Siempre he dicho que las cosas más nimias que vemos cada día son las que condicionan los sueños que tenemos por las noches. Aunque alguna vez he tenido sueños premonitorios no me los suelo creer. Del mismo modo que soy poco freudiana y no creo que siempre tengan que ser manifestaciones del subconsciente. Ayer, mientras me peleaba con la elíptica en el gym, miraba sin mucho interés las cuatro pantallas de plasma que nos tienen colocadas justo enfrente de la zona de cardio para que matemos el tiempo entre gota y gota de sudor. En una de ellas aparecían imágenes sobre esa noticia que cada cierto tiempo sale a la luz y que culpa a un meteorito de la destrucción de la raza humana en breve. Y, por supuesto, aderezaban la noticia con imágenes de todas las películas que han contado ese apocalíptico futuro que nos espera. Y, claro, esta noche he soñado que el meteorito se estaba acercando a la tierra y el desastre era inminente. En mi sueño faltaban pocos días para la colisión y los gobiernos habían creado un plan de evacuación limitada. Por sorteo se elegían a las personas que podrían montar en varias naves que les llevarían a unas colonias que había en Marte para el día en que llegase el momento de abandonar la Tierra. A mí, por supuesto, con la suerte que tengo en los juegos de azar (porque los 30 euros de la lotería de Navidad y los 10 de la del Niño no se pueden considerar mucha suerte) no me tocaba. En cambio le tocaba a todas y cada una de las personas que me importan. Pero el premio era doble. Cada agraciado con el pasaje al planeta rojo podía ir acompañado por otra persona. Obviamente, todos elegían a alguien que les importase mucho, tanto como para no poder ser capaces de dejarlos atrás y comenzar una nueva vida fuera de la Tierra. Todos escogían a sus parejas o a sus hijos o a sus padres. Los solteros escogían a su mejor amigo o amiga o incluso a su mascota. Y tras muchas lacrimógenas despedidas yo me quedaba plantada en la pista de aterrizaje, con aire resignado, viendo partir y alejarse a las naves salvadoras mientras un puntito luminoso iba haciéndose cada vez más grande… |
q mal rollo, q angustia....