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miércoles, 19 de septiembre de 2007
Creo que tenía cuatro o cinco años cuando vi por primera vez En busca del arca perdida. Si soy sincera no me recuerdo viéndola pero sí que recuerdo la impresión que debió causarme. Le pregunté a mi madre qué como se llamaba ese señor tan guapo que hacía de Indiana Jones y ella me dijo el nombre del actor. Nombre que yo no me cansaba de repetir por alguna razón hasta el punto de que mi madre, en cuanto había otras personas a mi alrededor, me espetaba: “A ver, hija, ¿cómo se llama el actor que hace de Indiana Jones?”. Y yo, toda ufana, respondía con mi lengua de trapo: “Jadison Fod” (sí, hasta los ocho años no conseguí pronunciar la erre). Desde entonces Indiana Jones se convirtió en uno de mis referentes infantiles (o no tan infantiles porque a mí ese señor me parecía muy guapo y me mataba esa sonrisilla irónica, del mismo modo que también, pocos años más tarde, me mataban las de Bruce Willis y Richard Gere, ¿qué se le va a hacer? Siempre me han gustado los chicos traviesos) y secretamente soñaba con ponerme una cazadora de cuero y un sombrero y recorrer el mundo buscando tesoros perdidos.

Luego vi Indiana Jones y el templo maldito (para mí gusto la más floja de las tres) y más tarde, ya con diez años y en pantalla grande, Indiana Jones y la última cruzada y no tuve más remedio que caer rendida a sus pies. En los últimos veinte años, cada vez que han emitido alguna de las películas por la tele he acabado tragándomelas enteras y eso que las he visto todas varias veces. No puedo evitarlo, me enganchan, me entretienen y siguen consiguiendo que pegue brincos en el sofá o sonría ante algunos de los chistes. Hay ciertas películas de los años ochenta que no sólo no me canso de ver sino que me trae tantos buenos recuerdos (independientemente de su calidad) que las atesoro entre mis favoritas.

Y es que da la sensación de que las películas ya no emocionan como antes. O eso o cuando llegamos a cierta edad estamos tan saturados que es muy difícil que algo nos cause una impresión imperecedera en la memoria. Porque las películas comerciales de los ochenta eran ingenuas, inocentes, de argumentos sencillos y efectos especiales limitados a la tecnología de aquel momento pero tenían ese “algo” que las hacía lo suficientemente especiales como para que hayan perdurado en el tiempo. Películas como la saga de Indiana Jones, Los Goonies, E.T., El secreto de la pirámide, Los cazafantasmas y tantas otras que veían niños y adultos por igual y que han convertido a sus personajes en iconos de una época y que han sentado las bases para los descafeinados intentos que vinieron después como Lara Croft o La momia. La única saga que, a mi juicio, recupera el espíritu de aquellos años es la de Harry Potter y esperemos a ver qué ocurre con las restantes entregas que aún quedan por llegar…

Por eso no entiendo que, al final, la avaricia y los delirios de grandeza de directores y productores pretendiendo despropósitos como este. ¿De verdad hace falta resucitar el mito de Indy para acabar enterrándolo definitivamente? ¿De verdad la última imagen que nos llevaremos a la retina será la de un Doctor Jones cercano a los setenta años en lugar de recordarlo como el atractivo y mordaz cuarentón que pasaba por treintañero? ¿De verdad era necesario destrozar así la dignidad del personaje? Me da igual que el reparto sea de altos vuelos (aunque no tan altos, Sean Connery, como caballero consecuente que es, no quiso formar parte de él), que salga esa estupenda actriz que es Cate Blanchett o que nos encontremos con que tiene un hijo saliendo de la adolescencia (Shia LaBeouf no me gusta, no me gusta, no me gusta…). Hasta el título, Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, me suena mal (no sé, me parece más propio de una posible nueva entrega de Piratas del Caribe).

Ya hubo un intento de explotar la franquicia con la serie Las aventuras del joven Indy, que no estaba nada mal pero a cuyo protagonista, Sean Patrick Flannery, no acababa de estar a la altura del personaje. Pero lo hicieron sólo tres años después de la que, hasta ahora, era la última película de la saga. ¿A qué viene ahora, dieciocho años después, seguir adelante con el proyecto de una cuarta parte? Hubiera colado a mediados de los noventa pero ya empieza a oler a falta de ideas (algo habitual, por otra parte, por parte de los estudios). No sé, no sé, no sé…

Aún así, por supuesto, a partir del 22 de mayo de 2008 me dejaré caer por alguna enorme sala de cine de pantalla gigantesca y dolby sorround, con un tanque de palomitas y alguna buena compañía para ver qué han hecho con el pobre Indy. Mientras tanto, los que quieran más información (abundantes spoilers incluidos) pueden pasarse por aquí.

Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 19:24:00  
3 Berrido(s):
  • El 20 septiembre, 2007 02:32, Blogger Maine berreó…

    Mmmmm... El secreto de la pirámide... lo que disfruté yo de pequeña con mi jovencísimo amigo Sherlock...

     
  • El 20 septiembre, 2007 18:54, Anonymous Anónimo berreó…

    Arriba "Los Goonies"!!!

     
  • El 22 septiembre, 2007 20:19, Blogger LinceMiope berreó…

    Jeje, tienes razón, esas pelis nos marcaron y las de ahora ya no nos emocionan ni la mitad. Pero Indy... Yo a Indy le dejo que me emocione aunque tenga 120 años.
    Besillos!

    (Y que sea leve nuestra última semana;)

     
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Y digo yo...: Acercándome peligrosamente a los treinta he desistido de encontrar a alguien en sus cabales. Me aburre que me digan lo maja que soy y lo mucho que merezco la pena personas que después salen corriendo como si se hubieran dejado la comida en el fuego. Me aburre la gente que va de legal por la vida pero nunca es consecuente con sus actos. Me aburre salir a la calle y cruzarme con tanta gente a la que no quiero saludar. De lo que no me aburro nunca es de tener a mi lado a tantas personas que me hacen sonreír cada día. A todos los demás... ¡Arrieritos somos... y en el camino nos encontraremos!
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