Aún no he cumplido los treinta y tengo más achaques que mi abuela. Y lo peor es que no lo llevo nada bien. Ahora mismo no podría enumerar todas esas pequeñas o grandes dolencias que tengo y que me hacen el día a día un poquito más insoportable de lo normal. Pero parece que, aparte de las cervicales, el estómago se ha convertido en mi principal enemigo. Mi estómago, que ya andaba tocado de por sí por mi afición al café, al alcohol y toda clase de salsas y picantes. Mi estómago, del que yo presumía que estaba hecho a prueba de bombas. Mi estómago, ese que ha crecido y decrecido con mis vaivenes de peso. Pues mi estómago amenaza con hacerme la vida imposible a la voz de ya.
En los últimos días me he alimentado basicamente de Actimel, yogures y pastillas masticables de Almax. Esto ha derivado en una debilidad extrema y un dolor de cabeza punzante (aquí entran en juego también mis queridas cervicales, si es que catorce horas delante de un ordenador no puede ser bueno). Así que he ido de nuevo al médico. Una recetita de Omeprazol y un paseo bajo la lluvia torrencial (rayos y truenos incluidos) en busca de una farmacia abierta. Y ahora me estoy preparando unas judías verdes y una mísera tortillita (y no de las que yo quisiera, snif) mientras bebo Aquarius de limón y contemplo el fin de semana como algo todavía muy lejano...
Aysss...
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Deja el Aquarius y apunta:
1 litro de agua
2 limones (exprimidos claro, alguno seguro que espera a que se deshagan)
1 cuchara de azucar
Un poco de sal (la punta de un cuchillo)
y lo mismo de bicarbonato
Por lo menos espero no ponerte peor.
K.