Mi relación con la cama es a menudo como una obsesión. Porque aunque yo soy poco amiga de siestas y, en general, de tumbarme en la cama cuando estoy despierta, una vez me he puesto el pijama y sé que al día siguiente no tendré que madrugar, la agarro fuertemente y nada ni nadie me podrá separar de ella hasta que no haya pasado mucho, mucho tiempo.
Como dije ayer, los viernes no suelo salir. Es más, los viernes suele ser el día que más pronto me voy a la cama. Será que eso de dormir cinco horas diarias no es bueno y la última noche de la semana laborable estoy tan para el arrastre que no aguanto más. Y duermo y duermo y duermo. Y aunque trato de levantarme a una hora decente, al final me paso la mañana retrasando el despertador una hora más cada vez que suena. Y así se me pasa la mayor parte del sábado, entre sábanas revueltas y paradas al móvil (que es mi despertador), que alguna vez me he vuelto a quedar dormida con él en la mano a modo de osito de peluche...
Hoy me han despertado a golpe de conversación. Menos mal que ha sido una llamada larga y me ha dado pie a ir recobrando la consciencia poco a poco y, a los pocos minutos, agarrar el paquete de tabaco para encenderme un cigarro (momento en que mi ser despierta definitivamente). La persona que estaba al otro lado se reía por mi marmotismo y me decía que ella sólo hacía esas cosas cuando tenía pareja. A lo que le he respondido que cuando yo tengo pareja sólo salgo de la cama para abrirle la puerta al repartidor de comida a domicilio...
Cuando ya he asumido que el día había empezado (y eran ya como las cuatro y pico de la tarde) me he plantado en la cocina para prepararme un café y pensar en las muchas cosas que tenía que hacer (cosas marujiles, para qué engañarnos, todas esas cosas que entre semana dejo para el fin de semana y que el fin de semana dejo para otro momento). Al final me he sentado frente al ordenador mientras tomaba el café... de lo cual se puede deducir que no he hecho absolutamente nada productivo en toda la tarde.
En principio hoy tenía planes. Planes de salir por Chueca, recalar en el Antro Verde y, en definitiva, hacer todas esas cosas que últimamente sólo hago de tarde en tarde. Pero al final los planes se han ido cancelando y he decidido quedarme en casa. Además, mi maltrecha economía seguro que me lo agradecerá. De haber salido me habría gastado no menos de sesenta eurazos (que ya me conozco) y quedándome en mi dulce hogar sólo me he gastado doce entre tabaco y víveres para pasar la noche en compañía de Chuchín y una o dos pelis de esas que me bajo por docenas con el eMule...
Llevo una vida demasiado tranquila últimamente. Y tengo el pálpito de que eso es algo que se acerca a su fin...
|