Isabelita creyó morir. Nuria la había dejado sin una explicación, de repente, sin motivos. Y lo peor no era sólo eso sino que todos aquellos a los que había considerado sus amigos le habían dado la espalda. También sin motivos. Y sabía fehacientemente que a Nuria sí la estaban consolando. La premisa de que siempre produce más pena la persona que es dejada que la persona que deja no se cumplió en absoluto en su caso. Al mismo tiempo que todo esto ocurría Isabelita se quedó sin trabajo, se le acababa el dinero, su familia también le dio la espalda. Todo se le torcía. Perdía ilusión, perdía motivaciones a cada día que pasaba. El futuro se perfilaba como un nubarrón negro en el horizonte. Y no tenía pinta de despejar. Sí, esos tres o cuatro amigos de siempre seguían a su lado. Pero también era cierto que tenían sus propias vidas y no podían estar todo el tiempo con ella. Isabelita se sentía sola, abandonada, traicionada por casi todos aquellos que le habían importado: su novia, sus amigos, su familia… Isabelita no sólo creyó morir. Algo en su interior murió. Notaba que se estaba arrastrando por la vida como una cáscara vacía. Nada le importaba ya. Si seguía era por pura inercia. Dejó de creer en el amor. Dejó de creer incluso en la amistad. Nada tenía sentido ya. Las personas eran crueles por naturaleza y ella no había conseguido aprender a serlo también. Y no creía que pudiera. Seguiría viviendo pero no esperaría nada de nadie. Por supuesto, renunció al amor. Y salvo a sus tres o cuatro amigos también renunció a la amistad. No creía que pudiera volver a confiar en alguien que no estuviera ya en su vida. Dejó que fuera pasando el tiempo. Encontró un nuevo empleo. Se estabilizó. Y su vida se repartía de casa al trabajo y del trabajo a casa. En ocasiones, nunca muy a menudo, veía a esos pocos amigos. Con el tiempo, con mucho tiempo, comenzó a quedar con algunos conocidos para salir por las noches. Sin embargo, no podía evitar salir corriendo y apartarse en cuanto esa situación se repetía con algo parecido a la asiduidad. No quería encariñarse con nadie. Sabía que no enamorarse era relativamente más fácil de controlar. Cuando alguien trata de seducirte es más obvio y siempre llega el momento en que puedes decir que no. Pero los amigos se van abriendo paso en tu vida sin que te des cuenta. Una copa el sábado, un café entre semana, un par de llamadas, alguna pregunta interesándose sinceramente por cómo estás y sin darte cuenta puedes haber ganado un confidente que se puede convertir en amigo. Isabelita no quería volver a confiar en nadie. No quería que volvieran a traicionarla. Y no quería dar pie a que eso ocurriera. Por eso se negaba. Por eso salía corriendo en cuanto notaba que esos conocidos con los que comenzaba a compartir noches de copas y confidencias la volvían a llamar para la semana siguiente, cuando ellos también se abrían a ella, cuando la incluían en sus planes considerándola como una más. No quería, no quería, no quería… Ya había tenido bastantes decepciones. Isabelita ya tenía a sus tres o cuatro amigos fieles. Y ya sabemos eso que dicen de que quién tiene un amigo tiene un tesoro. Ella ya tenía los suyos. No quería arriesgarse. Ya no.
Continuará...
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esto de las entregas me tienen con la curiosidad al mango, yo propongo que nos largues unas 27 hojas de word en el proximo post, porque sino no aguanto!
por lo menos dime cuantas entregas van a ser así al menos me consuelo con eso
igual te vuelvo a aplaudir