Versión 3
Vengo de...

Y voy a...

¡Y llego tarde!

El colmo del frikismo

Por si me escribes...

Visualizando


Sober [P!nk]

En el metro voy leyendo...

Y en la mesilla de noche tengo...

La serie que estoy viendo

Cuenta atrás

Propósitos de año nuevo
miércoles, 31 de diciembre de 2008
Todo el mundo le tiene mucho miedo a 2009 ya desde antes de que haya podido dar comienzo. Yo no. Yo presiento que va a ser un buen año para mí (y no olvidemos que en muy raras ocasiones mis presentimientos fallan). Presiento que en 2009 mi vida se va a enderezar y a levantar la cabeza, que se van a poner muchas cosas (y personas) en su sitio y que dentro de un año, con tres décadas ya a mis espaldas, me tomaré las uvas bien acompañada y brindaré con una sonrisa en los labios.

Por tanto ahora es el momento de hacer los propósitos de año nuevo. Y esta vez van a ser un poquitín distintos a los de siempre. No pienso dejar de fumar, ni apuntarme a un gimnasio (al menos no hasta que se arreglen mis problemas con las cervicales), lo del inglés me da igual porque lo aprendo diariamente con las choporrocientas series que sigo y lo de ser mejor persona y ayudar a los demás es lo que he tratado de hacer siempre aunque siempre me salga el tiro por la culata y encima tenga que aguantar las ausencias de aquellos a los que se les llenaba la boca hablando de la amistad que nos unía o las airadas voces que dicen que la culpable de todo soy yo. Y mi orgullo (como si los demás no tuvieran, no te jode). Y mi supuesta insociabilidad. Y lo difícil que es actuar conmigo (tócate los cojones, como si los demás vinieran con libro de instrucciones).

Así que este año sólo tengo un único propósito: mirarme el ombligo. Mirarse el ombligo es un deporte practicado por, punto arriba, punto abajo, el 90% de la población y hasta ahora yo me había resistido por encontrarlo un tanto absurdo (no olvidemos que cuanto más te miras el ombligo más probabilidades existen de encontrar mierda y de que luego te duela el cuello una jartá).

2009, entra cuando y cómo quieras. He calentado a conciencia y estoy lista para recibirte con los puños en alto, dispuesta a parar todos tus golpes bajos.
Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 21:01:00   3 Berrido(s)
Resumen navideño
lunes, 29 de diciembre de 2008
Digo yo que tendría que actualizar. Y supongo que lo digo porque me gustaría que el último post de este año fuese el 31 y antes de ponerme sentimental tengo algunas tonterías que contar...

Porque tonta estoy un rato. Eso de currar sólo cada dos días ha conseguido que no sepa en qué día vivo. El lunes de la semana pasado me atacó una gastroenteritis aguda y no fui a la oficina, el martes sí, miercoles y jueves (Nochebuena y Navidad) no, viernes sí, finde no. Hoy y mañana sí, Nochevieja y Año nuevo no, viernes 2 sí, finde no, lunes 5 sí, martes 6 no... Así no hay quien se aclare, coño, que parece que estemos jugando a la Oca!!!

Por lo demás están resultando unas navidades de lo más tranquilas, sosas y anodinas. Mi circunstancial misantropía (agudizada por el hecho de que no hay quien me haga salir de casa y exponerme a las bajísimas temperaturas que hay en la calle a menos que sea absolutamente im-pres-cin-di-ble) y el hecho de que parece que todo el mundo se ha olvidado de mi teléfono y de dónde vivo están ayudando bastante a que me olvide de en qué época del año estamos. Quizá lo más reseñable fue la cena de Nochebuena y posterior comida de Navidad en casa de mis tíos. Sí, esa que está donde Cristo perdió el gorro, el mechero y las ganas de salvar a la humanidad. Momentos reseñables de las escasas treinta horas que permanecí allí:

-Confirmado. Soy el servicio técnico oficial de informática de mi familia. Ale, hija, siéntate y dale un repasito. Me instalas el Office otra vez y miras a ver si me puede convertir esos archivos creados con el Office Vista (Vade Retro!!! Vade Retro a todo lo que lleve la coletilla "Vista"!!!) que los tengo medio abiertos con el Open Office pero no me los acaba de reconocer... ¬¬ Insisto, creo que voy a empezar a cobrar por mis servicios.

-Mi primo el pequeño (que ya va para los doce años y en cuanto pegue el estirón me dará capones con la barbilla) pese a saber ya la identidad del señor gordo de rojo y de los otros que vienen en camello, sigue recibiendo regalos (joer, en cuanto yo lo supe se me acabó el chollo). Y eso no es todo; el angelito se tiró toda la cena dando el coñazo para que sus padres le dieran los regalos. Luego se puso tierno-tonto-culpable y, al verlos, se echó a llorar diciendo que no se los merecía... Infantes...

-Mi primo el mayor, desde que descubrió que los libros se leían y no servían sólo para hacer bonito en las estanterías, da el coñazo con su apocalíptica y sarcástica visión del mundo contemporáneo. Diez minutos de conversación con él y te dan ganas de lanzar tres bombas atómicas y luego cortarte las venas con el primer hierro retorcido que te encuentres por el camino.

-Y eso no es todo. Para colmo se empeña en decirme cómo tengo que vivir mi vida. El pilar principal de su argumento es preguntar qué coño hago yo en Madrid si Madrid es una mierda consumista de caos, stress y ansiedad. Repite una y otra vez su perorata anticonsumista mientras yo le miro con la ceja levantada tratando de contenerme (que estamos en Navidad). Curiosa postura anticonsumista de alguien que tiene dos consolas, un portátil (con los que se pasa media vida jugando y hablando con los colegas on line) y dos coches (uno para él y otro para su novia). Y, sobre todo, que para ir a casa de sus padres (cosa que hace casi a diario) que viven a escasos diez minutos —andando— de la suya, tiene los santos cojones de coger el coche (sólo en bajar al aparcamiento subterráneo de su edificio y salir de él ya tarda más que si fuera andando).

-Mi tío también se apunta al rollo de "¿Qué coño tienes tú en Madrid?" (aysss, ya quisiera yo que la respuesta a esa pregunta fuera literal...) para luego empezar a despotricar salvajemente sobre la ciudad en la que vivo (en la que él nació y vivió, no lo olvidemos) al son de "sólo se ve gente rara" (olvidando que hace treinta años el raro era él), de lo mal que esta todo y de que la única zona que había mejorado era... ¡tachán, tachán! Justo, Chueca, ese barrio del que hace doce años también despotricaba y me advertía lúgubremente de que lo mejor que me podía pasar allí era ser violada analmente por un travesti en medio de una redada en la que alguien me habría metido medio kilo de droga en el bolso. Tócate los pies, Manuel!!! Sin embargo el momento más delirante fue cuando por su boca salio la frase "Si es que hasta han cerrao el Rockola...". O_o Mi cara de pasmo ya fue total. Estoooo, perdona pero el Rockola lo cerraron hace veinticinco años y quizá fueras a algún concierto allí pero sabiendo qué fauna se juntaba en ese antro y qué fauna era la que tú frecuentabas, permítime dudar que tú compartieras los porros con Alaska... Puta mitificación...

-Mi tía, en plena crisis de la mediana edad, ante el anuncio de mi indeseada castidad, se encoge de hombros, le resta importancia y me suelta que hay otras formas de consolarse. Cuando yo repongo que en mi cumpleños me regalaron un vibrador supersónico y que era francamente aburrido me espeta: "Pues cómprate unas bolas chinas, que además de darte gustito, ejercitas el músculo ese de ahí abajo y previenes la incotinencia urinaria de mayor...". A cuadros escoceses se me puso la cara, vamos...

-Pero el tema sexual no acaba ahí: Sobremesa de la comida de Navidad. Tío echando siesta, primo mayor currando, primo pequeño embobado con la tele, tía, novia de primo y servidora se ponen tontas a base de dulces y la conversación va subiendo de tono.

—Pues no sé por qué, pero yo siempre tengo sueños eróticos con tíos, muy rara vez los tengo con tías—se me ocurre decir a mí en un momento dado, con la de veces que me han dicho lo guapa que estoy con la boca cerrada.

—Aaaaaah, eso será por algo—apostilla mi tía que, pese a todo, no pierde la esperanza de que triunfe su caduca tesis de hace más de una década de que lo mío es una fase pasajera. ¿Por qué me da en la nariz que su respuesta sería algo distinta si yo me considerara hetero y manifestara que tengo sueños eróticos con mujeres?

—Pero bueno—interviene mi prima-cuñada que intuyo que debe considerarme más bollo que Navratilova y Ellen DeGeneres juntas y revueltas—pero es como las tías heterosexuales que tenemos fantasías con mujeres y nos molaría hacerlo algún día...—a lo que mi tía asiente rotundamente. Y juro por Chuchín que la botella de vino me la había ventilado yo sin ayuda por parte de ellas...

Sí, se me cayó la boca hasta los pies aunque traté de disimularlo encendiendo un cigarro. No porque me sorprenda que las mujeres heterosexuales tengan fantasías con otras mujeres sino porque me lo comenten tan alegremente durante la sobremesa de la comida de Navidad... ¿Ya se les habrá pasado la neura esa de que todas las lesbianas de su alrededor se tirarán sobre ellas al más mínimo comentario del tipo de lo anteriormente mencionado?

-Pero, sin duda, Chuchín fue el que mejor se lo pasó. Comió hasta reventar: jamón ibérico, buey, cochinillo y sus correspondientes huesos. Corrió y salió como no hace en casa: cada dos por tres el pequeñajo me decía que si lo sacaba a la calle. Resultado: cuando volvimos se tumbó en la cama y no se movía ni meneándole. Vamos, que ni abría los ojos salvo cuando ya le estaba tocando los cataplines demasiado. Levantaba un párpado con desgana y me lanzaba su mejor mirada de "que te den, tronca, que quiero dormir".

Y, pequeño apunte friki, después de que Timofónica me haya vuelto a doblar la velocidad del ADSL y llegar a los 6 megas, mi mula se ha vuelto loca y está bajando como una posesa... Y yo ya tengo claro que jamás llegaré a ver ni un diez por ciento de todo eso...

Y aún queda una semana de fiestas navideñas... ¿Resistiré o me moriré de risa en el intento?
Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 20:06:00   7 Berrido(s)
Yo flipo (Copyleft by Rita the Singer)
jueves, 18 de diciembre de 2008
Pues sí. Porque después de haber estado en el infierno el pasado verano con aquel trabajo en el que tuve la infinita desgracia de conocer al mismísimo Satán (más conocida en la tierra como Workaholic), ahora parece que he llegado a la antesala del paraiso (el paraiso como tal no, que eso sería no tener que volver a levantarme para ir a trabajar)...

Comencé a trabajar hace dos semanas, el jueves anterior al puente. Al martes siguiente, mientras me acercaba al edificio que alberga a mi oficina vi como varios muchachotes procedían al desembarco de cestas. De cestas navideñas, se entiende. Unas enoooormes cestas rojas como la navidad que iban en enoooormes palés. Desde el principio asumí que a mí no me iba a tocar ya que me habían dejado muy claro que, al venir a través de la ETT, no tenía los mismos privilegios que los trabajadores de plantilla. Vamos, que tampoco es que me muera por no recibir cesta. De hecho, a lo largo de mi vida laboral he recibido varias (estando, curiosamente, también contratada por alguna ETT) y la mayoría de ellas eran como las que había visto descargar esa mañana.

La gente de plantilla fue recogiendo sus cestas y llevándoselas a casa y durante los siguientes días iban comentando su contenido. En los desayunos mis compañeras comentaban las delicias del jamón (sí, la cesta llevaba un jamón), el lomo, los dulces... hasta que se percataban de que yo no había recibido cesta alguna y cesaban en sus comentarios. A lo que, por supuesto, yo respondía que no se preocupasen, que a mí no me importaba.

Unos días más tarde llegó otra remesa de cestas, esta vez más pequeñas. Me comentaron que eran para algunos comerciales de rango inferior y algunos clientes. Vamos, que seguía dándome igual. Me conformé con lo agenda corporativa que sí me habían regalado y que guardé en mi cajonera después de leer los aforismos de cada día.

El martes por la tarde, cuando ya sólo quedan en la oficina los últimos monos (yo entre ellos) mi jefe se paseó por mi zona, se sentó en la mesa de mi compañera buscando algo y me soltó de repente: "A lo mejor mañana te llevas una sorpresa". Mi ceja alzada le miró de reojo. "¿Por?", pregunté yo. "Aaaah, mañana lo verás", contestó él haciéndose el misterioso. "Joer, qué pronto me van a despedir esta vez", pensé irónica para mis adentros. Aunque luego supuse que tal vez les habría sobrado alguna de las cestas pequeñas y que tal vez —y sólo tal vez— me la darían. O me darían más trabajo, vete tú a saber.

El caso es que al día siguiente me dormí como una ceporra y llegué hora y media tarde. No es que fuera escandaloso porque todos los días llego media hora tarde y las únicas que se dan cuenta son las plantas cuando paso junto a ellas y mi cuerpo roza las hojas. Y según estoy dejando el bolso sobre la mesa explicando el motivo de mi tardanza, mi compañera de al lado y otra que estaba hablando con ella me dicen que el jefe quiere verme. Qué cara debí de poner que mi compañera se apresuró a decirme que no era por llegar tarde, que se lo había dicho a primera hora. No del todo tranquila, me fui a la otra punta de la oficina a ver al bromista de mi jefe. Dos encorbatados de pie hablaban con él y cuando me vio aparecer les hizo un gesto para ordenarles que desaparecieran, que tenía cosas más importantes que hacer. Se fueron y yo me acerqué temerosa. Él buscó algo entre los papeles que cubrían su mesa y me dijo: "Firma aquí". ¡Glups! Con una risita incómoda y nerviosa pregunté que por qué, a lo que él contestó: "Porque esa cesta de ahí lleva tu nombre". Miré a mi derecha y, en un rincón que había estado tapando uno de los encorbatados, yacía una de las enoooormes cajas rojas que tan contentas pusieron a mis compañeras los días pasados. Obvia decir que firmé rauda y veloz mientras me deshacía en agradecimientos.

Ahora bien, el problema era llevármela hasta mi hogar, dulce hogar. Porque aquello pesaba como un muerto. Mientras yo dedicaba la mañana a buscar algún amable chofer que nos condujera, a mí y a la cesta, hasta mi morada; mi jefe guardaba la susodicha cesta bajo llave en uno de sus armarios. Al final fue Coquí el alma caritativa la que se acercó con su coche hasta mi lugar de trabajo y me llevó, atasco mediante, hasta mi casa. Aunque, lamentablemente, no pudo ser recompensada con la botella de Santa Teresa de quince años que le prometí porque llegaba tarde y no pudo subir conmigo.

Cuando llegué, sin aliento tras subir tres pisos a ese muerto de color rojo, la dejé en la entrada (no hubiera podido moverla más), me quité el abrigo y procedí a abrirla y colocar su contenido en los sitios apropiados. Chuchín bailaba la sardana a mi lado cuando saqué el jamón y el lomo de Guijuelo y más de una vez le tuve que apartar porque olisqueaba demasiado intensamente. Después fui yo la que se puso a bailar la polka en medio del pasillo al sacar la botella de Cardhú de doce años. Y el vino. Y el cava. Y los dulces. Y el queso (ñam, ñam, quesoooo). En fin, que no sigo que no quiero encontrarme con un grupo de linchamiento esperándome en el portal cuando baje a la calle...

Y hoy, como me he quedado a acabar unas cosas (media hora, ya ves tú... si para Workaholic eso era menos de lo que se podía espera de un trabajador), una de mis compañeras me ha mirado al pasar y me ha dicho: "¿Pero qué haces tú tan tarde aquí todavía?". Ainsss... De verdad, que me lo dicen hace cuatro meses y no me lo creo...

PROXIMAMENTE...

Arrierita's Camera Cafe. Porque esta oficina es como un muestrario de caracteres para mis proximas doce novelas.
Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 19:45:00   6 Berrido(s)
He vuelto (aunque nunca me fui)
lunes, 15 de diciembre de 2008
No, no me ha tragado ningún agujero negro, ni me han internado en un psiquiátrico de máxima seguridad (aunque sé que ambas opciones le resultarían tentadoras a más una). En las últimas tres semanas mi vida ha vuelto a dar un triple mortal y se ha agitado cual coctelera llena de raros mejunjes.

Podría empezar por el pequeño detalle de que cambié de trabajo. Sí, otra vez, que ya sabemos todos que yo cambio de curro como de bragas. Atrás dejé la oficina circense en la que me recluía de ocho a cuatro en pos de la zona empresarial de la Castellana. Zona por la que camino a diario pensando: "Ahí trabajé yo... Y ahí... Y ahí... ¡Ay, creo que ahí también!". Y, para variar, es una buena empresa (o al menos lo parece). Grande. Con oficinas espaciosas. ¡Hasta hay plantas naturales! Y la gente es simpática y agradable. Me explican todo. Y cuando me equivoco no me echan la bronca sino que dicen: "Ay, si tú no tienes la culpa, es que no te lo hemos explicado bien". Ganas me dan de mandarle un mail a Workaholic invitándole a que se pase por allí, a ver si aprende modales. Y mi jefe es majo. Gasta bromas, sonríe, no me chilla. Incluso cuando le dije que hoy llegaría más tarde porque tenía que hacerme unos análisis de sangre, al decirle que luego lo recuperaba, me dijo que ni se me ocurriera. Y no contento, al rato volvió a mi mesa y me dijo: "Que como recuperes las horas te doy de collejas, que el tiempo del médico es sagrado. Cuando haya que echar horas, ya las echarás". Obvia decir que si hago horas extras, me las pagarán convenientemente...

Mi llegada fue recibida como agua de mayo. Y desde el primer momento me fueron presentando a todo el mundo (y yo que, después de Workaholic, pensaba que esa costumbre se había perdido...). Y tras asignarme una mesa con ordenador, teléfono, mesa supletoria, impresora, cajonera, bandejas, cubilete para los bolis y todo lo que pudiera necesitar, nos fuimos a desayunar. Ea, que hay que recuperar fuerzas. Y con tan curiosa suerte que al volver nos encontramos con que el edificio había sido desalojado a causa de un simulacro de emergencia. Empleados de trece plantas vomitados en la calle formaban corrillos y reían mientras aprovechaban para echarse un cigarrito.

Y a partir de ese día, todo va como la seda. Mis compañeras parecen estar muy agobiadas por el cierre del año. Me asignan tareas sencillas o sin excesiva complicación que llevo a cabo en poco tiempo (y es que, perdona, bonita, que llames "carpetoncio" a una carpetilla con una quincena de solicitudes hace que me entre la risa floja). Vamos, que tocan las castañuelas cada vez que me ven aparecer por sus mesas con la tarea ya realizada en la mano y pidiendo más.

Por otro lado, debo tener una cara de lo más peculiar. Vamos, una de esas caras que son como un libro abierto porque un día, desayunando, se pusieron a hablar de Gran Hermano. Y una de ellas me preguntó que si lo veía. "No", respondí encogiéndome de hombros. "Me lo imaginaba", dijo ella con una sonrisita satisfecha por haber acertado con su intuición. Al día siguiente, también desayunando, le pregunté que por qué se imaginaba que no veía el programa de la Milá. "Pues porque no, porque no te pega, porque eres muy espabilada, haces las cosas muy bien y muy rápido y seguro que eres muy selectiva". O_o

¡¡¡¡¡Workaholic, perra, ven aquí y aprende a ser persona!!!!!

Así que claro, cada día voy con ganas a trabajar y estoy tan de buen humor que hasta me pongo a tararear cuando estoy tecleando en el ordenador. Y salgo animada y contenta. Y de buen humor. Cachisenlamar, a ver si me dura mucho tiempo... El trabajo y el buen humor, claro.

Por otro lado también estoy volviendo a tener algo de movimiento en mi vida social. Alguna presentación a la que asistí como animadora (ser una especie de empleada fantasma de mi editorial es lo que tiene). Otra en la que seré yo la presentadora y de la que ya os informaré convenientemente. Unas compras en la Fnac, que hacía como un par de años que no me daba un homenaje comprando libros y mirándolos luego en mi casa como si fueran juguetes (las frikis somos así). Un viaje este pasado fin de semana en el que por primera vez he montado en avión...

Porque esa es otra. Desde que supe que tendría que montarme en uno de esos bicharracos con alas, las taquicardias y los sueños recurrentes con aviones se convirtieron en mi pan de cada día. Acojonaita perdida que estaba. ¿Y si me pierdo en el aeropuerto? ¿Y si me equivoco de día, de hora, de terminal o de bragas? ¿Y si el despegue me tritura —aún más— las cervicales? ¿Y si, y si, y si...? Y cuando llegó el momento, mientras por mi cuerpo corría la cerveza, el Lexatín y el Myolastán con más concentración que la de mis propios glóbulos blancos y rojos; mientras ajustaba mi cinturón de seguridad hasta aplastarme la vejiga; mientras mis uñas se clavaban en el reposabrazos como las de una gata a la que intentan meter en el agua el avión entró en pista, comenzó a coger velocidad y despegó... Y yo... Iba a decir que fue como si volara pero creo que está claro que era justo eso lo que estaba haciendo y no vale como símil. Se me dibujó en el rostro mi ya famosa sonrisa de imbécil supina y me pasé todo el vuelo mirando por la ventanilla, pese a que era de noche y no veía más que las lucecitas de las ciudades...

Sip, parece que las cosas empiezan a encauzarse. A ver cuánto me dura la racha...
Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 18:58:00   10 Berrido(s)
¿Quién soy?

Me llaman:Arrierita
Vivo en: Madrid, Spain
Y digo yo...: Acercándome peligrosamente a los treinta he desistido de encontrar a alguien en sus cabales. Me aburre que me digan lo maja que soy y lo mucho que merezco la pena personas que después salen corriendo como si se hubieran dejado la comida en el fuego. Me aburre la gente que va de legal por la vida pero nunca es consecuente con sus actos. Me aburre salir a la calle y cruzarme con tanta gente a la que no quiero saludar. De lo que no me aburro nunca es de tener a mi lado a tantas personas que me hacen sonreír cada día. A todos los demás... ¡Arrieritos somos... y en el camino nos encontraremos!
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