Mañana se casa La Pija, mi compañerilla de tribulaciones laborales. Al final, dada mi paupérrima economía (tres días de fiesta en mayo y otros tres malita han menguado en demasía mi cuenta corriente) no voy a poder asistir. Por una parte me hacía ilusión ir porque era la primera boda a la que me invitaban en mi vida adulta y sin que fuera nadie de la familia; por otro, la perspectiva de pasar la tarde y la noche en un bodorrio en el que sólo conozco a mis otras compañeras y a los novios no me seducía demasiado. Aparte de que, como ya dije en su momento, llevo desde el 92 sin asistir a una boda. Y más o menos unos catorce años sin pisar una iglesia (y eso que tengo un pasado cristiano –que no católico, apostólico y romano- del que no suelo hablar mucho y que tengo bastante olvidado).

La verdad es que lo de casarse por la iglesia me parece algo contradictorio. La mayoría de parejas (heterosexuales, claro está) quieren casarse por la iglesia porque luce más, es más vistoso. Además, en muchos casos los miembros de la pareja no son excesivamente creyentes. Por eso me parece una contradicción. Porque si yo no creo en algo o no estoy demasiado segura no tomaría unos votos que para otros tienen mucho más significado. Ni lo haría por complacer a mi pareja (del mismo modo que tampoco esperaría que mi pareja me complaciera a mí). Aunque no soy creyente considero que algunas cosas relativas a la religión se toman un poco a la ligera (aunque luego la Iglesia y lo que ella opine tenga tanta importancia para tantos). Si me jode figurar en el censo de cristianos porque en su momento otras personas decidieron por mí que debía ser bautizada para no acabar en el limbo si me moría (pese a que ahora la Iglesia diga que ese lugar no existe y pese a que a mí me bautizaron con tres años y soy capaz de recordar mi propio bautizo) me parecería una incongruencia llevar a cabo uno de los sacramentos sólo porque queda bonito.

Con respecto al matrimonio siempre lo he tenido claro. No me gusta. Desde pequeñita me llamaba más la atención eso de arrejuntarme. Quedaba como muy moderno y liberal (y rebelde y subversivo en según que esferas) irte a vivir con el novio sin pasar por vicarías ni juzgados por muchas ventajas fiscales o sociales que perdieras. Luego, cuando lo de emparejarme con un hombre se convirtió en una de las dos opciones posibles, el concubinato o arrejuntamiento se convertía en la única opción posible puesto que estaba claro que con una mujer nunca me podría casar. Así que seguía siendo moderna y liberal.

Ahora que podría casarme tanto con hombres como con mujeres mi postura ha cambiado ligeramente. Si acabara emparejándome con un hombre seguiría siendo reacia al matrimonio. Por convicción personal. En cambio si me emparejara con una mujer supongo que sí que acabaría pasando por el juzgado. Por convicción política y activista. Porque aunque una de las razones que yo y muchos como yo esgrimíamos para pedir una ley de matrimonio homosexual era la de “quiero poder decidir que no me caso pero porque no quiero, no porque no pueda hacerlo”, a día de hoy creo que lo haría (ventajas fiscales o sociales aparte) por ejercer un derecho que hasta anteayer nos era negado y por tocar un poco las narices. Incluso trataría de que el juez o concejal que me casara fuera un facha recalcitrante para poder dedicarle una gran sonrisa de satisfacción.

De todas formas, poniéndome un poquito más radical, el matrimonio me sigue pareciendo una institución rancia y arcaica. En lugar de aprobar una ley para que las maricas y las bollos podamos casarnos en ceremonias de diez minutos en cualquier juzgado o ayuntamiento, lo que yo querría sería abolir todo tipo de matrimonios. Eso sí que sería una revolución. Las ceremonias son ceremonias y por ello son meramente simbólicas, la demostración del amor que dos personas se profesan. Pero puesto que no todos los matrimonios son por amor y, después de todo, todo se reduce a firmar un papel que certifica una unión de dos personas (un simple contrato, al fin y al cabo) a mí, francamente, me resbala como se llame siempre y cuando pueda llevarla a cabo. Otra cosa es que vivamos en una sociedad articulada y estructurada en la no quiero ser ciudadana de segunda y poder ejercer mis derechos si me apetece y una de las pocas cosas de las que me siento orgullosa del país en el que vivo es que es uno de los pocos en el mundo en el que se ha alcanzado ese logro. Aunque en la práctica las cosas sigan siendo un poco más complicadas que firmar un papel.

Así que sí, blogueras y blogueros, Arrierita llegaría a casarse con una mujer. Pero claro, primero tendré que encontrar a una que me aguante… ;-p