Mi estómago ha dado el primer aviso. Y mi doctora ha sido tajante: Nada de café, té, cocacola, redbull, salsas ni picantes. Vamos, básicamente de lo que me suelo alimentar. Así que aquí me véis, intentando -por enésima vez- hacer vida sana, dormir más horas y comer cuando toca. De momento, pese a la comida y la medicación, aún noto el estómago raro. Y un sueño atroz. De esos en los que te duermes por las esquinas. A ver, que yo tomo café no para despertarme sino para poder funcionar mínimamente. Es decir, que a mí un café no me despeja ni me acelera, sólo funciona como mero combustible para mantener la maquina en funcionamiento.
Hoy, cuando he salido a desayunar al sitio de siempre, le he pedido a la camarera un triste colacao y se me ha quedado mirando con cara de alucinada como preguntándose si había oido bien. Pero eso no será nada comparado a mi indecisión cuando me plante en la barra del Escape y tenga que decidir qué tomar. Ballatine's avec coke queda descartado, cocacola en solitario también, el zumo de naranja también puede resultar agresivo para el estómago... Al final me pediré una botella de agua que me costará un riñón, quedaré como una pastillera de pro y, encima, seguiré estando sobria...
Aysss, qué aburrido resulta esto de ser sana...
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Amigo o como si lo fueras: sé por mis carnes lo que significa moderarse en los placeres por orden facultativa, y puedo adelantarte que se tarda en adquirir la habilidad de encontrar satisfacción en tisanas, zumos, aguas y refrescos no agresivos. Cuando alcances tal don serás más sabio, mientras tanto aguántate.
Y paciencia.