Esto de la vuelta al curro me está resultando mucho más duro que la "vuelta al cole" que viví el año pasado. Y mira que he tenido la suerte de pillarlo en época de jornada intensiva que si no... El caso es que cuando llego a casa ando como zombi. No hago nada y me acuesto superpronto por voluntad propia. Eso sí, en el curro sigo sin saber muy bien cuáles son mis tareas. Y a partir de mañana ya veremos porque a las vacaciones de Workaholic se le han unido las vacaciones de mi compañera... Aunque algo me dijeron el jueves de que me pondría a maquetar, cosa que agradeceré ya que es un trabajo más concreto y yo maquetando soy más feliz que una perdiz.

Durante el puente he tenido reunión familiar donde Cristo perdió el gorro, el mechero y las ganas de salvar a la humanidad. He dado las buenas nuevas y durante tooooodoooo el sábado me dediqué a darles clases de informática a mis tíos y al pequeñajo así como a configurarles el ordenador después de que se lo tuvieran que formatear a causa de un montón de virus que se les colaron... Vamos, que a diez euros la hora me hubiera sacado un pico...

Por otra parte, Gabachín está ya en su ciudad natal de vacaciones acompañado de la okupa de su novia. Y como ya han encontrado piso (en Chueca, nada menos, y barato. Si es que los hay con suerte) cuando vuelvan se irán para allá. Así que yo disfrutaré de unas vacaciones de soledad con todo el piso para mí hasta final de mes, cosa que ya iba necesitando después de encontrarme a la susodicha novia okupa por las mañanas sin previo aviso porque había venido en mitad de la noche...

Y mientras, a seguir buscando compañero, que la cosa está muy parada y todavía no ha venido nadie a ver el piso. El primero del casting vendrá mañana y es... ¡otro francés! Está visto que mi piso últimamente parece una delegación de la ONU...

Este último par de días parece que ha refrescado. El verano parece que empieza a amenazar con largarse. Y yo que me alegro enormemente, oyes. Que se vaya al calor, que vuelva todo el mundo a la ciudad y que la rutina se instale de nuevo, que tengo muchos planes para este nuevo año (porque ya he dicho muchas veces aquí que para mí el año empieza en septiembre).

En fin...

Sí, he sobrevivido. He llegado al viernes, quinto día en esta mi nueva empresa que ha celebrado este año su cincuentenario (está visto que lo mío es currar en sitios con solera). Y el viernes ha sido, con diferencia, el día más aburrido. No tenía absolutamente NADA que hacer. Y cualquier cosa que me mandaban, tardaba nanosegundos en acabarla (¿de verdad alguien puede considerar algo que hacer el pasar seis contratos de una carpeta a otra? ¿o hacer un corta y pega entre dos archivos de Excel? ¿o llamar a la empresa de mensajería para pedir un mensajero?). Para colmo Workaholic tenía una reunión fuera de la oficina y antes de marcharse me ha dicho que no sabía cuándo volvería pero que la esperase (no olvidemos que era su último día puesto que se ha cogido vacaciones y tendría que dar instrucciones a diestro y siniestro y repartir todos los marrones).

Lo de salir a desayunar en manada me sigue pareciendo extraño pero lo agradezco, oyes. Porque tampoco hay mucha prisa en hacerlo. Vamos paseando hasta el bar, juntamos varias mesas, vamos pidiendo nuestras cosas de beber y comer y nos ponemos de charleta. Yo, como tengo la jodía manía de acabar siempre en medio de las mesas, termino por no saber hacia qué conversación atender así que acabo girando la cabeza de un lado a otro como si estuviera viendo un partido de tenis. Y esto ha sido así hasta que a mi izquierda se han pronunciado las palabras mágicas. A saber: eMule, series y Perdidos. Mi compañera defendía las series de producción nacional tipo Los Serrano mientras que otro compañero situado justo enfrente de nosotras sentenciaba: "Yo al principio veía eso pero, claro, luego ves Perdidos, House, Prison Break y...". "No hay color", he terminado yo mientras cruzábamos una mirada de reconocimiento. Y es que ser friki siempre une.

Luego mi compañera se quejaba de que tenía muchísimas películas bajadas que aún no había visto. "Pero, ¿cuántas tienes?", he preguntado yo. "Pues unas ciento cincuenta", ha contestado. De verdad, he intentado no descojonarme. "Verás, es que yo me tuve que hacer un archivo en Excel para saber lo que tenía. Con más de mil películas y más de cien series con todas sus temporadas tenía serios problemas para no volverme a bajar cosas que ya tenía". Su cara ha sido todo un poema. "¿Y tu ordenador ha sobrevivido a todo eso?", ha preguntado con sorna. Uy, chata mi ordenador aguanta lo que le eche.

A partir de la una todo el mundo ha comenzado a huir de la oficina con destino a lugares mucho más agradables mientras que mi compañera y yo permanecíamos perennes en nuestros puestos. Mi aburrimiento y desesperación iban en aumento. No tenía nada que hacer. Cada media hora salía a fumar. O al baño. O a rellenar la botella de agua. En una de esas veces que me ausentaba, al volver me doy cuenta de que mi compañera ha conectado su iPod Shuffle a unos altavoces y que a través de ellos estaba sonando Supersexy girl de Fundación Tony Manero. Bueno, no está mal. Después alguna de Amy Winehouse o Amaral. Pero de repente al reproductor (puesto en modo aleatorio) le dio por el revival y empezaron a sonar la mayoría de canciones de Alaska y Dinarama (sobre todo del album Deseo carnal), Shut up (and sleep with me) de Sin with Sebastian, You make me feel (mighty real) en la versión original de Sylvester (y no en la que hizo posteriormente Jimmy Sommerville), Daddy Cool de Boney M, It's raining men de The Weather girls y así hasta confeccionar la más típica y tópica compilación de éxitos gays de ayer, hoy y siempre. Mi ceja izquierda permanecía inmóvil con forma de acento circunflejo mientras ella me decía que eran las canciones de su juventud y yo me mordía la lengua para no contestarle que esas canciones eran tan, tan gays que ya ni las ponen en los bares de Chueca (y vamos, no me jodas, que haber vivido tu adolescencia en los ochenta no quiere decir nada, que hoy mis vecinos me han despertado con la radio sintonizada en M-80 y ninguna de las canciones que han sonado estaban ni remotamente asociadas a la subcultura gay). A estos heteros no hay quien los entienda, de verdad...

Por fin, cuando ya casi era hora de irnos, ha vuelto Workaholic y mientras sonaba por los altavoces el A quien le importa ella nos daba instrucciones para las próximas dos semanas. Cualquier día de estos me dan un premio a la persona que mejor sabe aguantarse las carcajadas.

Cuando ya nos íbamos le he pedido a Workaholic que me firmase el parte de horas de la ETT (se suponía que sólo iba a estar una semana con esos putos chupasangres y luego pasaría a plantilla de la empresa pero esa misma mañana me llamaron para decirme que continuaba una semana más —algo que, por otra parte, yo ya me olía—). Mientras me lo firmaba se lo he comentado a Workaholic y me ha dicho que no me preocupe, que no es que esté a prueba ni nada parecido, sino que en agosto el departamento de Recursos Humanos está bajo mínimos y si ya de por sí son lentitos pues ahora más... De todas formas, aunque ya me han pedido todos los datos típicos (DNI, cuenta corriente, número de la SS y demás) hasta que no firme el contrato con ellos no me voy a quedar tranquila...

En fin, disfrutemos del fin de semana...

Si algo bueno está teniendo lo de volver al mundo laboral es que durante todo el día siento unos irrefrenables deseos de escribir. Si es que las personas somos así de contradictorias. Durante diez meses he tenido tiempo de sobra para escribir una enciclopedia entera y no he hecho más que abrir media docena de archivos con textos inconclusos. En cambio ahora, que no puedo trasnochar ni concentrarme en las historias que tengo en mente y, además, debo hipotecar varias horas del día en tratar de comprender los entresijos de un nuevo trabajo que, por ahora, me está superando, no hago más que pensar en mil proyectos a la vez, tomar notas hasta con el móvil y leer como una rata de biblioteca a cada momento libre (mientras voy en el metro, mientras hago el trasbordo, mientras visito al señor Roca, mientras como y un poco más antes de dormir, lo justo para que el libro no se me estrelle contra la jeta y pueda dejarlo en su sitio y apagar la luz de la mesilla).

En la oficina sigo albergando la misma incertidumbre del primer día. No acabo de entender muchas cosas. Para acabar de animarme, una de mis compañeras me ha dicho hoy que ella ha tardado años en cogerle el truco. Por otro lado, como Workaholic se va mañana de vacaciones durante dos (benditas) semanas, se está encargando, para que me mantenga ocupada en su ausencia, de atestar mi (provisional) mesa con carpetas, expedientes y planos que miro con el ceño fruncido como si estuvieran escritos con ideogramas chinos . Y yo lo único que quiero es que me asignen de una p*** vez una mesa, un ordenador y una cuenta de correo porque estoy harta de enviar mails explicando que yo no soy la remitente que aparece sino "la chica nueva", de hacer sitio para las cosas entre las plantitas de su moradora habitual, de verle el careto a ella y a su novio en el fondo de escritorio y de que a los cinco minutos de no usar el ordenador me salte el p*** salvapantallas con fotos de George Clooney (hay que ver lo clásicas que son algunas). Y es que no me apetece que me tomen por hetero, fíjate tú (y menos que piensen que me gusta George Clooney, for Christ sake!).

Y mañana viernes... Qué ganas tengo de cogerlo por banda...

En mi antigua oficina se escuchaban Los 40 Criminales. En mi nueva oficina también. Ha pasado casi un año y la cadena sita en Gran Vía 32 se parece cada vez más a Kiss FM. Como no tengo el aparato muy cerca, sólo me llegan ráfagas en esos raros momentos en que los teléfonos dejan de sonar y la gente se concentra en algún archivo de Word o Excel (o en alguna página web con la que planificar las vacaciones). Y es como si nada hubiera cambiado. Las mismas canciones: Carolina de M-Clan, Princesas de Pereza, Insoportable de El Canto del Loco, Las de la intuición de Shakira, Smile de Lily Allen (eso sí que fue un bluf, ¿qué ha sido de esa niñata?), Umbrella de Rihanna... y no mencionaré más porque ya os habréis hecho una idea. Y eso que yo juraría que desde septiembre del año pasado se han sacado bastantes discos. De hecho cada mes cambio el repertorio de mi mp4 para estar un poco al día. Pero nada, que en los 40 no dejan que los discos viejos cojan polvo...

(¡Ah, sí! He escuchado una canción nueva: la última de La Oreja de Van Gogh pero como, a pesar de haber cambiado de cantante, es tan... orejavangohiana, la suelo confundir con alguna de las antiguas.)

Lo de ir a desayunar en manada también se me hace raro. Primero porque al no conocer a casi nadie (y ser totalmente incapaz de recordar los nombres que me dicen en las presentaciones-cuentagotas) voy como un satélite que ha perdido su órbita. Y segundo porque tras casi tres años de ir a tomarme mi cafetito con leche a media mañana acompañada únicamente por mi EP3, mi Jueves, mi Rolling Stone o mi Fotogramas, se me hace raro eso de escuchar las apasionantes conversaciones de mis nuevos compañeros y compañeras. Eso sí, aprendo una jartá. Ya sé cómo detectar una otitis y un cólico en bebés. Oye, que nunca te acostarás sin saber una cosa más.

Y como hoy Workaholic no estaba (porque estaba de viaje aunque le ha dado tiempo a llamarme para darme instrucciones) el día ha sido tranquilito. Una vez finalizado un nuevo contrato (impagable la cara de mi compañera al pasar al lado de mi mesa y ver cómo corregía una primera versión impresa haciendo unos garabatos la mar de extraños en los márgenes... deformación profesional, qué se le va a hacer...), me han dado un presupuesto para que confeccione una bonita tabla en Excel. Oyes, que me han hecho más feliz que una perdiz porque aunque haya gente que odie eso de picar texto, a mí como que me relaja; me encuentro en un terreno que conozco y domino y me encanta eso de poner cuadritos, formulitas y colorines.

Tal vez llegue al viernes... Pero más que nada porque mi reinserción al mundo laboral me está creando una descomunal somnolencia y necesito dormir...

En esta oficina las presentaciones se hacen con cuentagotas. Y es raro porque cuando era "la temporal" o "la chica que mandaba la ETT" me presentaban hasta a la mujer de la limpieza durante la primera media hora. Aquí, en cambio, como mi puesto (mentira, aún no tengo puesto asignado, estoy en el de una que está de vacaciones) está justo enfrente del baño y todos, en un momento u otro, acuden a él; al salir o entrar del mismo reparan en mi presencia (jops, como para no reparar con la cantidad de espacio que ocupo) y se me acercan para presentarse y darme la bienvenida.

Hoy, como la Workaholic tenía médico y no vendría hasta tarde, hemos hecho un poco de vida social y unos diez nos hemos ido todos juntitos a desayunar. Yo, en un extremo de la mesa, al final he acabado departiendo con una mujer que vive en el Barrio del Pilar (y van...) que entró hace seis meses y me decía que el ambiente era muy agradable y la gente muy amable. Y mi cara de poker se acentuaba con cada palabra que decía la pobre. Estas informaciones contradictorias me tienen en un sinvivir. ¿En qué quedamos? ¿Cada uno va a su bola o son la gran familia feliz?

Después de volver de desayunar, hacer un nuevo inventario de musarañas y chequear mis cuatro cuentas de correo (las más habituales) unas chorrocientas veces cada diez minutos, casi a mediodía ha llegado Workaholic en vaqueros, con su enorme bolso en una mano y un casco bajo el brazo (y comprendí quién era la de la foto que hay en su despacho montada en una moto de gran cilindrada). Obviaré todo lo que se me ha pasado por la cabeza en el nanosegundo anterior a que clavara la mirada en mí, que mi GayPS hace mucho que se estropeó...

A partir de ahí, he currado algo. Pero sólo algo. Preparar un par de contratos (es decir, ctrl+c y ctrl+v) y enviar un mail desde la cuenta de la compañera ausente pero firmando con mi nombre. Vamos, para que el que lo reciba se pase un buen rato pensando por quién preguntar cuando llame.

También me ha dicho que para la semana que viene probablemente ya tenga un puesto, un ordenador y una cuenta de correo propia. ¡Wow! Una cuenta corporativa con mi nombre, de esas que al final te sueltan el rollo de que te lo pienses dos veces antes de imprimir y luego el rollo legal de la confidencialidad y demás mandangas, ¡¡¡yuju!!! (nótese la ironía subyacente, please), ya casi soy una persona importante...

Y así andamos. Yo calculo que para finales de la semana que viene ya habrá habido alguien que me haya preguntado si tengo novio...

A las nueve de la mañana, puntual como un reloj suizo, estaba yo en la recepción de mi nueva empresa. Por supuesto, como mi jefa workaholic nunca sabe cuándo saldrá, llega cuando mejor le viene. Media hora sentada en el borde de un sillón mientras la pobre recepcionista me daba un vaso de agua, me indicaba dónde estaban los servicios y me decía que, si quería, me saliera fuera a fumarme un cigarro.

Por fin aparece la susodicha. Lejos de lo que yo esperaba, apenas sí me presenta a un par de personas. Luego me dice que vaya a recepción para que me den un cuaderno y un boli y pueda apuntar cosas. La recepcionista, que ya debía andar hasta el moño de mí aunque lo disimulaba la mar de bien, me da lo que le pido y me pregunta que si no quiero nada más. De camino nos cruzamos con la jefa que, al verme sólo con el cuaderno y el boli, me espeta: "¡Pero coge más cosas, todo lo que necesites, que te vas a quedar!". Joer, jefa, comprenda usted que una no está acostumbrada a eso de no tener fecha de caducidad...

Pero a partir de ahí... Pues... no sé yo... Creo que aquí no voy a durar ni dos telediarios. Por inútil, seguramente.

PUNTOS POSITIVOS:

-La oficina está a quince escasos metros de la boca del ídem.
-La temperatura ambiente es agradable. El aire acondicionado se nota pero no congela. Nada de peleas con la gente por subir o bajar la temperatura.
-Todo está sorprendentemente nuevo (no deben llevar mucho ahí ya que aunque aún queda algún que otro monitor CRT, la mayoría son TFT).
-No hay etiqueta en el vestir. He visto vaqueros, zapatillas, camisetas pop y tatuajes en la sección más joven.
-Hay Internet sin cortapisas (aunque, como comprenderéis, sólo he entrado un par de veces a comprobar mi correo pero no me he entretenido escribiendo nada).
-El mes de agosto sí hay jornada intensiva.

PUNTOS NEGATIVOS:

-Mi jefa. Workaholic total. Maja pero con mal genio. "¿Lo entiendes o no? Porque si no lo entiedes no puedes seguir", me ha dicho en un momento dado. Mi respuesta mental ha sido: "A ver, bonita, llevo cinco horas y media en esta oficina, no me he tomado ni un miserable café, nadie me explica una mierda y ha habido ratos en los que he podido hacer inventario de las musarañas del techo, ¿cómo quieres que lo entienda? ¿Acaso esperas que por el mero hecho de entrar por la puerta de la oficina se me ha quedado todo en la cabeza por osmosis?". Por supuesto, mi respuesta ha sido una lacónico: "Sí, lo entiendo".

-La única vez que he salido a fumar un cigarro he coincidido con un tío que me presentó la jefa a primera hora de la mañana. Me ha preguntado que qué tal. Yo, obviamente, le he dicho que bien, que aprendiendo. Su respuesta: "Tienes que ser incombustible. Y dura. Si eres incombustible, durarás. Si no lo eres, no. Porque aquí cada uno va a lo suyo y nadie te ayuda" (a eso le llamo yo dar ánimos a alguien en su primer día de curro, sí, señor).

-Todavía no sé en qué coño consiste mi trabajo. Sólo sé que me he pasado la mañana dándole vueltas a una tabla de excel cuadrando precios. Y las cifras me mareaban, oigan. Cuadrar doce millones de euros no es algo que una haya hecho todos los días.

RESUMIENDO:

Yo no llego al viernes. Como si lo viera.

Dos meses y medio. Doscientos cincuenta CV's enviados. Docenas de entrevistas. Un número incalculable de llamadas. Muchas promesas que acababan en decepción pero por fin, mañana 4 de agosto de 2008, Arrierita vivirá su primer día en un trabajo estable y con contrato indefinido (todo lo indefinido que hoy en día se puede ofrecer pero, vamos, librarme de las ETT's sólo va a ser comparable con un orgasmo tántrico).

Eso sí, ya me han dejado claro que voy a trabajar cual mula de carga. Voy a ser la mano derecha de la jefa de departamento, a llevar mil tareas a la vez y, aparte de todo lo relacionado con la administración, también voy a maquetar catálogos (bueno, al menos los cursos me han servido para algo y dejaré de sentir —sólo en parte— que he tirado el dinero). Ya en entrevista me preguntaron si tenía "problemas de horarios", lo cual viene a decir: "bonita, aquí echamos más horas que el reloj de la Puerta del Sol así que vete despidiendo de tu vida social". Aysss, en breve me convertiré en una workaholic como mi amiga I, de la que hablaba en este post. Sólo espero que no me dé por calentarle la boca al resto de los mortales para luego salir corriendo al grito de "mi trabajo es lo más importante".

La cosa pinta bien. La empresa —multinacional— se dedica a distintos sectores haciendo hincapié en energías renovables y defensa del medioambiente. Así que mis principios éticos seguirán intactos. Seguro que con el paso de las semanas comienzo a ponerle pegas o alguna de las condiciones no resulta ser cómo me la habían contado pero ahora mismo estoy tan nerviosa como cuando tenía diecinueve años y empezaba mi vida laboral haciendo pizzas: ¿seré capaz? ¿no seré capaz? ¿me echarán por inútil? Cuántas preguntas pululan ahora mismo por mi cabecita...

Ya sólo me queda solucionar el tema de la búsqueda de un nuevo compañero de piso que, si tenemos en cuenta que es para entrar en septiembre, cuando toda la manada de estudiantes viene a la capital para comenzar el curso académico, no debería tener problemas...

Por mi parte, pese a que todavía no he empezado, sólo puedo pensar en cuando pasen unos meses y ¡¡¡pueda tener, por primera vez, vacaciones pagadas!!!