Todos tenemos nuestros mecanismos de defensa. Unos los conocemos y los ponemos en práctica. Otros funcionan de forma subconsciente. Se ponen en marcha sin que nos demos cuenta y a veces, sólo a veces, los acabamos reconociendo si prestamos un poco de atención a nuestro comportamiento.
Ahora mis mecanismos están funcionando a toda máquina. Y me vendrá bien porque esos mecanismos me hacen centrarme en cosas en las que necesito centrarme. También me hacen apartar lo superfluo e inútil.
Pero ningún mecanismo es perfecto. Y siempre hay resquicios por dónde se cuela aquello de lo que pretendemos defendernos.
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