Versión 3
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La serie que estoy viendo

Cuenta atrás

Series en serie III: Queer as Folk
miércoles, 28 de noviembre de 2007
Situémonos: Octubre de 2000. Un amigo mío regresa de Londres y se instala en mi piso. Con él, entre una gran variedad de juguetes (obviaré el tipo de los mismos), se trae varias cintas de VHS —sí, las cintas de vídeo se utilizaban hasta no hace tanto tiempo— de una serie llamada Queer as Folk, estrenada por el prestigioso (por arriesgado) Channel 4 en febrero del 99. Completamente entusiasmado (sí, queridos y queridas, igual que con el VHS, hasta hace no mucho era toda una novedad que una serie, del tipo que fuera, se dirigiera a la población rarita) empieza a explicarme el auténtico fenómeno social que provocó el estreno de la serie en las puritanas tierras de Isabel II. No contento con ello, me planta el primer capítulo en la tele. En versión original, of course, y gracias a la traducción simultánea de mi amigo, consigo enterarme de algo (sí, yo soy de esas a las que el inglés británico le parece ininteligible). Al mismo tiempo me entero de que Showtime, un canal de pago norteamericano, está preparando una versión con el mismo nombre.

Pasan los años y Queer as Folk se hace conocida pero sólo en su versión americana. A algunas librerías especializadas llegan dvd’s de zona 1 (que seguro que trajeron de cabeza a muchos por no saber que nuestros queridos lectores patrios son incapaces de reproducirlos) y comienzan a circular en Internet los capítulos subtitulados. A partir de ahí comienza la avalancha de series comerciales dirigidas al público gay y lésbico: The L Word (también en Showtime), Sugar Rush (otra arriesgada apuesta de Channel 4 finalmente cancelada), South of nowhere (de una filial de MTV, The N) y otras tantas que, con mayor o menos fortuna, se han ganado las simpatías o los odios de much@s de nosotr@s y cuyas audiencias habría que medir por número de descargas más que por otros métodos más tradicionales.

De este modo llegamos a junio de 2006. Con The L Word emitiéndose en Canal +, Cuatro decide comenzar a emitir la primera temporada de Queer as Folk (claro, en abierto, las lesbianas, como ahora debemos ser más ricas que los propios gays, pagaremos gustosas la cuota de Canal + por ver la otra serie) y a mí me pica la curiosidad. Aunque ya había visto el primer capítulo de la versión americana de QAF (y había comprobado que era una mera copia, plano a plano, del que ya había visto de la versión inglesa), procedo a descargarme ambas series. Así, mientras que la británica se compone de una primera temporada de ocho capítulos de media hora y una segunda de un solo capítulo más otro especial de hora y media, la americana se distribuye en cinco temporadas y 83 capítulos. Así que mi mulita se tiró unas cuantas semanas currando como una ídem (porque claro, como comprenderéis, no era la única serie que me estaba bajando en ese momento).

Así que en agosto ya me estaba viendo los diez capítulos del QAF inglés. En ella Stuart Allan Jones es el protagonista, un gay heterófobo y promiscuo del que está eternamente enamorado su mejor amigo Vince Tyler. La acción comienza una noche de copas en la que Stuart conoce a Nathan, un chaval de quince años a quién inicia en el sexo. Paralelamente, la amiga lesbiana de Stuart da a luz al hijo de ambos esa misma noche. A partir de ahí, en los siguientes siete capítulos se van desgranando las peripecias habituales de un grupo de amigos gays de un modo divertido, a veces impasible y con una incorrección política inesperada para la época.

La segunda temporada, en cambio, da la sensación de que se había previsto una mayor duración pero que se les cerró el grifo en el último momento y tuvieron que improvisar un final (un final surrealista y descacharrante). “Bueno” pensé, “ya hemos visto el experimento inicial, ahora veamos qué han hecho los yanquis con él”. Y comienzo con la primera temporada de la versión americana. Pufff, nada menos que 22 episodios. Paciencia… De nuevo veo el capítulo piloto. De nuevo pienso que es una mera copia del inglés pero, pese a la supuesta trasgresión de las escenas de sexo, se nota cierta moralina. Stuart es aquí Brian, mucho más radical, más frío y, si cabe, más promiscuo. Vince es Michael, más blando, más bobalicón y con un aura, a veces irritante, de osito de peluche. Nathan es Justin pero ya no tiene quince años (¡por dios, no!) sino diecisiete-a-punto-de-cumplir-dieciocho (y que ese punto quede bien claro, que Brian es un poco corruptor de menores pero sólo un poco, ¿eh?) y el amigo feo y perdedor que en la versión inglesa moría a consecuencia de una reacción a una droga que le da un ligue anónimo; en la versión americana, su personaje, Ted, se recupera completamente arrepentido de haber confiado en un desconocido... El resto de la temporada es exactamente igual que la inglesa (mismo argumento, mismos planos e incluso mismos diálogos) pero dilatada hasta el aburrimiento si antes has visto la original por lo que, a pesar de tener ya descargadas las otras cuatro temporadas, opté por dedicarme a otras cosas.

El pasado mes de octubre retomé los capítulos que me quedaban con cierta sensación de: “bueno, los veré, pero no creo que mi opinión cambie”. Pues sí, cambió. Es cierto que en algunos momentos se me hizo pesada y aburrida pero en otros llegó a emocionarme (es lo que tienen los yanquis, saben cómo hacer que se te salte la lagrimita). Porque a partir de la segunda temporada, liberada ya del lastre que suponía ser una copia, el QAF americano, cual adolescente que se va de casa, adquiere personalidad propia, los personajes crecen y se hacen más complejos, algunos evolucionan y otros no pero el discurso general de la serie cambia.

¿Y cuál es este discurso? Pues algo en lo que a veces, gays y lesbianas, ocupados en adquirir una igualdad de derechos con respecto a los heterosexuales, a veces dejamos a un lado. Y se trata de la dicotomía entre integracionismo (o asimilacionismo) y segregacionismo (o comunitarismo). El preguntarse: "¿De verdad somos iguales que los heteros o es sólo una forma de agachar las orejas para que nos toleren?". Estas dos posturas vienen representadas antagónicamente en Brian y Michael. Brian odia la norma heterosexual (aunque no duda en beneficiarse a costa de ella) y cree en la trasgresión y en el estilo de vida gay, la noche y el sexo fortuito como estandartes de su propia libertad como individuo. No quiere ser aceptado, sólo que le dejen en paz (representativo de esto es el capítulo en el que un candidato a alcalde muy conservador para el cual trabaja clausura el cuarto oscuro de la discoteca Babylon y sólo entonces Brian reacciona. A él le da igual poder casarse o no pero que no le quiten sus “espacios de ocio”). La otra cara de la moneda es Michael: romántico y bonachón, aunque gusta de salir por el ambiente gay (the scene entre los anglosajones) en el fondo confía en encontrar a un príncipe azul con el que pueda formar una familia. Es monógamo y no cree ni en la pareja abierta ni en la promiscuidad excesiva, postura que le granjea no pocas mofas por parte de Brian al considerar que quiere parecerse al enemigo en lugar de posicionarse contra él.

¿Mejoras con respecto a la versión inglesa? La pareja lésbica tiene un gran peso en la historia. Sin duda más que en la original en la que su papel es meramente anecdótico. De hecho esta pareja, Lindsay y Melanie, me parece mucho más realista que las que nos ofrecen desde la serie lésbica por antonomasia, The L Word. Incluso las escenas de sexo me parecen más fieles a lo que ocurre en la realidad entre dos mujeres. La única pega se la pondría cuando pretenden asociar penetración (una práctica más, al fin y al cabo, independientemente de la orientación del sujeto) con el deseo oculto de una de ellas por un hombre. No, perdona, por ahí no paso. No confundamos la velocidad con el tocino, señores.

Aunque quizá lo que más me ha gustado haya sido el ver reflejado cierto mundo o cierta subcultura (la estrictamente gay) en la que me he movido hasta hace unos años. Porque si bien es cierto que ahora me relaciono más con mujeres, durante los primeros seis o siete años en los que salía por el ambiente, mi habitat natural estaba entre hombres gays con los que salía de marcha, acudía a discotecas o colaboraba en colectivos. Porque me encanta el imaginario homosexual, sus pautas, su argot, sus mitos y leyendas. Porque yo sí creo que existe una cultura gay aunque no siempre como elemento diferenciador sino como acento connotativo. En la diferencia está la diversidad. Y en la diversidad, la riqueza. Por eso, al final, incluso Michael claudica y ante un auditorio repleto de gente y medios de comunicación rechaza leer un discurso escrito por otra persona que comenzaba con el ya manido: “Soy como vosotros”. Vuelve a doblar el papel y es cuando habla él realmente: “De hecho esa no es la verdad. Seguro que, en muchos aspectos, soy como vosotros. Quiero ser feliz. Quiero cierta seguridad. Dinero extra en mi bolsillo. Pero, en muchos otros aspectos, mi vida no se parece en nada a la vuestra. ¿Por qué debería parecerse? ¿Tenemos que tener las mismas vidas para tener los mismos derechos? Creía que este país estaba basado en la diversidad. En la comunidad gay tenemos drag-queens y hombres vestidos de cuero y transexuales y parejas con hijos, todos los colores del arco iris. Mi madre, que está allí al fondo con algunos amigos, mis amigos, me dijo una vez que las personas son como los copos de nieve, cada uno especial y único y por la mañana tienes que echarlos de la entrada de tu casa. Pero ser diferentes es lo que nos hace a todos iguales. Es lo que nos hace ser una familia”. Discurso previsible y bienintencionado pero que no por ello deja de ocultar una gran verdad entre sus frases: "No somos iguales". Pero no ser igual que tu vecino, lejos de convertirse en un rasgo negativo debería ser, sin más, una nota de color, un retal más con el que conformar ese inmenso edredón de patchwork que es la sociedad.

Cuando ves una serie completa en poco tiempo, una serie ya finalizada que ha durado años y que te ventilas en menos de un mes, te acostumbras muy rápido a los personajes, les coges cariño, te resultan familiares y llegan a vivir más allá de las fronteras de la ficción. Muchas veces tienes la sensación de que te quedan muchas más cosas por saber de ellos y que, en cuanto puedas, te verás los nuevos capítulos. Pero no los hay. Y los echas de menos. Queer as Folk comenzó siendo una mera copia de otra serie y acabó siendo una entidad en sí misma que creció al margen de su semilla. Y, de nuevo, me veo en la obligación de decir lo de siempre: ¿Qué importa que los protagonistas sean homosexuales, lesbianas, bisexuales, transexuales o hetero si, al fin y al cabo, de lo único que se habla es de la vida?

Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 3:30:00   9 Berrido(s)
Series en serie II: Dexter
martes, 20 de noviembre de 2007
He sido afortunada: he visto Dexter antes que A dos metros bajo tierra. Para mí Michael C. Hall siempre será un sociópata que sublima su maldad tomándose la justicia por su mano en lugar del estirado hijo gay de una familia que dirige una funeraria. Porque todo en Dexter gira en torno a este actor. Él es la serie. Su voz en off inquietante y sombría (espero —que no confío— que el doblaje al castellano esté a la altura), su mirada dura y torva y su metódico y minucioso modus operandi llenan cada fotograma de un modo pegajoso y envolvente.

Confieso que durante los primeros episodios me revolvía incómoda en el sofá. Pese a tener cierta querencia por las historias de psychokillers y poseer un estómago a prueba de imágenes cruentas (al fin y al cabo es cine, todo es mentira, ¿no?) que resiste sin problemas el gore de grado medio, la serie me causaba gran desasosiego. La obsesión de Dexter Morgan es la sangre. En su cabeza esa sangre y la forma en que sale del cuerpo es elevada a la categoría de obra de arte. Tal percepción se puede apreciar en las fotografías que cuelgan en las paredes de su despacho-cubículo en las que manchas de dicho fluido parecen obras pictóricas de un raro expresionismo.

La aparición de la sangre en la serie es de un gusto minimalista, igual que la forma de matar de su protagonista. Pareciera que su libro de cabecera es ese clásico de Thomas de Quincey titulado Del asesinato considerado como una de las bellas artes o que, cuando menos, considera el título como su principal mandamiento. Dexter se toma su tiempo para matar. Prepara una habitación a tal efecto para, además, no dejar ni una sola prueba y que, en cambio, todo quede perfectamente limpio y recogido, como para quien el bricolaje es su hobby y al acabar de montar una estantería, recoge el taller para que su mujer no le eche la bronca. En ningún momento llegamos a ver cómo sacrifica a sus víctimas ni, mucho menos, cómo las descuartiza. Tan sólo al final vemos, envueltos y bien atados, los despojos humanos a los que ha reducido el cadáver. Quizá por ello es más inquietante y turbador. No podemos ver lo que les ha hecho pero lo imaginamos en nuestra mente y eso puede ser aún más horrendo porque las posibilidades que nuestro propio subconsciente nos brinda son infinitas.

Los doce episodios se ven en un suspiro. En cuanto dejas atrás la turbación inicial no puedes por menos que sentir simpatía por Dexter. Simpatía y algo de compasión. Sabes, en tu fuero interno, que podrías llegar a trabar amistad con él. Aunque también sabes que, como ocurre con otras personas de nuestro entorno, estarías siempre con la mosca detrás de la oreja porque hay algo en su comportamiento que te escama. Y es que Dexter, a medida que avanza la historia, va descubriendo dentro de sí mismo pequeños retazos de humanidad. ¿Existe la posibilidad de que sea algo más que el monstruo que siempre ha creído ser?

Pero, sin duda, lo mejor de la serie es su cabecera. Un minuto cuarenta y un segundos de planos detalle y primeros planos a medio camino entre el arte pop y el hiperrealismo con constantes alegorías a la sangre pero dejando patente en todo momento que un psicópata en su vida cotidiana no es tan distinto de cualquiera de nosotros, que se levanta, se afeita, se viste y desayuna como el común de los mortales. Y todo ello aderezado con una sintonía musical irónica y perturbadora que te prepara para la peculiar atmósfera en la que se desarrolla la serie.


Una pequeña joya y obra de culto de la televisión actual. En cuanto vea la segunda temporada os contaré si continúa manteniendo alto el listón.

Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 21:31:00   5 Berrido(s)
Series en serie I: Anatomía de Grey
Es muy fácil describir Anatomía de Grey: Es la Sensación de vivir del siglo XXI. De verdad, ¿es que nadie se ha dado cuenta de los paralelismos entre ambas series? Muchos dirán que nada tienen que ver las vicisitudes de un puñado de adolescentes de Beverly Hills con las de un grupo de internos treintañeros de un hospital de Seattle. ¿Que no? Bueno, partamos primero de la premisa de que la adolescencia es ahora un estado indefinido que se dilata hasta que al individuo se le empieza a caer el pelo y a descolgar las carnes. Bien, ya empezáis a ver los paralelismos, ¿verdad? Las personas salen del instituto pero está claro que el instituto nunca llega a salir de ellas habida cuenta de que se siguen comportando del mismo modo.

Repasemos a los personajes. La insufrible Meredith Grey (candidata a recibir
el bofetón del año por mema e insulsa) y sus mareos alrededor de Derek-sosoman-Sheperd, ¿no os recuerda a la infumable Brenda Walsh y sus idas y venidas con Dylan-caracartón-McKay? Del mismo modo, Derek-sosoman-Sheperd es un híbrido entre Brandon-debuenosoytonto-Walsh (porque se supone que es el guapo oficial) y el caracartón de pasado oscuro (porque sosoman también tiene sus sucios secretillos, que si no la cosa no tendría emoción). Pero sigamos.

¿La doctora modelo Izzy Stevens no os recuerda en ocasiones a la pija insoportable (perobuenachicaenelfondo) de Kelly Taylor con los tintes ingenuos de Donna Martin? Eso por no hablar de su relación de ni-contigo-ni-sin-ti con Alex Karev que es como una versión remasterizada de Steve Sanders (aparte del parecido físico: mismo tono de piel, mismas entradas, misma mirada de sátiro perverso que parece desnudar mentalmente a toda fémina en la que posa la vista). Y así llegamos a Cristina Yang, la más empollona, la más ambiciosa, la que se quiere labrar un brillante futuro profesional… ¿No os suenan esos atributos a los que también poseía Andrea Zuckerman? Bueno, aquí el parecido no va mucho más allá porque mientras Andrea era tonta hasta decir basta, la doctora Yang gasta una mala leche y una ironía que reíros vosotros de ese “hiriente sarcasmo” que muchos me adjudican. Y por último, pero no por ello menos importante, George O’Malley. ¿A quién os recuerda este? ¡Sí! ¡Justo! A David Silver, el inadaptado, el menos cool, el eterno último de la lista pero con un gran corazón que acaba ganándose un hueco en el grupito de los guays.

Mención aparte merece mi adorada Kate Walsh. Muy pocas actrices pueden entrar en una serie soltándole a la superheroína protagonista: “¿Tú eres la zorra que se está tirando a mi marido?” y acabar consiguiendo que te caiga bien y que la prefieras a ella mucho antes que a cualquiera de las otras chicas del reparto. Por no hablar de esa estupenda vis cómica que parece que están aprovechando en el spin-off creado expresamente para ella, Private Practice.

Por si aún os lo estabais preguntando, no, no me gusta la serie. Con esto quiero decir que sí, vale, se deja ver, está entretenida, hacen buen uso (y a veces abuso) del montaje musical (¿cuánto habrá pagado la discográfica de Tegan & Sara para que sus canciones suenen en un capítulo sí y en otro también?), el final de la segunda temporada con el archiconocido y explotado Chasing Cars de Snow Patrol puede resultar emotivo (aunque, en mi opinión, lo podrían haber aprovechado mucho mejor) pero, ¿qué más aporta? Nada. La voz en off de Meredith (o, a veces, de otros personajes) soltando obviedades y verdades de Perogrullo llega a resultar cansina. Además, a poco que una se pare a analizar críticamente lo que dicen, el grado de cabreo puede pasar de moderado a intolerable. A mí no me parece nada gracioso que personas de treinta años vayan contándole al espectador (un espectador aún joven e inexperto) que la responsabilidad es un asco. No, señores. Ya sabemos que la responsabilidad es un asco pero es que LA VIDA ES ASÍ. Luego nos extrañaremos de que treintañeros que peinan canas se comporten como adolescentes descerebrados, incapaces de asumir las responsabilidades que conlleva la vida adulta y refugiándose en vanas y endebles excusas para justificar un comportamiento totalmente inmaduro.

Creo que la única frase pronunciada en la serie con la que estoy de acuerdo es la que proclama en un momento dado el director de cirugía, Richard Webber: “Estoy cansado de ver a hombres comportarse como niños”. Pues sí, amigo, yo también. Pero ya podíais poner vosotros algo de vuestra parte para mostrar otros modelos de conducta. A ver si por aquello de imitar a los ídolos televisivos, los espectadores toman un poquito más de conciencia de sí mismos y se empiezan a comportar acorde con la edad que tienen.

P.D.: Ya se ha comenzado a hablar de que en la cuarta temporada Cristina Yang se liará con una mujer. Para más señas, la gran rival de su ex novio Preston Burke... Hay que ver lo modernos que son en esta serie mostrando la diversidad de la sexualidad humana... En cuanto vea la cuarta temporada seguiré informando. ;-p

Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 0:00:00   8 Berrido(s)
¿Una noche más?
lunes, 19 de noviembre de 2007

Hace dos años estaba literalmente atacada aunque luego me explayé comentando la jugada. El año pasado, el mismo día de la presentación, me presentaron (valga la redundancia) a la insigne bloguera que este año se ha encargado de presentarme a mí (y que siga valiendo la redundancia).

Este año no he tenido un ataque de ansiedad, no me he pasado los diez días previos comiéndome las uñas hasta los muñones (y si he estado nerviosa y/o acelerada era por otros motivos que no vienen al caso). Tan sólo tuve un pequeño apretón (y nunca mejor dicho) la noche anterior. Sí, yo también me hago caquita de vez en cuando…

La verdad es que la cosa fue mucho más relajada que otras veces. Aunque compartiera el acto con otro autor de mi editorial, eso no impidió que servidora se llevara el baño de multitudes que según mi profesor de edición gusta a todos los autores (¡Meeeec! Error. Con lo tímida y vergonzosa que soy yo no siempre me hace gracia ser el centro de atención).

Habló el presentador de Iván Babiano. Habló el susodicho. Habló mi presentadora. Hablé yo. Y luego nos enzarzamos en un pequeño debatillo acerca de la tan manida polémica acerca de la literatura gay mientras algunas blogueras tardonas entraban en la sala.

Tras la sesión de firmas, el exquisito (¡juas!) vino español, algunas charlas (¡vivan las relaciones públicas!) y mi superabuela hablando con mis colegas, todos en comandita nos fuimos a la tabernilla de al lado de mi ex curro a llenarnos la barriga con cervecitas, sangrías, morcilla, croquetitas, chorizo y unos tirabuzones de pollo con salsa de cabrales que a más de una le hacían salivar como al perro de Pavlov… A las nueve de la noche ya llevaba en el cuerpo tres cervezas y dos cubatas (y es que eso de que te conozcan en el bar al que vas hace que te carguen exageradamente las copas). Pero estaba feliz. Feliz de ¡por fin! dejar atrás la promoción del último libro. Feliz de reunir a mis amigos y amigas (¡ejem! es un decir, en realidad reuní a mis amigas con JM, que vuelve a adoptar su papel de bollo honorífico que tan en desuso tiene desde hace un tiempo). Feliz y calmada por primera vez en mucho tiempo. Sintiendo que las cosas se asientan y van ocupando su lugar.

Luego nos largamos a la Bohemia a seguir bebiendo. Antes de las doce de la noche ya habían caído tres copas más y a mí me empezó a entrar la vomitona verborréica. Para entendernos, que no me callaba ni debajo del agua. Lo peor es que sólo recuerdo retazos de algunas conversaciones y me temo que di la brasa a más de un@.

Y como colofón de la noche… ¡¡¡Síiiiiii!!! Volví al Antro Verde tras mes y medio de destierro. Ya dentro perdí la cuenta de las copas. Sólo sé que entré con un billete de cincuenta euros y salí con una moneda de dos. Y también sé que a más de una copa me invitaron… Lo curioso de la noche es que se me debía notar lo feliz que estaba porque notaba cómo las miradas se clavaban en mí cada dos por tres. De hecho hubo un momento en que saqué un cigarro, me lo puse en los labios y como no encontraba el mechero me pusieron delante dos cigarros encendidos y un mechero para que me lo pudiera encender. Todo ello ante la mirada atónita de Sari que me preguntaba: “¿A ti qué te pasa hoy?”. Nada, chica, que esa noche muchas salieron sin lentillas y no me veían bien… ;-p

Esta vez la resaca ha durado dos días… Si es que ya estoy mayor…

Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 5:41:00   4 Berrido(s)
Presentación de "La serpiente Arcoiris" y "Una noche más"
miércoles, 14 de noviembre de 2007
Este blog, en su incansable tarea de hablar de todas las facetas de la cultura, la contracultura y la culturilla de andar por casa se place en comunicar a sus pobres e incautos lectores un nuevo acto de esos en los que se hablará de lo divino y de lo humano y de esas cosillas tan modelnas y cool que tanto nos gustan a las bollis y a los maricas.

El acto en cuestión es la presentación de dos novelas: La serpiente Arcoiris de Iván Babiano y Una noche más de servidora (sí, esa misma que os aparece en el banner nada más entrar en este humilde blog).

El lugar, para no variar ni perder las buenas costumbres, será el Forum de la Fnac Callao. La fecha y la hora será el próximo viernes 16 de noviembre a las 18:30 h. Podéis acudir bien provist@s de huevos, tomates y demás hortalizas (no problem, los autores estamos acostumbrados a esquivar cosas mucho peores).

Como aliciente comentaros que la presentación de servidora correrá a cargo de una insigne bloguera (que, además, es muchas otras cosas en su vida cotidiana, entre ellas una buena amiga) y que Arrierita hará gala de su ya conocido "hiriente sarcasmo", al más puro estilo House, que tanto molesta a algunas habitantes de la zona noroeste de la capital.

Tras el acto degustaremos un exquisito vino español (qué bien queda esto, ¿eh?) y los autores estamparemos nuestra rúbrica en ejemplares de las novelas, libretas, trozos de papel, servilletas o cualquier otra superficie que nos pongáis a tiro. Puede que hasta nos prestemos a hacernos fotos con todo aquél o aquella que nos lo pida amablemente (aviso que mi imagen suele romper la mayoría de las cámaras) para que conservéis un bonito recuerdo de tan singular evento.

Afilad vuestras lenguas para preguntas indiscretas y probaos vuestras mejores galas para salir guap@s en las fotos. Cuanto menos nos echaremos unas risas para empezar bien el fin de semana.


Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 14:13:00   9 Berrido(s)
El cine mejor en casa
domingo, 11 de noviembre de 2007

La única razón por la que se me ocurre ir al cine es para poder ver las películas mejor que en mi casa. Debido a mi adicción a las series hace mucho que no acudo a salas comerciales y para cuando quiero ver una película porque me han hablado mucho de ella ya está en DVD. Aunque también es cierto que seis euros o seis y medio por ver una película que no me gusta y salir echando pestes también me disuade bastante.

Pero volviendo a la primera razón que argumentaba para acudir al cine… Cuando se me ofrece algo nuevo, distinto o de difícil acceso sí que me muevo para meterme en una sala junto a centenares de personas más para ver una película. Ese sería el caso de los festivales de cine. Estos festivales nos ofrecen en exclusiva y, en ocasiones, como única posibilidad, obras que de otro modo no llegarían a nuestras pantallas convirtiéndose en un momento perfecto para dejarse caer por alguna de las sesiones.

Desde hace doce años Madrid tiene un Festival de cine gay y lésbico (el conocido LesGaiCineMad) que, con el paso del tiempo, se ha convertido en uno de los más importantes del país, el cuarto o el quinto, según ellos, cosa que, personalmente, dudo bastante teniendo en cuenta que antes que ese están los dos que Barcelona tiene con las mismas características y que mucho antes aún se encontrarían los de San Sebastián, Gijón, Valladolid, Málaga o Sitges. por citar los más importantes. Pero bueno, allá cada uno con sus pretensiones y su capacidad para creérselas. Yo, por mi parte, sólo voy a hacer dos preguntas:

¿POR QUÉ UN FESTIVAL DE TAN “ALTOS VUELOS” PROYECTA TODAS SUS SESIONES EN VÍDEO SIN RESPETAR EL FORMATO EN QUE CADA OBRA HA SIDO GRABADA?

¿POR QUÉ LA GENTE ES TAN BORREGA QUE NO SE QUEJA POR PAGAR CINCO EUROS Y RECIBIR A CAMBIO IMAGEN DEFECTUOSA, FALLOS TÉCNICOS Y MALA CALIDAD DEJÁNDOSE LOS OJOS EN LA PANTALLA SÓLO PORQUE ES ALGO GAY O LÉSBICO?

Para los que no hayan querido o podido acercarse al festival esta edición os dejo los enlaces para el eMule de algunas de las películas proyectadas durante estos días. Os ahorraréis los cinco euros de la entrada y, de seguro, la calidad de imagen y sonido serán mucho mejores en vuestra casa que en la sede del festival.

¡Que lo disfrutéis!

- Itty Bitty Titty Committee (V.O. Inglés. Subtítulos Español)

- Fremde Haut (V.O. Alemán. Subtítulos Español)

- Nina’s Heavenly delights (V.O. Inglés. Subtítulos Español)

- Riparo (V.O. Italiano. Subtítulos Español)

- Un amour a taire (V.O. Francés. Subtítulos Español)

- Puccini for beginners (V.O. Inglés. Subtítulos Español)

- Ci-Quing (V.O. Chino. Subtítulos Español)

- Comme des voleurs (V.O. Francés. Sin subtítulos)

- Keillers Park (V.O. Inglés. Sin subtítulos)

- Outing Riley (V.O. Inglés. Sin subtítulos)

- Say Uncle (V.O. Inglés. Sin subtítulos)

- Wild tigers I have known (V.O. Inglés. Sin subtítulos)

- Le nouveau monde (V.O. Francés. Sin subtítulos)

(Para ejecutarlo sólo tenéis que pinchar en los enlaces con el eMule abierto y se añadirán a vuestra lista de peticiones. En IE creo que es automático, con Mozila Firefox se abrirá una ventana de diálogo en la que sólo deberéis pulsar "Ejecutar aplicación")

P.D.: Alguien debería hacerle un homenaje a Yoda. ¡Cuántas cosas nos perderíamos si no fuera por sus subtítulos! ;-)
Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 21:10:00   9 Berrido(s)
Qué cosas...
martes, 6 de noviembre de 2007
¿He dicho ya lo mucho que me gusta ser una pseudo intelectual semiociosa...?

¿He dicho ya que mi vida social ha vuelto con ganas de guerra...?

¿He dicho ya que poseo un sarcasmo hiriente y una lengua viperina...?

¿He dicho ya lo poco que entiendo a la peña... (de lo cual se beneficia directamente mi querido Chuchín Infernal que, como me ve más tiempo en casa, está de un cariñoso que ni os cuento)?

¿He dicho ya que soy una puta adicta a las series... (ya han caido las dos temporadas de Kyle XY... Y ahora ando decidiendo cuál será la siguiente)?

¿He dicho ya que en corregir y maquetar he encontrado mi vocación...?

Sí, ya sé que últimamente no digo nada. Pero, total, ¿para qué decirlo? Cada vez que abro la boca nadie es capaz de ver más allá de la ironía...

Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 1:00:00   6 Berrido(s)
Batiburrillo de primeros de noviembre
viernes, 2 de noviembre de 2007
¿Qué diferencia hay entre una adicta al trabajo y una pseudointelectual semiociosa? La primera se pasa la vida encerrada en una oficina, come sandwiches de máquina, no tiene vida social, sale de trabajar pasada la medianoche sea lunes, sábado o festivo pero asegura pasarlo bien y sentirse respetada y valorada aunque no pueda disfrutar del dinero que se acumula en su cuenta corriente mes a mes. La segunda probablemente viva endeudada pero es independiente, pasa largas temporadas encerrada en casa fraguando su último atropello contra el arte y el buen gusto y cuando lo hace público se lanza a la calle reactivando a mil por hora la vida social que había dejado aparcada durante la etapa de gestación creativa. Va a galas y fiestas, se deja caer por cafeterías chic y tabernas de tapeo, asiste a eventos culturales con la lengua bien afilada y su "hiriente sarcasmo" presto a aflorar a sus labios a la mínima de cambio. En realidad también está trabajando, aunque no lo parezca porque se lo pasa bien de verdad...

Cómo se me va la olla últimamente... Es lo que tiene cruzarse con tantos extraños seres...

Hace un año pasé Halloween preparando la fiesta en el salón de MP. Me disfracé de monja y acabé roncando en un sofá hasta que fue de día. Y luego comenzó noviembre. Como anoche.

Desde hace muchos años (casi diez ya) noviembre es para mí sinónimo de cine. Desde que yo formaba parte del Festival de cine gay hasta ahora que me paseo por él mostrando mi acreditación de prensa. Me niego rotundamente a pagar dinero por ver películas proyectadas en vídeo y que, probablemente, ni me gusten o pueda bajármelas de Internet. Y me niego rotundamente a aportar ni un céntimo a las arcas de una organización en la que dejé de confiar hace mucho tiempo. Eso sí, disfruto enormemente dejándome ver por personas a las que sé que no caigo bien. Una que se ha vuelto muy tocapelotas con el tiempo... Qué se le va a hacer.

Anoche algunas blogueras et moi asistimos a la gala de inauguración del susodicho festival. La película con la que se abría era Say Uncle, dirigida, producida y protagonizada por Peter Paige, el televisivo Emmet Honeycutt de Queer as folk. Me llamaba la atención porque el muchacho me cae bastante bien. Aunque resultó un poco floja. Ya veremos qué nos depara el resto de la programación. De entrada resulta relevante la gran cantidad de obras de temática lésbica, algunas de ellas precedidas de cierta expectación gracias a diversos foros de Internet. Pero ya daré un repaso cuando acabe el festival...

Luego todos en manada acudimos a la discoteca Ananda a la fiesta oficial donde se produjo una curiosa y divertida mezcla humana. Por un lado, gays y lesbianas pululando por un entorno tan poco habitual y por otro una enorme muchachada de heteritos y heteritas disfrazados por Jalogüin. Todos juntos (que no revueltos) y servidora miraba la escena entre curiosa y divertida comentando las jugadas con quien pillara cerca. Porque esa es otra. Ayer, no sé muy bien por qué, andaba espídica perdida (sólo me tomé un Red Bull antes de salir pero debe ser que al reducir el consumo de cafeína a cero ahora cualquier cosa me pone como una moto). No podía dejar de hablar. Y lo peor es que yo soy de las que pretendo tener conversaciones profundas y trascendentales mientras suena a todo volumen el dichoso y ubicuo Umbrella de Rihanna. La verdad es que no sé cómo consigo articular un discurso medianamente coherente en esas circunstancias ambientales.

Aunque el plan inicial era acabar la noche en Medea, como nos apalancamos en los sofás de Ananda, a las tres y media de la mañana lo único que nos apetecía era irnos a planchar la oreja. Y así lo hicimos, taxi mediante of course, hasta llegar cada una a nuestro hogar. Obvia decir que nada más llegar me senté al ordenador y tardé un buen rato en hacer efectiva mi intención...

Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 0:31:00   5 Berrido(s)
¿Quién soy?

Me llaman:Arrierita
Vivo en: Madrid, Spain
Y digo yo...: Acercándome peligrosamente a los treinta he desistido de encontrar a alguien en sus cabales. Me aburre que me digan lo maja que soy y lo mucho que merezco la pena personas que después salen corriendo como si se hubieran dejado la comida en el fuego. Me aburre la gente que va de legal por la vida pero nunca es consecuente con sus actos. Me aburre salir a la calle y cruzarme con tanta gente a la que no quiero saludar. De lo que no me aburro nunca es de tener a mi lado a tantas personas que me hacen sonreír cada día. A todos los demás... ¡Arrieritos somos... y en el camino nos encontraremos!
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