Llevo cuatro meses viviendo realmente sola. Sin compañeros de piso ni nadie que me moleste. Tan sólo me hace compañía (y mucha) Chuchín Infernal. No echo de menos vivir con gente. Me gusta estar sola. Y cuando no quiero estarlo cojo el teléfono y llamo a alguien. Sólo he notado cambios para bien. Estoy más tranquila, más relajada y menos irascible que cuando me cruzaba por el pasillo a los desconocidos que, por temporadas, eran mis compañeros de piso.
Pero hay algo que sí ha cambiado. Y es que ahora me he vuelto mucho más perra y vaga que antes. Limpio con menos frecuencia y el tener dos cuartos vacíos me ha hecho convertirlos en cuartos de los trastos. En cuanto a lo primero, está claro que siendo una sola persona que apenas mancha el piso no puede estar muy sucio. Y, total, nadie va a subir a verlo ni me va a decir nada (tranquil@s, que cuando vienen mis amig@s sí que limpio a conciencia). En cuanto a lo segundo, he convertido una de las habitaciones en el cuarto de la ropa limpia. Esto quiere decir que cuando quito la ropa de la cuerda, como no tengo tiempo o ganas de doblarla y meterla en su sitio, la dejo allí a la espera del momento de hacerlo. Con lo cual nunca llego a hacerlo y cada vez más, al vestirme, acudo allí en busca de las prendas.
La vida de soltera es caótica. Mi nevera tiene eco. Se me acumulan las tareas pendientes. Hago mucho el vago y pierdo mucho el tiempo. Este fin de semana, sin ir más lejos, tras recuperar el sueño perdido por las veintiseis horas sin dormir del viernes, me lo he pasado casi entero en pijama, alternando el sofá y la cama, el televisor y el ordenador, el fijo y el móvil... No he hecho nada. Nada de nada.
Pero qué bien sienta ser dueña de tu propia vida...
|
Ah, pero ¿hablas de ti? xD
En fin, ¿qué te voy a contar que no sepas ya? Hoy apenas he salido de la cama, mi nevera sólo tiene agua y hay pelos de Pepe hasta donde él nunca ha puesto el pie. Pero se está tan bien...
Muá.