El sábado pasado el taxista que me llevaba a casa y yo veníamos hablando de música. Cuando enfilábamos la avenida principal de mi barrio el tono de la conversación derivo a las sentencias filosóficas... La música es... Bueno, la música, las películas, los libros son más fieles que ninguna otra cosa... Mucho más que cualquier mujer... O que cualquier amigo, me dijo. Sí, corroboré yo, las cosas que te gustan nunca decepcionan. Siempre están ahí pase lo que pase. No sé si la referencia a la fidelidad de las mujeres lo dijo sólo como reflexión propia o para también congraciarse conmigo por suponer que mis gustos eran similares a los suyos (me había recogido en la puerta del Escape). Pero no por ello deja de tener razón.
A veces me gustaría equivocarme con respecto a la gente que conozco. Pero sus actos siempre, inevitablemente, me acaban dando la razón. Hechos son amores y no buenas razones, que dice el refrán. Para conocer a alguien fijate en lo que hace y no en lo que dice. Y yo al final me siento como aquel viejo slogan de Zanussi. El tiempo nos da la razón.
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Sólo puedo decir que... menuda suerte pillar un taxi en la puerta del Escape.
Ya en serio, y al hilo de lo de ayer, la gente siempre miente. La cuestión es cuántas o cuáles de esas mentiras estás dispuesta a perdonar antes de llegar a la decepción total.