Pese a todas sus reservas, una noche Isabelita dejó que Nuria la besara. En el momento en que la vio acercarse supo que no había vuelta atrás. Pasara lo que pasara tenía que tirarse a la piscina. Porque sabía que aquello no era un capricho aislado provocado por el engaño de la noche y de las copas. Y de ese modo Isabelita comenzó una nueva relación en su vida. Sin habérselo esperado, sin habérselo propuesto. Surgió así. A pesar de su miedo. La noticia fue acogida con estupor y risas por parte de la pandilla. Estupor en el caso de Angie, risas en el del resto de las chicas. Pero Isabelita estaba llena de incertidumbre, de dudas… de miedos, sobre todo de miedos. Aún sentía algo por Angie y había visto que ante la noticia de la nueva relación, ésta no sólo seguía haciendo de las suyas sino que había intensificado sus numeritos. Y eso la desconcertaba. Pronto pudo dejar todo eso a un lado. Nuria se convirtió en la novia perfecta. Era atenta, cariñosa, detallista, siempre pendiente de ella. Se veían casi a diario. Salían mucho con la pandilla o bien se quedaban en casa haciendo el amor con una pasión desmedida. Isabelita comenzó a olvidarse de Angie y de sus juegos aunque estos persistían. Estaba rozando la felicidad de tal modo que casi podía cogerla con ambas manos. Nunca había sentido algo parecido con ninguna de sus otras parejas. Fue como un huracán que arrasó con todo. Isabelita creyó que había llegado su momento. Por fin había llegado aquello que había esperado durante tanto tiempo. Todo lo por lo que había pasado antes, la traición, las lágrimas, el dolor, todo eso había valido la pena si se trataba del camino necesario para llegar hasta Nuria. Los primeros meses fueron como meterse de lleno en una comedia romántica en la que todo sale bien. Isabelita no podía creerlo. Se enamoró de Nuria de un modo ciego e irracional. Y Nuria era tan buena y la trataba tan bien. Y quería tanto a Isabelita… Todo era un sueño. Un sueño del que Isabelita no quería despertar nunca. Pero (siempre hay un pero en estas historias) el sueño no podía durar para siempre. Un día, de repente, sin aviso previo, sin algo que a Isabelita le hiciera sospechar, Nuria cambió. Pasó de ser la perfecta novia a la perfecta desconocida. Apenas hablaba, se comportaba de un modo extraño y huidizo, dejó de besar a Isabelita. Dejó hasta de hacer el amor con ella. Isabelita no sabía a qué podía deberse esa metamorfosis. Le preguntó a Nuria en innumerables ocasiones qué le pasaba. La invariable respuesta de Nuria era un no me pasa nada que a Isabelita comenzó a herirla en lo más hondo. Porque era obvio que le pasaba algo. Comenzó a culparse a sí misma de la actitud de su pareja. Tenía que ser culpa suya. Algo debía haber hecho para que Nuria la castigase de ese modo. El sueño entonces se empezó a convertir en pesadilla. Por aquel entonces surgió la propuesta de que toda la pandilla se reuniera en una casa rural lejos de la ciudad con motivo de la celebración del cumpleaños de una de las chicas. El viaje se perfilaba como cuatro días de asueto en el campo para comer, beber y pasarlo bien en compañía de ese grupo con el que parecía existir tanta unión. Isabelita y Nuria aceptaron como todas. Y emprendieron el camino hasta la casa. Durante el viaje pareció resurgir algo de la complicidad perdida entre ellas. Pero nada más llegar allí se hizo patente la irreparable brecha que se había abierto entre ambas. A partir del segundo día, Nuria dejó de hablar a Isabelita. Sin motivos, sin razones, sin haber discutido. Así, sin más. Y de las tres noches que pasaron allí, sólo la primera durmieron juntas en la misma cama. Todos los que con ellos fueron se dieron cuenta de lo que pasaba. Había más parejas aparte de la de ellas dos y ninguna entendía el súbito cambio de actitud de Nuria. Con aquellas con las que Isabelita tenía más confianza intentó desahogarse, contarle sus temores y miedos y su estupefacción ante el comportamiento de su novia. Todas, sin excepción, le dijeron que era incomprensible. A la vuelta la ruptura era algo tan obvio que casi no hacía falta decirlo en voz alta. Pero lo peor es que Nuria se negaba en banda a hablar. Ya lo daba por perdido pero no daba ningún motivo para justificar su decisión. Cuando hicieron un alto en el camino para tomar algo y despedirse, algunas personas abrazaron a Isabelita y le dijeron que ya la llamarían para ver como estaba. Cuando Isabelita y Nuria volvieron a la ciudad todo había terminado entre ellas. Nuria nunca le dio una explicación a Isabelita. Y ninguno de sus amigos y amigas la llamaron jamás para ver cómo estaba. Continuará...
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plá plá plá (son aplausos aclaro)
me encantó, un sobresaliente arrierita, una preguntita vos te dedicás a escribir?
y otra ese fue el final o se viene una 4° entrega??