Tras 84 capítulos de Sexo en Nueva York (tan sólo me faltan 10 y dos extras) no puedo negar que en los últimos días sufro de lo que yo denominaría Síndrome de Carrie Bradshaw. Este síndrome me está llevando a analizar mi currículum sentimental de principio a fin. Y, lo que es peor, a escribir sobre ello. Pero aún hay algo más terrible. Y es que, por si no tuviera poco, me he dedicado durante los dos últimos días a releer viejas cartas a y de mis ex.
Cuando lees un documento de word de 24 páginas (¡Veinticuatro!) dirigido a tu ex en el que le explicas la relación como si ella no hubiera estado allí (en serio que en aquél momento lo pensaba) no sólo no puedes evitar carcajearte y poner cara de sorpresa ante cosas que habías olvidado por completo y que, aunque dolorosas en su momento, ahora te hacen troncharte sino que te llegas a plantear si no te saldría más rentable enviarlo a un certamen de relatos cortos. Cuento de género epistolar acerca del desamor. Nivel de autoestima: bajo cero. Nivel de rebajamiento: Incalculablemente alto. Utilidad del experimento: Nula.
Qué poco nos creemos, en plena ruptura, aquello de no te merecía o lo de un día te reirás de ello. ¿Cómo coño te vas a reír de algo que te está rompiendo por dentro? Pues sí, te ríes. Te carcajeas incluso. Pasan los años, da igual cuántos, y un buen día investigando entre los documentos del disco duro te topas con una carpeta que se llama EX (una que es así de original) y dentro otras tantas carpetas con los nombres de las susodichas y la fecha de ruptura (una que es así de ordenada) y lees lo que escribiste (porque ellas suelen escribir más bien poco) y te ríes de tu ironía y mala leche, de tu forma de decirles lo que pensabas sin ser insultante pero sí hiriente. Te ríes de ello y sí, descubres que ninguna te merecía. Y ya no sólo ex novias sino también ex amigas. Porque aparte de luchar por mis parejas, también he luchado por mis amigas. Y, desde luego, para lo que lo valoraron más me valdría haberme quedado mano sobre mano en lugar de perder mi tiempo con mails y llamadas telefónicas que nunca fueron contestadas. Pero sé que nunca aprenderé y que seguiré luchando por aquello en lo que creo hasta que no me quede más remedio que aceptar mi derrota.
Casualmente este fin de semana me ha traído a la memoria el mismo fin de semana de hace seis años. Y digo el mismo porque era exactamente el mismo: viernes 30, sábado 31 y domingo 1. El viernes 30 me dejaron en una mesa del Café Comercial y, tras llamar a JM y Rys, me emborraché con ellos, que tampoco andaban muy bien, para calmar el dolor. El resto de la noche del viernes y el sábado 31 no los recuerdo (de hecho si he recordado algo más ha sido por lo que he leído ahora) y el domingo 1 amanecí llorando sola en mi cama y felicitando a mi madre por su cumpleaños con los ojos anegados en lágrimas. Las dos horas siguientes las pasamos analizando las causas de la ruptura como si hubiéramos salido de un mal telefilm de sobremesa o de una novelita de Marian Keyes.
Y ahora, tras tragarme casi por entero una serie “hetero” (y quiero darle todo el énfasis posible a las comillas), no hago más que pensar que qué importará ser hombre, mujer, gay, lesbiana o hetero si todo siempre se reduce a lo mismo y al fin y al cabo todas las relaciones no dejan de ser iguales: dos mundos contrapuestos tratando de entender las razones y motivos del otro. Durante 84 capítulos (y no creo que la cosa cambie en los diez restantes) he visto reflejadas situaciones que o bien me han ocurrido a mí o bien a gente que conozco. Las mismas situaciones, las mismas reacciones, las mismas conclusiones. A veces he llegado a pensar que la única diferencia estaría entre hombres y mujeres que, independientemente de su orientación sexual, se comportan de acuerdo con su género. Pero tampoco. Todos somos personas y todos sentimos la misma desorientación.
Lo curioso de las relaciones es que en rara ocasión aprendes algo de ellas. Crees que lo haces pero ese aprendizaje en realidad no es más que miedo y en lugar de enseñarte algo siempre termina por lastrarte. No aprendes a ver el peligro, no aprendes a ver que una persona no es buena para ti y acabará destrozándote. Y en el fondo tampoco llegas a conocer a la persona con la que estás. En todo caso, al finalizar la relación, si hay alguien a quien hayas podido conocer un poco más es a ti misma. Aunque esto tampoco le pasa a todo el mundo porque hay gente que le da más pavor mirar hacia dentro que el que le produce perder a alguien o a quedarse sola.
Y yo a la única conclusión a la que puedo llegar es que igual que la vida es una batalla perdida de antemano, las relaciones lo son también. Pero no sólo las de pareja. Cualquier relación. Las de amistad, las de la familia o, incluso, con la gente del trabajo. Todas son relaciones con distintos significados dentro de nuestra vida. Y todas son importantes. Y deberían serlo más por lo que tenemos en el presente que por las promesas de futuro o la nostalgia que nos traiga el pasado a la memoria.
Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 21:46:00
Tienes mucha razón en todo lo que dices, pero con la ventaja de que lo has aprendido muy joven. Yo me he enterado de todo esto siendo ya mucho mayor que tú y con la sensación de haber perdido todo el tiempo de mi vida por algo que no merecía la pena. Djuna
al fin y al cabo todo son relaciones... y,en principio (dejemos a un lado a psicópatas y/o semejantes), tod@s (independientemente de nuestra manera de querer e incluso de nuestra cultura)TOD@S tenemos sentimientos/emociones... tod@s nos queremos morir cuando hay una ruptura, tod@s lo pasamos mal si no nos sentimos correspondidos y tod@s, en mayor o menor grado, damos vueltas sobre cómo/con quién/de qué mejor forma/... vivir nuestra vida. MUA! pd. me has dejado anonadada con tanta organización, hay que ver! pd2. pues va a ser que ninguna ganó la apuestaaaaaaa...juasjuasjuas :) ya inventaremos otra a ver si cae un "axel" :)
La verdad es que no hay nada nuevo bajo el sol... hasta que nos sucede a nosotros. Qué diferente es ver la vida desde la barrera. Y es que nunca se aprende en cabeza ajena, así que estamos condenados a repetir historias que llevan sucediendo desde el principio de los tiempos. Nadie conoce a nadie, ese es el lema de mi vida.
Completamente de acuerdo con todo. Me ha gustado mucho este post, es tan real... Nos enamoramos de personas, no de sexos, y por suerte o por desgracia todos sentimos de la misma manera, anhelamos lo mismo, buscamos lo mismo, sentimos igual, y aunque nos creamos especiales y pensemos que tenemos algo único, me temo que no, que tanto la felicidad como el sufrimiento de después es prácticamente igual para el común de los mortales. Te iba a decir que en lo que no estaba de acuerdo es en eso de que no aprendemos, pero tienes razón, a veces aprenemos cosas de nosotras mismas, pero jamás llegamos a conocer a la otra persona, y jamás seremos capaces de controlar aquello que sentimos y así conseguir que no puedan hacernos daño porque ya lo hemos pasado. Uff eso da miedo ¡deberían rompernos el corazón una vez en la vida, como mucho! Da miedo tener la posibilidad de pasar de nevo por eso.
Ja, ja... pero hay que tener claro eso de que el tiempo lo cura todo, y que tarde o temprano acabarás riéndote a carcajadas y sintiéndote absurda por algo que en su momento te hizo mucho daño ¿no podría ser en menos tiempo? Aysss..
Yo necesito un ánimo excepcionalmente crecido para atreverme a releer las cartas de mis ex... Pero, a pesar de todo, yo creo que siempre se aprende algo. Menuda semanita dura de recuerdos... Besos, ironic!
hummm es verdad eso de que nunca llegas a conocer bien a nadie ni a tu novia o tu amigo a nadie. AUnq tal y como lo planteas bien es cierto que si no arriesgas, que si no te tiras ala piscina por esa persona que te vuelve loca kiza nunca sepas quien es realmente tu media naranja, kiza la naranja este podrida por dentro...
¿Veinticuatro? ¡Veinticuatro! Eso podría asemejarse a largas conversaciones de cinco horas hasta las tantas de la madrugada tratando de explicarle a una persona conceptos tan básicos como el respeto, la empatía, la comprensión... ¿Podría verdad? Lástima no haber grabado aquellas conversaciones, al menos me servirían para, como bien dices, reírme.
Tienes razón, las relaciones están destinadas a un fracaso. Son importantes en su momento, son realmente relevantes. Pero nunca puedes estar seguro de que eso será así por mucho tiempo.
En definitiva, my darling, ya sabes cuál es mi filosofía, todos somos iguales, a todos nos pasan las mismas cosas y todos manejamos los mismos sentimientos. Lo que cambia es la manera de interiorizar todo eso, de afrontarlo. Y sí, tienes razón, lo único que te dejan las malas experiencias es miedo, un pavor que se mueve de arriba a abajo, poniéndote el corazón en el cielo de la boca cada vez que se enciende la señal de alarma.
A seguir viviendo y aprendiendo. ¿Queda otro remedio?
Te adoro. Este post me ha encantado. Un besazo bien gordo
Me ha encantado el post y cómo lo hs reflejado. Aunque no estoy de acuerdo en que nunca se aprende de una relación, creo que cada relación es una lección...
¿Entonces para qué amar si de antemano nos enfrentamos a una guerra perdida? Es ahí donde el ser humano deja de ser humano para reinventarse y sacar toda la fuerza del mundo para intentar ganar alguna batalla? Besitos, y ánimo..
Un post que refleja bien la realidad me ha gustado leer, lo bueno de todo esto es que al = que lo que puedas llegar a vivir el leer este tipo de cosas tambie´n te hace pensar.
Mucha autocompasión detecto en tus palabras. Eso y algunos errores gramaticales. Por lo que cuentas y lo que leo, debes mejorar en todos los aspectos. Mira, ahí tienes un aliciente para esa vida tan horrible que retratas: la autosuperación personal. Siento ser dura, pero me repatean los lamentos no-razonables y que una supuesta escritora vuelque sus miserias en los confiados lectores. Un saludo afectuoso, aunque no lo parezca.
Me llaman:Arrierita Vivo en: Madrid, Spain Y digo yo...: Acercándome peligrosamente a los treinta he desistido de encontrar a alguien en sus cabales. Me aburre que me digan lo maja que soy y lo mucho que merezco la pena personas que después salen corriendo como si se hubieran dejado la comida en el fuego. Me aburre la gente que va de legal por la vida pero nunca es consecuente con sus actos. Me aburre salir a la calle y cruzarme con tanta gente a la que no quiero saludar. De lo que no me aburro nunca es de tener a mi lado a tantas personas que me hacen sonreír cada día. A todos los demás... ¡Arrieritos somos... y en el camino nos encontraremos!
Tienes mucha razón en todo lo que dices, pero con la ventaja de que lo has aprendido muy joven. Yo me he enterado de todo esto siendo ya mucho mayor que tú y con la sensación de haber perdido todo el tiempo de mi vida por algo que no merecía la pena. Djuna