Íbamos con tiempo, de verdad. Sobre todo si se tiene en cuenta el retraso con el que abrieron las puertas en el concierto del miércoles. Hicimos parada en Príncipe Pío porque, como es habitual en mí, aún no había probado bocado desde el café matutino. Con el estómago lleno pusimos rumbo a La Riviera siguiendo a toda persona con pintas que nos íbamos encontrando sabiendo que eran los mejores guías que podíamos encontrar. Eran las ocho y diez cuando llegamos. Las puertas, según la entrada, se habían abierto a las ocho así que yo esperaba que aún no hubiera mucha gente. Cuál no es mi sorpresa cuando al entrar nos encontramos con la pista llena a rebosar. La rapaz y yo nos miramos horrorizadas. Ponernos en primera fila quedaba descartado por cuestiones logísticas así que nos encaminamos con paso firme hacia la primera barra que se cruzó en nuestro camino. Una vez hecho acopio de carburante nos dedicamos a deambular a ver si encontrábamos un buen sitio. De repente la rapaz parece iluminarse: Coño, voy a mandarle un mensaje a S, que seguro que anda por aquí. La respuesta, a los pocos minutos, nos iluminó la cara a las dos: Estamos en segunda fila. Y allá que nos fuimos, empujando y siendo empujadas y recibiendo miradas asesinas por parte de los asistentes. Ya junto a S. y sus amigos comencé a tener cierta sensación de dejá vù. Si miraba hacia el escenario parecía que no me había movido del mismo sitio desde el miércoles. Sólo darme la vuelta y comprobar que el recinto era distinto me hacía recuperar la perspectiva de que habían pasado un par de días desde la última vez. Mientras esperábamos a que empezase el concierto la rapaz aprovechó para ir al baño, oportunidad que no desaproveché pidiéndole que me trajera una nueva cervecita, que ya empezaba a hacerse notar la calorina reinante (el calor está en los cuerpos, ya sabes). Y como si hubieran estado esperándola, fue llegar ella con la vejiga aliviada y mi cerveza y apagarse las luces. Las Nancys Rubias hicieron su aparición en escena y llevaron a cabo, más o menos, el mismo espectáculo que ya viese en el Palacio de los Deportes. Esa reinona con delirios de grandeza llamada Mario Vaquerizo comenzó a contonearse por el escenario y, qué coño, hemos venido a pasarlo bien y como tienen unas canciones tan simples es fácil aprendérselas así que nos pusimos a botar y bailar. Lo curioso es que a mí una de las canciones que más me gustó fue una del nuevo disco, interpretada por La verdadera Nancy Rubia al más puro estilo Siouxsie, titulada No soy un poltergeist: No soy un poltergeist, no soy un ectoplasma, pero es que no lo veis, yo tengo cuerpo y alma. (sí, ya me la he bajado, ¿acaso lo dudábais?). Pero la sorpresa vino al final de la actuación cuando la Vaqueriza comienza a hablar y presenta a la mayor artista que ha dado el pop español. Y, claro, todos pensando que se refería a su señora esposa hasta que grita: ¡¡¡Merche!!! Y la rapaz se queda con la cara a cuadros como preguntándose quién coño era esa. Pues mira, chata, esta muchachuela saltó a la fama hará unos cinco años gracias a colar una canción en Gran Hermano. Después de eso se ha convertido en una de las ídolas de la adolescencia de extrarradio. Vamos, algo parecido a Camela pero sin tecnorumba y con algo más de glamour. La tal Merche sale al escenario y junto a la Vaqueriza se lanza a una interpretación de su mayor hit, Abre tu mente, que, al parecer, está incluido en el último disco de las Nancys. Eso sí, mientras que estas últimas cantaron en riguroso playback, es de agradecer que Merche lo hiciera en riguroso medio-directo.
Y tras la salida de Merche y las Nancys el escenario vuelve a quedarse a oscuras. Y los nervios de la concurrencia se agitan porque todos sabemos qué nos espera. La intro comienza y la gente comienza a gritar. Y van saliendo todos: Jesús Horror, Chris Koo, Rafa Spunky, Nacho Canut y Olvido para abrir el fin de la semana de conciertos con Fantasmas. Y a partir de ahí ya fue no parar. Igual que me pasó el miércoles, salté, bailé, grité y pude escuchar en directo las canciones que eché de menos en Macumba: Hombres, Eternamente inocente, Me odio cuando miento… Sí, nosotras no hacíamos más que bailar pero justo detrás teníamos a un marciano que parecía que estaba asistiendo a un funeral. No sólo por la cara de pena que tenía sino porque no se movía un milímetro de donde estaba (si su cuerpo apreció movimiento fue por los vaivenes de la gente de su alrededor porque lo que es él ni ademán hacía, oyes). Y digo yo, con esa expresividad y ese talante, ¿no le hubiera salido más a cuenta ver el concierto acodado en la barra? Por dios, que es que hasta daba vergüenza bailar cuando le mirabas a la cara… A mitad del concierto hubo un momento para presentar al grupo de Topacio Fresh y Miss Andy, las traviesas go-go’s que acompañan a Fangoria durante la puesta en escena. El dúo, con el curioso nombre de Leopardo no viaja, nos ejecutó, también en riguroso playback desde uno de los laterales del recinto, dos temas, El butanero (con un butanero auténtico dejándose tocar por ellas) y Sorpresa, sorpresa (has conocido a una traviesa). Y yo a cada momento me sentía más como si La Riviera fuera un inmenso antro de Chueca, de esos en los que tantas veces he visto actuar a traviesos de toda índole (que, por cierto, ¿había algún heterosexual en la sala?) Tras ese pequeño kit-kat el concierto continuó con la parte negra y acabó, de nuevo, con El cementerio de mis sueños unida a El rey del Glam y las Nancys y La Terremoto y su troupe cantando tod@s juntit@s y revuelt@s en el escenario. El fin se acercaba pero aún quedaba La Terremoto (lo curioso es que yo, en todas las páginas que había consultado, anunciaban la actuación de la susodicha a las 2.30, que yo ya pensaba que nos iban a tener de sesión dance desde el final de Fangoria hasta que actuara ella). Como ya estaba en el escenario, mientras los demás se retiraban, comenzaron con la intro de su actuación. Uy, que esto es el principio, nos vamos y volvemos a salir pero vosotros hacéis como que os sorprendéis, ¿eh? Ya sólo verla y nos estábamos descojonando pero cuando comenzó con su particular versión del Crazy in love de Beyoncè (que debe ser la única que no había escuchado de esta mujer) yo creía que a mi vejiga se le iba a abrir el grifo. No faltó tampoco (no podía faltar) la canción que nos sigue dando de comer, el Time gous by con Loli. Y acabaron ya, como no podía ser de otro modo, con el Enajená, otra vez con el escenario repleto de gente, el público al borde de la extenuación pero saltando y gritando sin respiro (tanto boté yo que, como mi querida contractura ha regresado, se me paralizó el músculo de la mandíbula y cada vez que abría la boca, veía las estrellas, lo cual no fue óbice para que dejara de cantar). Y, por desgracia, el show más kitsch, petardo, mari y queer que se pueda ver en este país (y mucho me temo que no hay otro lugar en donde estas cosas puedan ser superadas) puso su punto y final y nos dejó con una cara de gilipollas satisfechos a todos de agárrate y no te menees. Ya saliendo del recinto pudimos ver algunas caras conocidas entre el público (Paco León, Eduardo Casanova –el niño Fidel de Aída- y Pablito Rivero) más todas las caras de joder, l@ conozco y no sé de qué que siempre te encuentras en este tipo de eventos. Recogimos nuestros abrigos y pusimos rumbo a Príncipe Pío arrastrando los pies, mortalmente cansadas pero contentas… De hecho, yo aún hoy sigo cansada (tan agitado ha sido mi ritmo desde el miércoles) aunque este hecho no impedirá que mañana me acerque a Segovia para asistir al concierto gratuito que Dover dará junto al Acueducto… Ayss, si es que en el fondo me va la marcha más que a un tonto un chupe… |
"Hay quien apuesta fuerte
y decide quererte
sabiendo la fácil
que resulta perderte"
PD: Suena bien lo de mañana