Hoy, para celebrar el día del libro, lejos de acercarme a alguna de las muchas actividades programadas para conmemorarlo, me ha dominado una inspiración desmedida, me he encadenado frente al ordenador y me he pasado la tarde escribiendo desaforadamente. Doce páginas van ya y todavía no tiene visos de parar. No puedo dejar de pulsar las teclas. Las frases me salen a una velocidad pasmosa y con suma facilidad. Y todo esto que cuento sería maravilloso si no fuera por el pequeñísimo e insignificante detalle de que no estoy escribiendo la novela que debería escribir ahora mismo.
Nunca he sido de las que empiezan a escribir una novela y hasta que no la acaban no se ponen a pensar en la siguiente. No, yo siempre he tenido dos o tres ideas en marcha para ir engrosando una u otra en la medida que mi inspiración o el momento que viva me lo permitan. Desde que publico he intentado centrarme únicamente en la historia que tuviera pensado presentar a mi editorial, lo que ha provocado que me cueste horrores sentarme a escribir porque ha dejado de ser algo realizado por mero placer a una obligación tan similar a un trabajo que hace que se me escape toda la motivación. Por eso, quizá, hoy me siento tan bien. Porque estoy escribiendo por amor al arte. Porque he retomado una idea que tuve hace unos meses. Una novela que quiero escribir para mí, sin intención de hacerla pública. Y me gusta verme disfrutar. Me gusta recuperar esa ilusión que a veces he creído perdida.
Mirándolo por el lado bueno, si sigo a este ritmo de diez o quince páginas diarias, en dos o tres semanas la habré acabado, me habré quitado la comezón y podré dedicarme en cuerpo y alma a la que debería estar dedicándole todo mi tiempo libre. Que ya me veo a ciertas personas persiguiéndome para lincharme si no termino dentro del plazo... :-p
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He hecho una brevísima pausa para cenar y, por primera vez en meses, he encendido el televisor para ver qué echaban y no para poner alguna de las cosas que me bajo. Con gran sorpresa me he encontrado en La Sexta con la película El Cuervo y no he podido evitar sonreír. Una avalancha de recuerdos y sensaciones me ha invadido. He acabado de cenar, he buscado entre mis discos la banda sonora (original y todo) y me he vuelto al ordenador a continuar escribiendo sin que la sonrisa me haya abandonado en ningún momento. Y al escuchar las primeras notas de Burn de The Cure he sentido como si me quitaran quince años de encima...
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Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora.
K.