De casa al trabajo. Del trabajo a casa. Sin más. El viernes una parada intermedia para tomarme un café en compañía porque si no, iba a reventar. Las semanas se me hacen eternas y los fines de semana muy cortos. Claro, paso la mayor parte del tiempo durmiendo... Y eso que entre diario me acuesto a horas totalmente inhabituales en mí (de hecho ya ando cabeceando y mi pestaña izquierda sube y baja como una persiana rota). No hay tiempo para series ni películas aunque mi mula sigue trabajando como una ídem. Internet podría romperse mañana y yo tendría material para entretenerme hasta 2018.
Que mi nuevo trabajo no me gusta era algo que yo intuía secretamente. Pero la realidad ha superado a mis más nefastas corazonadas. No es normal que en seis semanas no haya escuchado ni una cosa buena de la empresa. Ni una sola. Sí, en cambio, muchas malas. Y no es sólo es que las oiga. Es que las veo. Incluso las empiezo a padecer. Y a aguantarse tocan. Hasta que no pueda más, claro. Soy paciente. Y dura. Pero siempre hay un límite.
Mientras tanto, voy haciendo planes. Trazo estrategias mentalmente. Preparo el terreno sabiendo que, de momento, habrá un sueldo a final de mes. Pero esto no es lo mío. Y hay gente que no se da cuenta de que una persona en mi situación, sin cargas ni circunstancias que la aten irremediablemente a un trabajo, está presta a volar en cuanto el viento le sea favorable. Y no es que no quiera trabajar. Es que quiero hacerlo en algo que no me revuelva las tripas cada vez que entro por la puerta de la oficina.
Todavía, cuando llego por las mañanas, tengo la sensación de que me he equivocado de sitio. O que es algo tan temporal como esos trabajos que tenía recién comenzada la veintena que me duraban menos que mis novias. No me ubico. No encuentro mi sitio. Cumplo con mis tareas. Cada vez con mayor celeridad y soltura. Saber hacer las cosas nunca me ha preocupado porque siempre me he adaptado bien a todo. Pero esto no es lo que quiero hacer con mi vida.
Y todavía soy demasiado joven para condenarme a esa cadena perpetua. Aún puedo seguir intentando encontrar mi sitio.
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Hacía un montón que no leía tu blog, y sólo con las dos últimas entradas me acabo de dar cuenta q me queda x delante una noche sin dormir...
Algo tienen tus palabras...
¿importará q nunca sepas kien soy?
si a mi llega con saber kien eres tu...
(esq se me vino a la cabeza mientras leia y la necesidad de ponerlo aki me puede!!)