Cuando te caes por las escaleras y aterrizas en el portal cuán larga eres intuyes que ese no va a ser un buen día. Sin embargo hay veces en las que hay que darse una buena hostia y morder el polvo para abrir los ojos. Era tanta mi sorpresa al ver el mundo a ras de suelo que apenas he sentido el dolor. Era raro. Me ha costado mucho reaccionar. Casi no podía creer que me hubiera caído de esa forma tan tonta. Por un momento me he sentido como si aún fuera una niña que tropieza y se cae y se llena las rodillas de heridas por hacer el ganso. Afortunadamente, nadie ha sido testigo de mi torpeza así que he dejado a la niña atrás, me he puesto en pie, me he recompuesto y he encaminado mis pasos hacia la boca del metro como cada mañana.
La caída no era más que el pistoletazo de salida de un día particularmente gris e introspectivo. En las últimas semanas hay un ambiente enrarecido en mi oficina, un mal rollo palpable que se ceba sobre todo en Amargada pero, lo sé, también en mí en cuanto les doy la espalda. Y no es victimismo en absoluto. Sé cuando soy objeto de críticas y por lo general ese hecho no me suele preocupar. Pero hoy me ha contrariado. Y me he ido con muy mal sabor de boca. Tanto que por primera vez en dos años he comenzado a plantearme muy seriamente buscar otro trabajo.
En lugar de irme a casa me he ido a la biblioteca a coger unos libros (recordemos mi precaria situación económica que me impide tomar la Fnac por asalto desde hace un par de meses). Creo que hacía más de año y medio que no la pisaba. A la que voy yo está en Chamberí, en una callejuela por detrás de Eloy Gonzalo. Y nada más salir por la boca de metro he sentido una garra retorciéndome el estómago y otras dos pinzando mis hombros…
Madrid para mí es como un gran escenario. Sus calles son el decorado de una película muy particular que llevo viendo veintiocho años. Cada calle, cada esquina, cada banco me trae recuerdos a la cabeza. No puedo evitarlo. Mi mente es visual, asociativa y connotativa. Y cada paso que daba a través de Eloy Gonzalo, cada mirada esquiva a un edificio, un comercio, un bar (incluso los nuevos me obligan a hacer memoria y recordar qué había antes en el mismo sitio) era un puñetazo en la mandíbula. Me han entrado ganas de llorar. Tampoco hubiera sido la primera vez que esa calle me viese llorar. Llorar por todo un poco y por nada en concreto. Por los momentos perdidos. Por un presente que empieza a ser yermo aunque no lo parezca. Por mí y por muchos. Por nada en realidad. Porque el pasado ya ha quedado atrás. Porque pese a lo que algunas personas creen soy optimista y vital y muy consciente tanto de lo que he aprendido en los últimos años como de lo que me queda por aprender. Porque soy flexible y sé adaptarme a los cambios. Porque trato de madurar y evolucionar. Aunque eche vistazos atrás con nostalgia desmedida. Eso es lo que me da fuerzas para continuar. Porque si he sobrevivido hasta ahora puedo seguir haciéndolo. Porque sé que hace falta morder el polvo una y mil veces para volver a levantarse y encarar la vida de pie y a rostro descubierto. Sin miedo.
Y ya en casa me he puesto a escuchar un viejo disco de The Lemonheads. Porque ahora me vuelvo a sentir como si tuviera quince años… It’s about time
Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 22:08:00
A mi tb me invade la tristeza muchas veces, de repente veo mi presente yermo, pero hay que buscar alicientes, pequeñas cosas que nos den fuerzas para seguir.
Esto... Estás bien? Tengo que aprenderme las calles de Madrid... Por cierto, adoptas a toda clase de animalillos? (yo tb me he enamorao de Pepe, pero Chuchín sólo hay uno...) Escribe... Besillos!!
¿Y cómo te vas a una biblioteca tan lejos?. De lo que he leído en tu blog deduzco que vives por la Elipa, así que la biblioteca de la CAM en la C/ Martínez Izquierdo no te coge mal del todo.
Ays Chamberí, barrio de infausto recuerdo. Tardaré mucho en volver a poner los pies en la calle Ponzano...
Me llaman:Arrierita Vivo en: Madrid, Spain Y digo yo...: Acercándome peligrosamente a los treinta he desistido de encontrar a alguien en sus cabales. Me aburre que me digan lo maja que soy y lo mucho que merezco la pena personas que después salen corriendo como si se hubieran dejado la comida en el fuego. Me aburre la gente que va de legal por la vida pero nunca es consecuente con sus actos. Me aburre salir a la calle y cruzarme con tanta gente a la que no quiero saludar. De lo que no me aburro nunca es de tener a mi lado a tantas personas que me hacen sonreír cada día. A todos los demás... ¡Arrieritos somos... y en el camino nos encontraremos!
me gusta mucho como escribes
me gusta mucho leerte