Un párrafo. Doce líneas. Eso es lo que he avanzado en los últimos tres meses. Lo que se supone que es el germen, la semilla de mi próxima novela, la que cierre de una vez esa trilogía en la que me embarqué casi sin darme cuenta y que ahora no tengo muy claro cómo terminar. No tengo título (y yo soy de las que necesita un título para centrarme y saber hacia dónde voy), no sé qué hacer con las protagonistas (no quiero un mal final pero tampoco uno de cuento de hadas), no sé qué hacer con las tramas secundarias... Todo es un lío. Y vale, sé que luego me encerraré un mes antes de la fecha de entrega y lo escribiré a trancas y barrancas pero no sé si será lo mejor. Por una vez me gustaría acabarlo con tiempo, como antes, como he hecho siempre. Tiempo para darle vueltas, para reposar las frases y las historias. Para que incluso alguien lo pueda leer y darme su opinión en exclusiva.
Sé que podría basarme en todas las historias que he visto durante el último año (ya me lo han sugerido) y supongo que retazos de ellas se me escaparan por entre las páginas de la nueva novela (es inevitable). Sin embargo, como es el punto final de una trilogía hace que cada vez tenga las manos y los pies más atados. Y, de todas formas, para las que me han sugerido que coja esas cosas de la realidad más reciente, tranquilas, ya habrá tiempo... je je je
Hasta ayer estaba tranquila. Pese a saber que sobre determinada fecha tendría que tener la novela terminada, todavía no tenía la certeza pendiendo otra vez sobre mi cabeza como la espada de Damocles. Y ahora me vuelve a pasar como hace un año. Pienso: Bah, aún tengo cuatro meses y medio en lugar de Sólo tengo cuatro meses y medio. Y al final me pillará el toro. Como si lo viera. Y mientras tanto, esto es lo único que tengo:
Ruth despierta. Abre los ojos. Trata de adaptarlos a la penumbra de la habitación en la que se encuentra. Durante un segundo su mente no registra ningún pensamiento. Tan solo es un despertar más. Una resaca más. Una sensación de desconcierto ya conocida. Al instante siguiente una oleada de imágenes inunda su cabeza como una incesante moviola. Cierra los ojos. (…) Vuelve a abrir los ojos. Se pregunta cuáles de esas instantáneas que reproduce su recuerdo pertenecen a la realidad y cuáles a su imaginación. Al escaso tiempo de sueño que ha tenido. Sacude la cabeza como si así pudiera conseguir expulsarlas de su pensamiento. Se incorpora. Al hacerlo oye un gemido. Se gira para descubrir en la otra punta de la cama, una cama que ahora parece mucho más grande de lo que recordaba, un bulto que se revuelve agitadamente entre sueños. Como si fuera un ladrón que quiere escapar del lugar del crimen, Ruth se levanta, va recogiendo su ropa desperdigada por el suelo y comienza a vestirse. Sale de la habitación y, sin hacer ruido, cierra la puerta tras de sí. |
recuerda quien te obligaba a hacer tu trabajo....
:-) kss escritora