Versión 3
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Mal fario
domingo, 11 de enero de 2009
Menos mal que dije que 2009 iba a ser mi año porque si llego a decir que iba a ir de culo no sé dónde estaría ahora. Aunque de momento me he librado de esa gripe indestructible que pulula a mi alrededor sin tocarme, desde que dieron las campanadas no doy pie con bola. Pero la puntilla ha venido en los últimos días...

El jueves subía la cuesta hacía el metro con prisa porque llegaba tarde —para variar— y aún me tenía que tomar mi imperdonable café en el bar que hay al lado de la boca de la estación. Según me voy acercando a la calle Alcalá veo cómo un camión de bomberos viene con la sirena a todo volumen. No le presto la mayor atención porque es bastante habitual ver camiones de bomberos por mi barrio yendo raudos y veloces hacia donde quiera que vayan. Empiezo a mosquearme cuando por fin doblo la esquina y veo que el camión, lejos de seguir su camino, se detiene justo en la boca de metro de la acera de enfrente. Y no sólo eso, también veo una ambulancia del Samur, unos tres coches de policía y un jeep del 112 que justo en ese momento llega. Amén de la marabunta de curiosos que acuden al sonido de la sirena como las moscas a la luz. Me meto en el bar sin dejar de mirar el improvisado espectáculo. Estoy aposentando mis reales sobre un taburete y mi camarero empieza a prepararme mi cafetito cuando mi oído siempre atento escucha a unos operarios de mantenimiento de Metro de Madrid que había a mi izquierda hablar de lo que estaba sucediendo a escasos metros de la puerta del bar. Un chico se acababa de tirar a las vías. Vuelvo a mirar hacía fuera, atenta a los avances que se suceden afuera. Y, finalmente, mientras me meto en la boca un trozo de napolitana, veo cómo sacan el cadaver cubierto por el plástico metálico ese que utilizan para este tipo de sucesos.

Por supuesto, el acceso a la estación estaba cerrado y tuve que caminar calle Alcalá arriba hasta la siguiente estación con acceso a otra línea distinta para poder llegar, con el estómago revuelto, a mi lugar de trabajo pensando que si no llega a ser por mi bendita manía de ser incapaz de levantarme a la hora en que debería hacerlo, habría visto el suicidio en vivo y en directo...

Sin embargo la cosa no queda ahí. Al día siguiente, como tooooodoooo el mundo sabe (y dejó testimonio gráfico a lo largo y ancho de Facebook como si jamás hubieran visto caer copos de nieve), hubo una nevada salvaje en Madrid. Yo, que hace tiempo que perdí la costumbre de mirar por la ventana antes de salir a la calle, me encontré con el incipiente manto blanco justo cuando salía por la puerta del portal y mis labios dibujaban un "oh" totalmente sorprendido. Y tragándome copos inicié mi subida de la cuesta que me llevaría hasta el metro viendo como mis pasos amenazaban con hacerme acabar con mis huesos sobre la acera. Pero llegué ilesa al trabajo (a duras penas, lo reconozco) justo a tiempo para refugiarme en el calor de la oficina y ver a través de los ventanales como la nevada arreciaba.

A media mañana mis compañeras y yo bajamos a desayunar y, en contra de nuestra costumbre, fuimos al Vips (más que nada porque como volvemos a estar de mudanza para regresar a nuestra planta, que estaba en obras, no había mucho que hace y podíamos perder un poco el tiempo). Ya en el camino de ida al Vips mis pasos vacilaban demasiado pero siempre encontraba asidero en algunas de mis compañeras, so pena de acabar ambas en el suelo. Pero a la salida... ¡Ay, a la salida! Estábamos cruzando el paso de cebra (y debo aclarar que era de los que ya no tienen las rayas blancas paralelas) cuando sucedió lo que venía amenazando con suceder desde que puse el pie en la calle esa mañana. Me caí. Pero una caída de las fuertes. Y de las tontas, claro. Según descripción de mis compañeras resbalé, me quedé un segundo en el aire en posición horizontal para acto seguido, caer a plomo en el suelo cuan larga soy. Otra contaba que notó como intentaba asirme a su brazo (obviamente sin conseguirlo). Mi versión es que yo estaba andando tranquilamente y de repente estaba tirada en el suelo sin poder moverme. El golpe sonó estruendoso (los que me conocen se pueden hacer una idea del ruido que puede hacer toda mi "humanidad" cayendo al suelo) y por un momento el dolor fue tan fuerte que cerré los ojos pensando que me había partido la espalda. Y más me asusté cuando abrí los ojos otra vez y vi un montón de caras recortándose contra el blanco cielo preguntándome si podía moverme. Y es que no podía moverme. A mis compañeras se les habían unido un grupito de chicas que también estaban cruzando en ese momento. Y yo sólo podía pensar en qué estábamos en medio de la calzada y que ya lo único que nos faltaría es que un coche perdiera el control y nos arrollara.

Como pude y ayudada por todas mis compañeras conseguí ponerme en pie e irnos al otro lado de la calle. Aunque con esfuerzo y flanqueada por dos de las chicas, ya podía andar. Regresamos a la oficina y todo mi cuerpo era un dolor tremendo. Una de mis compis me dio un paracetamol y se corrió la voz por toda la planta y la gente venía a ver cómo estaba. Y empezaron a decirme que me fuera a la mutua a que me vieran. Aquí hay que aclarar que mi mutua pertenece a mi empresa y, curiosamente, se encuentra en la primera planta de nuestro edificio, por lo que acudir a ella era lo más obvio, lógico y razonable. Así que allá que me fui acompañada por la misma compañera que me había dado el paracetamol.

Y allí ¡Viva la sanidad privada! En menos de una hora me había atendido la doctora, hecho radiografías, había vuelto a ver a la doctora (diagnóstico: policontusiones y lumbalgía aguda a unirse a mis ya clásicos dolores cervicales y lumbares) y me habían pinchado Voltarén, que debido a la tolerancia que he adquirido, ya no me hace ni cosquillas...

Al volver a la oficina todo el mundo estaba ya cerrando las cajas para la mudanza de regreso a nuestra planta. En cuanto me vieron volvieron a acercarse a mí y tuve que repetir lo que me habían dicho los médicos una docena de veces. Yo sólo tenía que cerrar una pequeña caja con mis escasas posesiones y ponerle mi nombre a mi ordenador, mi impresora y mi silla (tarea que me llevó dos minutos y medio) pero todos se empeñaron en que me fuera a casa. Y así dolorida, mareada y todavía con la vergüenza de haberme tenido que desnudar justo cuando estaba sin depilar y mi vello corporal estaba en su máximo esplendor asilvestrado, me fui a casa a ponerme el pijama, echarme al coleto el coctel de antiinflamatorios, relajantes musculares, analgésicos y cobertores de estómago que me habían recetado...

Y hoy sigo llena de dolores, moviéndome como una anciana y soltando quejidos a cada paso que doy...

Menos mal que este iba a ser mi año...
Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 18:36:00  
4 Berrido(s):
  • El 12 enero, 2009 01:14, Anonymous Anónimo berreó…

    Dale otra oportunidad a este año seguro que su intención no ha sido echar por tierra tus deseos. Espero que te recueperes pronto de este desafortunado contratiempo.

     
  • El 12 enero, 2009 12:16, Blogger Bego berreó…

    Espero que te encuentres mejor. Y como dice Azulada dale otra oportunidad al año que estamos de estreno.

    Un besito guapa.

     
  • El 12 enero, 2009 20:53, Anonymous Anónimo berreó…

    -¿Vas a salir así a la calle?
    -Sí, ¿por qué?
    -¿Y si te pasa algo?

    Sabiduría materna. Las bragas, siempre las nuevas. Depilación, a la cera.

    Espero que el tiempo cure todos los moratones.

     
  • El 19 enero, 2009 00:38, Blogger never_again berreó…

    Joooooddeeer nena!! Pues sí que empezamos bien este 2009, pero lo bueno es que tienes todo el año para remediarlo, así que con lumbalgia, policontusiones y demás, no pierdas la sonrisa, el ánimo y la confianza en que este será un gran año para ti, al menos lo has empezado fuertemente...

    jeje... :) lo siento, ha sido imposible no imaginarte cuan larga eres en la calzaza y todas tus compis alrededor tuyo... Un beso

     
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Me llaman:Arrierita
Vivo en: Madrid, Spain
Y digo yo...: Acercándome peligrosamente a los treinta he desistido de encontrar a alguien en sus cabales. Me aburre que me digan lo maja que soy y lo mucho que merezco la pena personas que después salen corriendo como si se hubieran dejado la comida en el fuego. Me aburre la gente que va de legal por la vida pero nunca es consecuente con sus actos. Me aburre salir a la calle y cruzarme con tanta gente a la que no quiero saludar. De lo que no me aburro nunca es de tener a mi lado a tantas personas que me hacen sonreír cada día. A todos los demás... ¡Arrieritos somos... y en el camino nos encontraremos!
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