Una de las cosas más curiosas que tiene eso de pintar el piso, recoger, limpiar, ordenar y demás acciones relacionadas con esta limpieza de primavera adelantada que me ha dado por hacer es la cantidad de cosas que descubres sobre ti misma husmeando en los rincones. Y es que, oyes, tendría que estar agradecida. Sí, porque otr@s se van a Londres (o a Paris o a Munich o a Sheffield, que ejemplos tengo para dar y tomar) a “buscarse a sí mism@s” y yo me encuentro fácilmente en el tercer estante de la estantería del rincón.
Primero descubres la gran cantidad de cosas que tienes. Esto conlleva dos pensamientos paralelos. Uno es: “Cualquier día de estos recorto el logo de la bolsa de la Fnac, lo pego en la puerta y monto un mercadillo para sanear mi paupérrima economía”. El otro es: “Dios mío de mi vida y de mi corazón, no quiero ni pensar en lo que tiene que ser una mudanza a estas alturas de mi existencia materialista y consumista”. Y es que sí, queridas y queridos, la casa de Arrierita se parece más a ese edificio naranja que hay entre Preciados y Carmen que al piso de soltera de una jovenzuela cuasi treintañera.
Después descubres que pese a que vives en un piso de tres habitaciones cada día que pasa te resulta más pequeño. Y como ahora has decidido volver a compartir (aunque sólo sea con una única persona) verás aún más menguadas tus posibilidades. Y, por supuesto, debes hacer correr la voz de que el Hostal Arrierita de aquí en adelante sólo dispondrá de una habitación libre (una habitación atestada de trastos, aviso y quien avisa no es traidor) por lo que las visitas tendrán que acudir de una en una si quieren cobijo (o eso o plantearse dormir con la propia Arrierita, sus ronquidos y Chuchín Infernal acomodándose entre los cuerpos).
Y al final llegas a la conclusión de que dar la manita de pintura, ordenar tus cosas (aceptando el término “cosa” en su acepción más aaaaampliaaaaa), planificar, organizar y dormir a horas razonables te está sentando muy bien (casi diría que demasiado, que eso de acostarme a las diez y media y quedarme dormida inmediatamente no me pasaba desde los ocho años).
Antes de irme quisiera lanzar un mensaje a esa compañera mía de clase presuntamente bollo: Querida, si no me he vuelto ya paranoica perdida y veo cosas donde no las hay y en realidad lo que pasa es que sabes quien soy porque lees este blog o has leído alguna de mis novelas o ambas cosas… no te cortes, de verdad. Tan fácil como acercarte a mí y comentármelo (no muy alto que no quiero que los demás se enteren de mi identidad secreta ;-p) con la misma naturalidad con la que me has plantado en la jeta un cigarro esta tarde cuando se lo estaba pidiendo a las del fondo (intencionadamente, por supuesto, que ya sé que tú fumas. Sólo estaba comprobando cuántos nanosegundos tardabas en ofrecérmelo). Pero, por favor, tanta miradita constante hace que me sienta observada y eso me pone francamente nerviosa. Tú, tranquila, si te apetece te sientas a mi lado, si cuando bajamos a fumar te apetece hablar, tírame de la lengua que yo enseguida me lanzo a rajar (y ahora mismo, probablemente, la gente que me conoce se esté llevando las manos a la cabeza ante lo que te espera como me dejes darle a la sinhueso) pero, de verdad, en serio te lo digo, ese marcaje visual más propio de primero de B.U.P. (coño, claro, si es que estamos ante el problema de siempre, la puta dilatación de la puta adolescencia) que de tías a punto de entrar en la treintena como que no es práctico, you know what I mean
Y ahora me piro al sobre que ya es tarde y estoy cansada… (joder, mi formalidad empieza a ser preocupante… :-S)
|
mujer secreta que igual es bollo de la clase de la arriera:
NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO.
no te acerques no te acerques, que raja de verdad.
vale. lo de antes de broma. en realidad si no te acercas eres boba (con cariño) y te estarás perdiendo a la más queen de las queens. ¿a qué estás esperando?