Nunca me ha gustado ir de compras. La verdad es que las únicas compras que me gustan realmente son las que hago en la Fnac o similares. Pero estas también se han reducido drásticamente en los últimos tiempos. Discos y películas hace mucho que no compro. Y mi compulsividad a la hora de adquirir libros se ha visto frenada por mi situación económica (pagar un alquiler solita te hace plantearte si prefieres leer un libro antes que comer a diario). En el apartado de compra de ropa y textiles llevo una austera filosofía: sólo compro cuando es absolutamente im-pres-cin-di-ble. En algún momento he podido disfrutar de la compra de trapitos pero esto solía ocurrir cuando no tenía problemas con las tallas (ergo, de eso hace ya mucho tiempo).
Pero la situación ya estaba llegando a límites preocupantes así que, aprovechando que es época de rebajas, he decidido pedir un pequeño crédito instantáneo a mi banco (adoro la era internet: introduces cuatro datos y al momento tienes una bonita cifra en tu cuenta corriente) para tapar agujerillos y renovar mi vestuario. He hecho incluso una lista de los artículos que necesito para así no gastármelo todo y darme cuenta después de que no he comprado lo más importante. Y he empezado hoy con la adquisición de tres pantalones. Mañana seguiré con el calzado. Luego la ropa interior. Y acabaré con camisas/camisetas, jerseys de cara al invierno, alguna chaqueta, algún abrigo y algún que otro complemento. Y si hoy ya he acabado derrengaita (aunque haya habido recompensa a media tarde) no quiero ni pensar cómo voy a estar cuando acabe con todo... Ni como estará mi tarjeta después de tanto sobeteo... :-S
Todo sea por estar un poquito más presentable que últimamente estaba empezando a parecerme al hermano feo de los Calatrava...
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Un consejo.... la ropa interior ahorratela.
Nadie la ve a no ser que seas una niñata que vaya enseñando el tanga y a la hora de la verdad para lo poco que dura puesta no merece esa inversion.