyectan en mi subconsciente. Muchas mañanas algunos amigos se encuentran en la bandeja de entrada de su correo la narración de estas historias (y muchos de ellos se descojonan al leerlo, todo hay que decirlo).
En uno me convertía en la nueva vocalista de Olé-Olé (ozú, con lo mal que canto) y tenía una gira de verano de, nada más y nada menos, 109 conciertos. Que ni el Bisbal, oigan. En otro hacía una imitación de Madonna tan lograda que la propia cantante me copiaba el número para su próxima gira (ni que decir tiene que el resultado final era inferior al mío, jojojo). En otro me he convertido en Bimba Bosé (que ni me gusta ni me pone ni nada de nada) y rodaba un vídeo con Miguel Bosé restregándome contra su cebolleta (porque en el sueño yo no era su sobrina ni me unía ninguna relación sanguínea a él). En otro me montaba una película de ciencia ficción, con un protagonista del que nunca se sabía su sexo y luchaba contra una misteriosa enfermedad que diezmaba a la población en un futuro cercano. En otro cogía un jet privado con más amigos para ir a Nueva York y planeábamos entre los rascacielos de Madrid (porque en mi sueño Madrid estaba plagadita de rascacielos). Esta noche ha tocado una de acción: cogía el metro (pero no el de Madrid, uno más parecido al de Los Ángeles) junto con Johnny Depp y Skeet Ulrich, dos hermanos (ya sabéis que yo siempre he dicho que esos dos actores deberían interpretar a dos hermanos algún día) que se peleaban por mí sin que yo supiera por cuál de ellos decidirme. Entre tanto, había un secuestro de pasajeros en el tren y un sangriento tiroteo en el que al final salíamos vencendores (of course y no veáis la excelente puntería que tenía yo).
Es curioso que en mis sueños siempre acabe liándome con hombres y nunca con mujeres. Es decir, no me resulta extraño liarme con tíos pero sí que nunca, nunca, nunca sea con una mujer (salvo contadas excepciones en las que tengo algún difuso objetivo en la vida real y, en esos casos, la tía de marras resulta besar fatal o ser malísima en la cama). ¿Será algún tipo de señal o una cuestión sin importancia? Quién sabe...
Uno de mis sueños recurrentes durante la adolescencia, al igual que el de mucha gente, era el de que volaba. En plan Superman o, para ser más acorde con los tiempos, en plan Nathan Petrelli de Héroes. En alguna parte leí que ese sueño quería decir que querías volar del nido, ser independiente y vivir tu propia vida. Debe ser verdad ya que desde que me independicé no he vuelto a soñar que volaba (bueno, tal vez en alguna ocasión pero nada significativo). Por el contrario, desde hace ya varios años, mi sueño recurrente es conducir un coche. Lo cual resulta llamativo porque en la vida real no tengo el menor interés por sacarme el carnet de conducir ya que no me hace falta viviendo en una gran ciudad con una sistema de transporte público digamos que aceptable. Reconozco que conducir me llama la atención en el sentido de que me gusta eso de ir en coche, por la noche y escuchando buena música. Pero vamos, que en la vida real me conformo con sentarme en el asiento del copiloto. También reconozco que el que una mujer conduzca me da bastante morbo (lo que no quiere decir que toooodas las mujeres que conducen me lo dan... sólo en aquellas que me gustan el conducir les da un punto más en mi particular escala de morbo). Lo que no entiendo es esa obsesión de mi subconsciente de acabar siempre sentándome al volante de un coche y conducir (estupendamente, claro, que para algo soy yo quien sueña). Algunos me han dicho que puede responder a un deseo de conducir mi propia vida pero en este punto no estoy de acuerdo ya que eso es lo que llevo haciendo desde hace mucho, mucho tiempo...
Me entristece admitirlo pero soy muy predecible. Pese a que mi día a día suela ser un caos, como buen animal de costumbres, hago todos los días lo mismo. Y yo que, ingenuamente, pensaba que sólo era fiel a tres cosas: mi tabaco (L&M Lights), mi perfume (Jean Paul Gaultier para mujer) y mi perro (sí, el adorable Chuchín Infernal)… Pero no. Soy tan predecible que hasta me asusto.
Empecé a darme cuenta cuando aún curraba en esa empresa Fundada en… Tres años yendo a desayunar por la calle Arenal consiguen arraigar hábitos en cualquiera. La mayor parte de los días iba a desayunar a un Café&Té en el que al cabo de cierto tiempo no sólo es que me saludaran al entrar sino que en cuanto me veían aparecer ya empezaban a prepararme un café con leche (la leche caliente, gracias) y una napolitana de chocolate. Semanas me costó que dejaran de ponerme la napolitana ya que mi culo amenazaba peligrosamente con desbordarse del taburete. A veces también iba a otros sitios. Pero al cabo de varios días yendo, ya se aprendían mis preferencias. Martes y jueves, café con leche en vaso y tosta de tomate en otra cafetería. Viernes, coca-cola y pincho de tortilla en una tasca escondida (y luego me pregunto por qué engordé tanto durante mi estancia allí). Pero la cosa no queda ahí. Cada vez que voy al estanco que hay detrás de mi casa (siempre acompañada por Chuchín), nada más poner el pie en el establecimiento el dependiente ya está cogiendo mi paquete de tabaco. A lo máximo que llega es a preguntarme si uno o dos. Incluso aunque haya gente delante. Y como llevo el dinero justo en la mano, la transacción apenas dura un par de segundos mientras decimos: “Hola/Buenos días/Gracias/A ti”. Pero peor es lo de mi china. Si después de poner mi compra en el mostrador no pido mi paquetito azul de cigarrillos me pregunta confundida: “¿LM laits no?”. Aunque el paroxismo llegó hace unos días cuando fui a la cámara refrigerada en busca de unas latas de Fanta Verdia (mi último vicio) y la buena y oriental señora, que andaba cerca de mí colocando productos, me miró sonriendo y me dijo, ante mi cara de estupefacción por no encontrar mi antojo: “No hay. Mañana más”.
Y cuando salgo la cosa no es muy distinta. A la tercera vez que me acerco a la barra ya se han aprendido lo que pido. Y no es que sea especialmente raro (Ballantines con coca cola). Lo aceptaría en el caso de bares a los que voy habitualmente pero cuando estás en una rave con un aforo de más de mil personas y a la tercera vez que te acercas a la barra, la camarera que hay detrás ya te está sirviendo la copa sin que hayas llegado a abrir la boca, te quedas con cara de gilipollas.
Cualquier día de estos mi mulita me lanzará un mensaje diciendo: “He detectado nuevos capítulos de tus series favoritas, te los voy bajando, ¿vale?”. Menos mal que los ordenadores todavía están lejos de pasar el test de Touring…
El último ejemplo para demostrar lo predecible (y obsesiva) que soy lo pondré al decir que llevo dos días sin dejar de escuchar Hard Candy, el nuevo disco de Madonna (sí, ya sé que no se pone a la venta hasta el 29 pero, ¿de verdad creéis que yo me compro los discos?). Ya lo dije en noviembre de 2005, cuando la Reina saca nuevo material me paso dos meses sin escuchar otra cosa. La crítica del disco dentro de poco, que se está cociendo a fuego lento.
Dos semanas y media es mucho tiempo sin postear. Incluso para mí, que últimamente parezco el Guadiana apareciendo y desapareciendo. Debe de ser la astenia primaveral. No tengo ganas de nada. Tardo siglos en leer un libro. No escribo nada. Y menos mal que he recuperado mi costumbre de ver series y alguna que otra película. Quizá eso es lo que me salva de ser una ameba total.
Llevo casi siete meses en paro. Pese a todo, esta ha sido la ocasión en la que más he aprovechado mi situación de desempleada. No tengo la insidiosa sensación, tan típica del pasado, de que estoy malgastando el tiempo. Miro hacia atrás, a todo lo hecho desde el 1 de octubre y sé que han sido muchas cosas. Las he hecho con calma y relajada, de acuerdo, pero no me he pasado medio año mano sobre mano y eso ya es mucho para mí.
Sin embargo, ahora que mis clases se han reducido a dos semanales, la apatía me empieza a dominar. Las jornadas de treinta y seis horas se alternan con otras en las que paso veinte horas (o más) durmiendo. No consigo encontrar el equilibrio. Creo que está llegando el momento de volver a trabajar. De hecho, ya empiezan a pulular por ahí currículums míos. A ver si pronto suena la flauta.
Con el gabachín la cosa sigue bien. Después de mes y medio no hay indicios de problemas. Cierto es que viéndonos de refilón cada cuatro días es difícil que surjan. ¿Será éste por fin el compañero de piso ideal? Esperemos que sí. Y que dure mucho tiempo.
Aunque ya sé que no os gusta nada que hable de series no voy a poder evitar hablar de la última que he visto: Weeds. Tres temporadas, treinta y siete capítulos, en poco más de dos días. Suponía que me iba a gustar pero ha superado cualquier expectativa que tuviera. Es absolutamente imprescindible. Y me confirma en mi certeza de que Showtime es el canal norteamericano que mejores series produce. Quienes piensen que Californication es el colmo de la trasgresión, debería echarle un vistazo a esta. No sólo es que tenga muchísimo más sexo que la de David Duchovny sino que es infinitamente más políticamente incorrecta. Y de nuevo se produce el milagro que ya mencionaba al hablar de esta última: ¿seré capaz de dejar de ver a Mary Louise Parker como la insoportable pavisosa a la que querías hostiar veinte veces por minuto en Tomates verdes fritos? Pues sí. Y no sólo eso sino que me tiene completamente enamorada con uno de los papeles femeninos más fuertes e interesantes que he visto últimamente en la ficción audiovisual. ¿Y qué decir de los diálogos? La guerra de Irak, Bush, el fundamentalismo cristiano, la homosexualidad, las drogas (obviamente, dado el planteamiento de la historia), el racismo… No deja títere con cabeza y os puedo asegurar que ha habido escenas con las que no he podido parar de reír. Así que no me extenderé más y os recomiendo encarecidamente que le echéis un vistazo.
Voy a ver si hago algo útil. La astenia primaveral está acabando conmigo…
Y si todavía os quedan ganas, echadle un vistazo a las novedades demi otro yo...
A Madonna se la ha ido la olla del todo. Es definitivo. El single 4 minutes auguraba un buen disco, en la línea del Confessions... (es decir, bailable) pero distinto. Y Justin me cae bien. Aunque cada vez que oigo la canción me acuerde de mi tía y de mi primo (ambos dos nacieron el mismo día y el mismo año que los otros dos) y me descojone imaginándome a mis queridos familiares cantando y bailando la canción de marras. Pero las canciones que he escuchado hasta ahora de Hard Candy me han dejado con cara de ¿ein?
Soy consciente de que me topado con algunos fakes, que no está el disco al completo (serán descartes o temas inéditos guardados en el cajón pero que son de Madonna lo tengo claro porque reconocería su voz aunque estuviera en coma) pero... Pufff... Y sí, vale, es Madonna y haga lo que haga tiene a una inmensa manada de fieles que la seguirán allá donde vaya (y como en esta gira no se digne a pasar por España, me planto en Londrés y le empiezo a dar yoyas hasta volver a juntarle los piños de delante).
A ver el día 28 (ó 29 según qué medios) o antes, espero, consigo escuchar el disco completo y cambio de opinión...
En otro orden de cosas, Gabachín está resultando un compañero de piso ideal. A saber, es silencioso y discreto. Por las mañanas apenas le oigo (si estoy despierta, que si estoy dormida ni me entero). Llega a las ocho de la tarde y se mete en su cuarto a conectarse a Internet. Deja la cocina limpia cada vez que cocina. Baja la basura sin tener que decírselo. El viernes por la mañana se lleva la maleta al trabajo para, al salir, irse a ver a su novia a cierta ciudad castellano-leonesa y no viene hasta el domingo bien tarde. Y, lo más increíble, ¡¡¡ha sido el primero en mucho, mucho, mucho tiempo que me ha pagado el alquiler el mismo día uno sin tener que perseguirle!!! Y que siga así mucho tiempo.
He recordado que ayer se cumplieron tres años y medio de cierto hecho y que mañana se cumplen diez de cierto otro. Y el finde se presenta interesante. ¿Podré celebrarlo como la ocasión lo merece?
Me llaman:Arrierita Vivo en: Madrid, Spain Y digo yo...: Acercándome peligrosamente a los treinta he desistido de encontrar a alguien en sus cabales. Me aburre que me digan lo maja que soy y lo mucho que merezco la pena personas que después salen corriendo como si se hubieran dejado la comida en el fuego. Me aburre la gente que va de legal por la vida pero nunca es consecuente con sus actos. Me aburre salir a la calle y cruzarme con tanta gente a la que no quiero saludar. De lo que no me aburro nunca es de tener a mi lado a tantas personas que me hacen sonreír cada día. A todos los demás... ¡Arrieritos somos... y en el camino nos encontraremos!
