Siempre lo digo. No soy una persona apegada a la familia. Y también digo siempre que es justamente ese desapego el que me hace querer a mi familia mucho más ahora que cuando convivía con ella. Aparentemente puedo resultar mala hija/sobrina/nieta. No necesito un contacto continuado con mis familiares y debo ser la única de mi oficina (nuevas aparte y porque no tienen teléfono) que no hace la llamadita diaria a su madre. Yo Siempre he sido de las que prefiere llamar a sus amigos.
Tengo una amiga con la que últimamente hablo todos los días, incluso más de una vez, y es raro que nos vayamos a dormir sin la llamada de rigor al filo de la medianoche. Con esa y con otr@s tant@s amig@s tengo más contacto que con mi familia. Y, repito, que nadie piense que no quiero a mi familia. Pero mi familia de sangre es la que me encontré y a la que no puedo cambiar. Mi familia fraternal se compone de mis amigos. A esos los he elegido yo y somos ellos y yo, de mutuo acuerdo, los que decidimos permanecer en la vida del otro (o no permanecer, aunque estas decisiones suelen ser unilaterales. Pero a estas alturas de la película hay personas que me importa más bien poco que salgan de mi vida después de las cosas que las he visto hacer y hacerme). Mi familia fraternal muy a menudo me ha demostrado mayor lealtad, confianza y cariño que mi familia de sangre. Y en algunos casos son más fieles que aquellos con los que compartes apellido.
Otra cosa que me llama la atención últimamente de la mayoría de mujeres que me rodean es el vínculo que tienen con sus madres. El otro día cierta mujer, tras varias menciones a la señora que la trajo al mundo, se revolvió incómoda en su asiento y dijo: Bueno, vale ya de hablar de mi madre, que hace mucho que me destetaron... Yo sonreí con media boca. Comprendo perfectamente ese vínculo pero me resulta extremadamente ajeno porque el vínculo con mi propia madre lo tuve que crear ya siendo adulta y en esos casos es difícil (re)crear esa misma conexión que veo entre las madres e hijas que siempre han compartido su vida. Cuidado, no lo digo con pena. Yo he decidido qué tipo de relación tengo con mi madre, una relación relativamente cómoda vista desde fuera pero bastante complicada si una, con todos los elementos disponibles, se para a analizarla.
Por eso a veces me resulta tan raro asistir al relato que mis amigas o conocidas me hacen del día a día con sus madres, de la necesidad de pasar tiempo con ellas o de las confesiones que se hacen. Porque mis recuerdos de cuando vivía bajo el hogar paterno (que ya me comienzan a resultar muy lejanos) son de que cuanto menos tiempo pasara con mi familia tanto mejor. Y si después he creado algún tipo de juego de confidencias con mi madre ha sido porque hasta cierto punto, era la única con la que podía hablar con total libertad (aunque ahora mi abuela quiere ganar terreno y comienza a insinuarme veladamente que le puedo contar mis cosas si me echo novia... jur jur).
Me llama la atención. No puedo evitarlo. Porque me siento extraña y me resulta ajeno. Tal vez yo sea la rara. Tal vez sea yo la que tiene el problema. Pero hace ya demasiado tiempo que tomé las riendas de mi vida y mis lazos familiares son lo suficientemente holgados como para que no me hagan sentir ningún tipo de agobio... ¿Seré una insensible o una egoísta? Tal vez. Pero tengo muy claro (siempre lo he tenido) que la única que puede vivir mi vida soy yo.
Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 23:08:00
Leo tu blog todos los días aunque nunca he comentado. A mí me pasa igual que a tí, observo el lazo tan estrecho que tienen las mujeres en general con sus madres y yo, aunque vivimos en el mismo sitio, y muy cerca me puedo pasar y, me paso, semanas y semanas sin verla ni hablar con ella. De hecho la guardería de mi hija está en la misma calle en la que viven mis padres y me paso semanas sin entrar en su casa. Yo también lo he analizado mucho y estoy segura que esa pauta la marcaron mis padres desde que nacimos y yo la tengo interiorizada. Yo envidio esa relación tan estrecha, siempre que no sea impuesta.
¿Sabes? A mí me ocurre algo parecido. Tengo bastante más contacto con mis amigos que con algunos miembros de mi familia, y ellos me conocen mejor que esas personas que se suponen que deben estar tan unidas a ti por aquello de la sangre y tal.
No sé, es como eso que dicen de "será un hijoputa pero es tu padre", como si por el mero hecho de haber puesto un espermatozoide en el momento de la concepción le tengas que perdonar todo y más. Lo veo absurdo, las relaciones y los vínculos no se construyen de ese modo.
Ays, nena, si es que hasta en eso nos parecemos :p
Arrierita, es la primera vez que comento aunque te leo siempre, y te sigo con interés. Gracias por actualizar tan a menudo. A lo que voy, no me parece tan extraño lo tuyo, yo tampoco tengo necesidad de tener un relación estrecha con mi madre, y con mi hermana me voy entendiendo mejor con los años, pero me cuesta, somos muy diferentes. Por ellas, nos tendríamos que ver mucho más, hablar mucho más, les parezco desnaturalizada y poco familiar porque me parece que hay que respetar los límites del otro. Un ejemplo: un día mi hermana, en mi casa, vio un paquete cerrado donde venían unas tijeras que había comprado yo. Ni corta ni perezosa, se puso a abrirlo, (se veía lo que era desde fuera), a ver, a ver, cómo son. Me pilló el punto raro ese día y le eché una bronca del quince, que cómo se le ocurría, que no era suyo, que a mí nunca se me ocurriría hacer algo así. No era por el objeto, era por el hecho. Bueno, pues drama total y gran discusión, y al final, la rara soy yo, porque no se puede sentir cómoda en mi casa, que hay que ver, somos hermanas, y tiene que tener cuidado con lo que hace y dice. Pero ya paso, he decidido ser clara, y le he dicho que me molesta que a mis hijos les diga "mis niños", que los he parido yo. Igual me paso, pero es que siento que me invaden, y tengo que poner freno. Uffff, se nota que este tema me toca la fibra, eh? Tendría para varios posts, pero voy a cortarme. La familia, que es que es muy fuerte este tema.
Qué cuiroso! A mí me pasa excantamente lo mismo, y en demasiadas ocasiones me he sentido super mala hija por sentirme tan lejos de ellos y sobre todo porque no me importara esa distancia, pero creo sinceramente que esta relación con la madre es bastante más comun de lo que parece, y como bien dices ya somos mayorcitas para saber que nuestra vida sólo podemos vivirla nosotras y elegir qué queremos de ella, aunque a veces, al menos en mi caso, me gustaría que fuera de otra manera, pero hay cosas que llegan demasiado tarde para poder cambiarlas.
¡Qué fuerte lo de tu abuela! Je, je... qué maja la tía! Besines
Me llaman:Arrierita Vivo en: Madrid, Spain Y digo yo...: Acercándome peligrosamente a los treinta he desistido de encontrar a alguien en sus cabales. Me aburre que me digan lo maja que soy y lo mucho que merezco la pena personas que después salen corriendo como si se hubieran dejado la comida en el fuego. Me aburre la gente que va de legal por la vida pero nunca es consecuente con sus actos. Me aburre salir a la calle y cruzarme con tanta gente a la que no quiero saludar. De lo que no me aburro nunca es de tener a mi lado a tantas personas que me hacen sonreír cada día. A todos los demás... ¡Arrieritos somos... y en el camino nos encontraremos!
Leo tu blog todos los días aunque nunca he comentado.
A mí me pasa igual que a tí, observo el lazo tan estrecho que tienen las mujeres en general con sus madres y yo, aunque vivimos en el mismo sitio, y muy cerca me puedo pasar y, me paso, semanas y semanas sin verla ni hablar con ella. De hecho la guardería de mi hija está en la misma calle en la que viven mis padres y me paso semanas sin entrar en su casa.
Yo también lo he analizado mucho y estoy segura que esa pauta la marcaron mis padres desde que nacimos y yo la tengo interiorizada. Yo envidio esa relación tan estrecha, siempre que no sea impuesta.