Situémonos: Viernes 26 de enero. Siete de la tarde. Psicóloga y GayArdón están en sus respectivas habitaciones. Arrierita está también en la suya. Trasteando en el ordenador mientras espera. Espera que suene el timbre de un momento a otro. Y justo en ese momento La madre que parió a Arrierita rompe el tenso silencio que reina en el piso con el ding dong indicador de que ya esta ahí. Arrierita corre a abrir la puerta antes de que a sus compañeros les dé por asomar el hocico. Las dos pasan al cuarto de Arrierita que, ahora más que nunca, parece un búnker de tanto trasto como ha tenido que acumular dentro. Acumulación que se ve aumentada por la maleta y la bolsa de viaje de su madre en cuyo fondo trae no menos de seis kilos de naranjas (que para algo viene de tierras levantinas). Durante las primeras horas madre e hija permanecen en la habitación deshaciendo la maleta, viendo las fotografías que Arrierita ha ido haciendo a lo largo de este año (y los que me conocen saben que son muchas). Incluso cenan en la habitación con tal de posponer el momento del –inevitable- enfrentamiento con Las Ratas para el día siguiente. El reloj marca la medianoche cuando la conversación entre susurros que mantienen Arrierita y La madre que la parió se ve interrumpida por el familiar sonido de una lavadora cargando agua. Arrierita sale de la habitación y va hasta la cocina. No hay nadie pero, efectivamente, la lavadora está puesta. La para y regresa a su habitación. Pero una hora después, a la una de la madrugada, las dos escuchan cómo la lavadora está de nuevo en marcha. Presa de los nervios que tanto tiempo la llevan dominando, Arrierita sale como una exhalación y llega a la cocina donde están las dos Ratas. Pasa entre los dos y para la lavadora argumentando en tono cabreado que no son horas (de hecho, en cinco meses, ese ha sido el único ruido que no ha tenido que soportar a esas horas de la madrugada). Las Ratas están a punto de enzarzarse con Arrierita cuando la madre que la parió hace su aparición en escena llamando a la calma. Pero las palabras conciliadoras hacen poca mella en gente de esa calaña. Haciendo gala de su innato cinismo comienzan a relatar falsos hechos del comportamiento de Arrierita. Y a Arrierita le empieza a hervir la sangre. La conversación se acalora. Las Ratas argumentan que si es que ellos son muy limpios y muy ordenados y muy respetuosos. La discusión se va trasladando de la cocina al pasillo y de ahí a los cuartos de los tres implicados. La madre que parió a Arrierita les pone la cara colorada señalándoles obvias guarradas que no casan con ese talante tan higiénico que abanderan, entre ellas el hecho de que Psicóloga tenga todavía la cinta de carrocero en las paredes cinco meses y medio después de haber pintado su habitación de un estridente verde pistacho, aunque es justo ese momento el que ella elige para cerrar su puerta y pasar de un combate dialéctico a todas luces perdido. Hasta las dos y pico de la mañana duró el va y viene de improperios, gritos y faltas de respeto. La madre que parió a Arrierita se vio obligada a pegar el grito más alto y adoptar su mirada de loca para callar (y ¿por qué no decirlo? también acojonar) a Las Ratas. La cosa se saldó con Psicóloga sacando su ropa de la lavadora, poniéndola en un barreño y llevándoselo a su cuarto porque seguro que pensaba que le íbamos a echar lejía o algo así. Curioso que no recordase en ese momento la de veces que sus ropajes se han pasado dos o tres días en la lavadora sin importarle que se pudieran pudrir y en ese momento dijera que era tan urgente lavarla y tenderla para que no se pudriera (¡ja! Que me lo digan a mí, que el año pasado un día antes de irme a Calpe se me jodió la puerta de la lavadora con la ropa dentro y cinco días después estaba intacta…). Al finalizar por fin los gritos y discusiones y con cada hiena en su cueva, Arrierita trataba de calmar los nervios. Se dio una ducha, ahora sí, sin importarle hacer ruido de madrugada. Y, por fin, cerca de las cuatro de la mañana, pudo dormir. Todo apuntaba a que los días que quedaban hasta el 31 iban a ser largos y que la discusión y la disputa estarían garantizadas… |
Me parece que estas cosas ya rayan el best seller policiaco.