He de confesarlo. No he echado de menos escribir en el blog. Pensé que sí, que con un par de días sin postear ya tendría mono. Pero no ha sido así. El tiempo ha ido pasando y me daba cuenta de que no tenía nada que decir. Y cuando eso ocurre es mejor no decir nada.
Y no es que me haya pasado algo o tenga alguna genial reflexión que compartir. El blog no estaba muerto. Sólo estaba de parranda. Qué afortunado ha sido. Porque yo ya ni me acuerdo de lo que es tomarme una copa en un bar atestado de gente.
En estos días he intentado acabar mi novela. Sin conseguirlo. Consecuencia: tengo un cuadro de ansiedad tremendo y una prisa incontenible por terminar de una puta vez. En estos días también hice una pequeña escapadita para poner mi enorme pandero en remojo dentro de aguas saladas. Consecuencia: Me quemé, me puse un poco morena (algo inédito en mi piel durante los últimos ocho o nueve años) y todavía el otro día me estaba arrancando la piel muerta de los hombros cual lagarto de V.
Durante los últimos quince días he estado completamente sola (obviamente no considero a mis compañeras de trabajo como compañía, cada vez que entro en la oficina mi cerebro deja de funcionar convirtiéndome en una autómata y sólo recupero mi condición humana cuando salgo siete horas después). He estado sola y no me he dado cuenta. ¿Por qué? Porque suplía la presencia de las personas que me rodean con su presencia virtual vía móvil o mail. No he tenido contacto humano durante todo ese tiempo y no le he echado de menos. ¿Es así cómo funciona la mente? ¿Ya vamos a dejar de necesitar vernos las caras porque una conversación telefónica nos parece suficiente para no sentirnos solos? Aunque creo que yo llevo sola toda mi vida.
A ratos he estado tragándome las tres temporadas de House lo que ha hecho que mi innata y, ya de por sí, dilatada ironía se viera multiplicada por mil. Me siento tan susceptible que noto cómo llevo la escopeta cargada todo el día. Y tiemblo sólo de pensar en lo que saldría por mi boca en caso de cruzarme con algunas personas particularmente incómodas. Y no me vale que me digan que yo no soy tan descarnada como él. Estoy llegando a un punto de hastío y hartazgo tales que no podría hacerme responsable de mis palabras. Tengo demasiado guardado dentro.
Mi línea ADSL ha visto triplicada su velocidad. Y eso de que el eMule vaya a 215 kbps y haber comprado poco antes cien dvd’s vírgenes consigue que te pongas a descargar como una posesa. Además de series y películas he bajado mogollón de música. Sobre todo música inglesa de esa que llaman indie o alternativa. Y puedo decir que Arctic Monkeys, por muy precoces y supuestamente virtuosos que sean, me aburren. O que los Kaiser Chiefs me parecen mucho más divertidos. O que no entiendo por qué dicen que Editors se parecen a U2. Los de Bono son más épicos y estos son más oscuros. Pero también me gustan. También digo que la única canción que me merece la pena de The Strokes es Reptilia (vale, estos no son ingleses sino yanquis pero andan en un saco parecido). O que The Fray, otro de los grupos que han alcanzado la gloria gracias a Anatomía de Grey, son mediocres y nada originales, no hacen más que AOR de campus universitario y suenan igual que otras decenas de grupos de hace diez o doce años pero justamente por eso me gustan, porque me hacen evocar otra época. De Snow Patrol no digo nada ya, que yo los descubrí hace más de un año, antes de que Meredith pugnara con Greg por ser la matasanos más conocida de la pequeña pantalla.
Septiembre aún no ha llegado y ya está aventurando grandes cambios en mi vida. Cambios laborales, profesionales, académicos y familiares. Pudiera ser que esté a punto de sufrir una metamorfosis personal a gran escala o pudiera ser que todo, al final, como tantas otras cosas en la vida, se quede en agua de borrajas. Mentiría si dijera que no hay una parte ilusionada y esperanzada ante tanto cambio. Pero es que también hay otra literalmente acojonada por lo que parece venírsele encima. Y en medio estoy yo sufriendo la incertidumbre.
Hay una película que nunca he visto pero que han echado en televisión no menos de siete u ocho veces. En alguna ocasión he atisbado alguna escena pero todavía no he llegado a verla entera. Y eso que la película ya va camino de cumplir diez años. En principio no debería interesarme porque es una típica comedia romántica yanqui que tiene de protagonista a Gwyneth Paltrow (ya sabéis, esa que se hizo famosa por ser novia de Brad Pitt, que luego ganó un Oscar por enamorar a Shakespeare y de la que no se supo mucho más hasta que se lío con el cantante de Coldplay y empezó a echar críos al mundo, el primero llamado Apple y el segundo Moses —lástima, me hubiera gustado más que le hubiese puesto Peach y así ya tendría los dos primeros ingredientes de la macedonia—) y es que yo a esa señorita no la aguanto aunque reconozco que en cierta ocasión hasta me cayó simpática cuando vi que le hicieron una entrevista y contestó hablando en perfecto castellano.
Que me lío. El caso es que a pesar de no haber visto la peli de marras, tal y como me pasa siempre, sé de qué va. Aunque el título ya deja poco margen a la imaginación, Dos vidas en un instante (la cual, por supuesto, ya ha sido convenientemente descargada y posee el número 1378 en la lista de prioridad de visionado), y si la memoria no me falla lo que plantea es cómo puede cambiar la vida de una persona por el mero hecho de perder o no el metro. Qué nuevas vías y puertas se abren con cada una de las posibilidades. Vamos, una vuelta de tuerca más a aquello del efecto mariposa. Y es que, ¿quién no ha pensado alguna vez aquello de «¿Qué habría sido de mi vida si…?»?
Dicen que no es bueno arrepentirse. Es que suena muy tremebundo eso de decirle a alguien: «Me arrepiento de haberte conocido» o «Ojalá nunca hubiera hecho/ido/dicho/pensado X». Suena como a repudio, a desprecio. Pero siendo sinceros, si tuviéramos en nuestro poder una máquina del tiempo, un Delorean para ir arreglando las meteduras de pata del pasado, ¿de verdad no íbamos a utilizarla para regresar a aquel momento que dio comienzo a algo que nos hizo daño, algo que nos hizo perder el tiempo o, simplemente, algo que no nos convenía para evitar el error y sus efectos? Puede que yo no me arrepienta de mis decisiones (a lo hecho, pecho y a afrontar las consecuencias aunque empiezo a pensar que soy de las pocas que lo hacen) pero sí que es cierto que me gustaría poder volver atrás en el tiempo y evitarme a mí misma ciertos tropezones que, honestamente, no considero útiles sino reiterativos e innecesarios. No sé hasta que punto eso podría considerarse arrepentimiento y desde qué punto se consideraría mecanismo de defensa.
Por suerte o por desgracia, por mucho que me atraigan, no creo que los viajes en el tiempo sean posibles. Así que sólo nos queda lamentarnos, llorar o soñar con cambiar lo inmutable.
If only I could turn back time If only I had said what I still hide If only I could turn back time I would stay for the night.
Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 19:35:00
Ah mujer! me dejaste sin aliento con tantas y tantas cosas que trataste en este post. Como dijo k. no sé ni por dónde empezar... pero me quedaré con tu comentario sobre las horas de oficina... muy cierto.
Anoche te estaba escribiendo un megacomentario y de repente, es decir, por la puta cara, se me colgó el ordenador cuando lo estaba terminando. Entonces sí que deseé volver atrás en el tiempo para haberlo copiado :s
Te decía que ese planteamiento sobre cómo cambia tu vida dependiendo de la decisión que tomes, como el hecho de coger el metro a una hora u otra, o decidir coger el autobús ese día o irte andando para estirar las piernas, o salir más tarde porque te ha dado un apretón de última hora es muy interesante, pero que no se puede saber como habría transcurrido la historia de otra forma, cuál habría sido el camino que tomarían los hechos con cada una de las decisiones. Eso vale para las novelas y las pelis y ya sabemos tú y yo que, por desgracia, lo de ser narrador omnisciente y saberlo todo queda relegado a un sólo nivel que poco tiene que ver con nuestras vidas reales.
Lo que intento decir es que lo que pasa, pasa y ya está. No ha vuelta atrás ni lugar para las preguntas. Y lo que está claro es que sabemos lo que somos pero no lo que llegaremos a ser, que las cartas no están del todo repartidas ni la partida finalizada. Todavía no sabes cuál es el resultado de todas tus decisiones, aunque sí es cierto que hay enseñanzas repetidas que se las podían haber ahorrado en el temario. Pero es que la ESO es lo que tiene.
Toneladas de ánimo, paciencia e inspiración. Bienvenido sea lo que venga y espero que te arranque una gran sonrisa que no puedas borrar fácilmente.
La "moraleja" de esa película es que de una manera u otra al final lo que tiene que pasar pasa...... Dá igual el camino que cojamos, el final es el mismo...... No podremos saber nunca si eso es cierto o no, pero lo que está claro es que es una pérdida de tiempo pensar "qué pasaría si..." o "qué hubiese pasado si....", aunque tb es cierto que a veces no podemos evitar pensarlo.....
A lo mejor te he destripado el final de la peli, pero como está en el puesto 1378 de tu lista tampoco creo que importe mucho.....
Ya lo dijo Stephen Hawkin: "La mejor prueba de que los viajes al pasado no son posibles es que no hemos sido invadidos por hordas de turistas del futuro."
Y yo, con un híbrido de John Nash con el Inspector Gadget, no discuto. Habrá que dejar el pasado como está. Saludos!
Me llaman:Arrierita Vivo en: Madrid, Spain Y digo yo...: Acercándome peligrosamente a los treinta he desistido de encontrar a alguien en sus cabales. Me aburre que me digan lo maja que soy y lo mucho que merezco la pena personas que después salen corriendo como si se hubieran dejado la comida en el fuego. Me aburre la gente que va de legal por la vida pero nunca es consecuente con sus actos. Me aburre salir a la calle y cruzarme con tanta gente a la que no quiero saludar. De lo que no me aburro nunca es de tener a mi lado a tantas personas que me hacen sonreír cada día. A todos los demás... ¡Arrieritos somos... y en el camino nos encontraremos!
Uff tantas cosas que decir y tanto que comentar que no sé por dónde empezar, así que no haré comentario ninguno y sólo te diré...
Lo oí y lo olvidé.
Lo vi y lo entendí.
Lo hice y lo aprendí.
¡ánimo!