Hoy, por fin, tras casi dos meses y medio, he acabado de ver la serie de Friends completa. Si bien cuando iba por la temporada tres o cuatro dije aquí que me había dado cuenta de que no me gustaba y que si la tenía tan arraigada era porque era uno de tantos referentes que vengo arrastrando desde la adolescencia, hoy no es que haya cambiado de opinión pero sí que matizo lo que dije. Lo matizo porque en aquel momento estaba condicionada por la situación que estaba viviendo en mi propio piso, nada que ver con las sonrisas de los seis amigos de Manhattan y cualquier cosa que me hiciera ver la mierda que tenía al final del pasillo de mi propia casa me cabreaba.
Ahora que ya he acabado de verlo y puedo opinar de un modo global... pues mira, no es tan mala como llegué a pensar. Es irreal, qué duda cabe (¡ja! Como si alguna serie, película, libro, etc. no lo fuera...) pero es entretenida, es lógica dentro de su absurdez y las cosas al final han encajado. Me dijo JM hace tiempo que a él el final le pareció el esperado pero que fue decepcionante. Para mí también ha sido un final esperado pero no me ha decepcionado en absoluto. Era lo que tenía que pasar y no podía acabar de otro modo si quería ser coherente con la historia que habían venido contando durante los últimos diez años. Y me ha dado hasta un poco de penita (incluso se me ha escapado una imperceptible lagrimita) en las últimas imágenes, sabiendo que ya no podría darle al botón del siguiente capítulo ni cambiar el disco por el de la siguiente temporada. Que ya no habría más. Y hasta me han dado ganas de volvérmela a ver otra vez desde el principio (que no lo haré, tranquil@s, que tengo aún muchas series y pelis por ver).
En lo que sigo pensando igual es en el daño que la serie ha hecho en el imaginario colectivo. El daño en lo que se refiere a querer tener en la vida real un grupo de amigos tan unido como el de la ficción. Y yo de amistad sé un poco. Y quizá he experimentado más de lo que yo quisiera.
En un libro que tengo acerca de las características de los signos del zodíaco dicen que los Acuario cometemos el error de calificar de amigo a todo el mundo. Y que incluso preferimos la cantidad a la calidad. Y esto es así hasta que al Acuario en cuestión le han pegado tantas puñaladas por la espalda que ya no le queda sitio para más (aunque siempre se puede hacer un hueco, que la espalda será pequeña pero l@s impresentables abundan). Entonces el Acuario empieza a distinguir entre los amigos, los colegas y los conocidos. Y una cuarta categoría de inclasificables en la que meter a todos los que no se ajustan bien a las anteriores.
Un conocido puede pasar a ser colega y luego convertirse en un gran amigo. Un colega puede oscilar entre ser un conocido o dar el paso hasta ser amigo. Un amigo siempre será un colega, un amigo y casi diria que un hermano elegido. Un colega puede convertirse en un conocido. Un conocido puede desaparecer de tu vida. Pero que un amigo deje de serlo es una de las experiencias más dolorosas que he tenido que vivir. Y, por desgracia, ha sido algo tan habitual para mí en el pasado que hoy en día me cuido muy mucho de pronunciar la palabra amigo en vano. Lo que no ha impedido que ahora tenga mi vida repleta de amigos, amigas y colegas y algun@s conocid@s a los que quiero, a cada uno de un modo, pero a los que quiero al fin y al cabo. Incluso a algun@s más de lo que debería porque luego pasa lo que pasa y por hache o por be, a Arrierita resulta muy fácil dejarla atrás.
Y resulta curioso que después de llevar varios días dándole vueltas al tema de la amistad, el día que termino de ver Friends, justo hoy, he tenido una conversación de hora y media acerca de la amistad, los amigos, la confianza, los I must, I should or I would, las expectativas, el cariño y los daños que infligimos y nos infligen.
A veces no me explico como alguien tan filántropa como yo desería convertirse en una ermitaña que viviera apartada de la civilización...
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... será porque la civilización la mayor parte de las veces es un asco