Versión 3
Vengo de...

Y voy a...

¡Y llego tarde!

El colmo del frikismo

Por si me escribes...

Visualizando


Sober [P!nk]

En el metro voy leyendo...

Y en la mesilla de noche tengo...

La serie que estoy viendo

Cuenta atrás

En la cuerda floja
miércoles, 30 de julio de 2008
A veces pienso que alguna de esas personas a las que tan mal caigo y que tanto me odian (y no lo digo en broma, que las consecuencias de las lindezas que deben haber dicho sobre mí se pueden incluso encontrar en la red) me echó un mal de ojo en algún momento del pasado porque no es normal que se me acumule todo lo malo y que por cada pequeño destello de tranquilidad (que no felicidad) le sucedan una serie de catastróficas desdichas (aunque en mi caso sean en La Elipa y no en Lemony Snicket). Hoy, después de más de dos meses buscando y más de doscientos currículums enviados he comenzado a trabajar con un contrato de... quince días.


Pero bueno, sigo haciendo entrevistas (dos nada más de salir hoy de currar; así que ahora, entre lo poco que dormí anoche y lo mucho que me he meneado hoy, me duelen hasta las pestañas) y me ofrecen cosas bastante interesantes —¡en incluso con sueldos medianamente dignos!—, aunque después de todo lo que he visto durante las últimas semanas no me fío ni de la sombra de las ratas que puedan pulular por las oficinas que visito...

Aunque la cosa no acaba ahí. Ayer, cuando mi ánimo no podía ser más deplorable y la autocompasión me seducía rodeándome el cuello amorosamente, Gabachín tocó a mi puerta para comunicarme que... se va del piso. Menos mal que tengo una estupenda cara de poker que he ido perfeccionando con los años porque en ese mismo momento, en mi interior, había una pequeña Arrierita gritando y soltando improperios contra el mundo. La razón de su marcha es que le han contratado en la empresa en la que estaba de becario, su permanencia en España es definitiva y se quiere ir a vivir con su novia (cosa que estaba más que clara porque últimamente la susodicha pasa más tiempo aquí que en su ciudad natal). Siempre pasa lo mismo. Para un compañero medio normal que encuentro y con quien no tengo problemas, se pira en poco tiempo... Cuando cerré la puerta de mi habitación no sabía si cortarme las venas, dejármelas largas o hacerles la permanente. Qué dilema, oigan.

Así que por si no tuviera poco con la búsqueda de empleo, ahora me toca pasarme el mes de agosto recibiendo frikis en busca del menos peligroso para compartir gastos. De verdad, que no gano para sustos...

¿Algún día tendré algo bueno que contar? En fin, vida esta...
Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 20:54:00   2 Berrido(s)
X Files 2: Cagarla es la clave
viernes, 25 de julio de 2008
-----¡Atención! Post mega friki y lleno de spoilers. Quién avisa no es traidor-----

No tuve yo bastante escarmiento el día del estreno de Indiana Jones y el geriátrico de cristal que ayer estaba como una niña chica con un enorme cubo de palomitas y más de un litro de cocacola dispuesta a enfrentarme a la caída de más mitos. Día del estreno, primera sesión, proyección en V.O. (aunque Expediente X pueda ser de las pocas obras audiovisuales que no me importa ver dobladas porque sus voces las tengo muy metidas en el cerebelo, como ya se avisó de que Laura Palacios no doblaba a Scully, preferí ahorrarme el sofocón) y acompañada por una amiga que en la vida ha visto un capítulo de la serie para que me diera una visión objetiva en caso de que ocurriera lo que finalmente ocurrió.

Estaba emocionada, lo admito. Y con una sonrisa de oreja a oreja mientras trasegaba palomitas sin parar. La primera imagen con los primeros acordes de la mítica sintonía de Mark Snow me predispusieron para pasar un buen rato y durante cuarenta o cuarenta y cinco minutos lo consiguieron. Aunque a partir de entonces ya empecé a preguntarme cuándo empezaba la película. La sala no estaba muy llena. Prefiero achacarlo a que era la primera sesión y a que mucha gente se había ido de puente. La mayoría éramos chicas y, lejos de lo que yo pensaba, más jóvenes que yo. Así que debo pensar que eran a las que sus padres sí dejaban ver la serie aunque fueran muy pequeñas o de las que la han visto después, verbigracia del P2P. Porque frikis eran un rato. No se les escapaba una. Cada guiño era respondido con un montón de carcajadas. Mi pobre amiga se reía por contagio y no pocas veces me tuve que inclinar a su oído para explicarle la gracia. Y es que, la verdad, llegó un momento en que dejé de esperar que empezara la película y comencé a tomármelo a risa. Hoy hasta tengo agujetas en la tripa de lo que me reí. De lo que me reí por no llorar.

Durante el mes pasado me dediqué a revisionar las nueve temporadas para tenerlas frescas en mi mente pese a saber que la película no continuaba la serie. De hecho, estaba esperando al estreno para escribir uno de mis largos post sobre series (sobre la mejor serie de TV y sin la cual muchas de las que hoy en día triunfan, no podrían existir). Y lo haré. Dentro de un par de días, para quitarme el mal sabor de boca que me ha dejado este despropósito y resarcirme un poquito.

Curiosamente, hace un par de semanas vi el pre-air de Fringe, la nueva serie de J.J. Abrams, creador de Lost. Se estrena en septiembre y viene a ser una especie de Expediente X del siglo XXI. Siendo sincera, no me hizo mucha gracia pero después de ver lo que Chris Carter ha hecho con su obra maestra, el piloto de Fringe me parece una maravilla.

Pero vayamos con la película y con los spoilers. Si no la has visto deja de leer. Y si sigues leyendo luego no te quejes de que te destripo el argumento...

Veamos, la serie acabó en 2002 con Mulder condenado a muerte por un tribunal militar. Él y Scully, convertidos en fugitivos y —¡por fin!— en pareja, huyen. La última vez que les vemos están abrazados en la cama de un motel de Rosswell, Nuevo Mexico. La colonización extraterrestre tiene ya una fecha de inicio —22 de diciembre de 2012— y ambos personajes han aceptado con resignación que no se puede hacer nada contra ella aunque su último diálogo deje una puerta abierta a la esperanza.

Se decía que al principio de la película se explicaría qué había pasado en el lapso de los seis años transcurridos desde entonces. Sí, vale, digamos que se explica al estilo X file: con sobreentendidos y ambigüedades para que el público saque sus propias conclusiones. De este modo suponemos que Mulder y Scully son pareja y viven juntos (porque en ningún momento se ve que Scully tenga su propia casa). Mulder está en plan ermitaño, con una barba descuidada y encerrado todo el día en un despacho que no es sino una réplica de aquel que tantas veces apareció en la serie y que ahora ha alcanzado el paroxismo de la alienación de su ocupante: lleno de recortes de periódicos y fotografías con los que pretende dar un sentido a una existencia perdida. Esta escena está repleta de guiños a los fans: el mítico poster del ovni con la frase I want to believe, la fotografía de la hermana de Mulder, las pipas de girasol que come compulsivamente y los lapiceros clavados en el techo y, por supuesto, el diálogo-confrontación entre ellos dos que resulta tan familiar para quienes los conocemos desde la adolescencia.

También se dijo que antes de comenzar a rodar la película, tanto David Duchovny como Gillian Anderson firmaron una cláusula en sus contratos por la cual se negaban a interpretar escenas de sexo. Loable decisión por parte de ambos ya que una escena de este tipo entre Mulder y Scully hubiera estado totalmente fuera de lugar por mucho que todos hayamos fantaseado alguna vez con ello. Como contrapartida lo que sí tenemos es una escena de cama en su sentido más literal. Primero vemos a Scully tumbada en la cama, mirando al vacío como tantas otras veces. Pero después comienza a hablar y vemos que Mulder está con ella y que el sexo entre ellos se produce de vez en cuando (coñe, que ya empezábamos a pensar que no eran humanos). Incluso hay tiempo para las bromas íntimas cuando él le da un beso y ella le replica que su barba pincha demasiado.

Esto es lo que hace soportable el primer tramo de la película aunque dudo que alguien que no haya seguido la serie lo disfrute del mismo modo. Porque en cuanto a la presentación del argumento... (¡ah! ¿es que había argumento?). Las primeras escenas son potentes, con el equipo del FBI buscando entre la nieve mientras siguen al sacerdote pedófilo vidente y se intercalan las imágenes del secuestro de una mujer que luego descubrimos que también es agente del FBI. Pero el guión (¡ah! ¿pero había guión?) no arranca. La presencia de los agentes Whitney y Drummy es meramente anecdótica. El regreso a las oficinas del FBI de Washington era otra referencia obligada pero que sólo salva el gag que hacen cuando ambos miran la foto de Bush y suenan los acordes de la sintonía (aunque no sé por qué se miran tan extrañados puesto que en las dos últimas temporadas el señorito de Texas ya estaba cómodamente instalado en la Casa Blanca). Whitney y Drummy metidos con calzador (y la muerte de la primera totalmente sorpresiva y prescindible, como su personaje), el padre Joe como mera excusa para conectar el caso con lo paranormal pero cogido por los pelos (llegados a este punto he leído a mucha gente que no pega que Scully sea tan malhablada con este personaje... me temo que estas personas olvidan que Scully, en momentos de gran cabreo, tenía cierta tendencia a acabar sus frases con "hijo de puta") y la desaparición de las mujeres (que sólo son dos y por las sinopsis que se leen por ahí llegas a creer que son dos docenas) que no acabas de entender unido a las escenas del laboratorio clandestino con unos diálogos en ruso que no han sido traducidos (supongo que intencionadamente así que los espectadores rusos quizá sean los que más disfruten de la peli) hacen que cuando ya llevas hora y media pegada en la butaca, te empieces a remover incómoda y a desear que te expliquen de una puta vez qué coño estás viendo... Eso sí, cuando Skinner apareció casi logró arrancar aplausos. Por no hablar de cuando él y Scully van en el coche buscando a Mulder y Skinner dice: "Mulder no haría ninguna locura". La mirada de Scully arrancó aún más carcajadas que el chiste visual de Bush. "Bueno, Mulder no haría una locura tan grande", rectifica el director adjunto y las carcajadas continuan... Lo que yo os diga, que en el fondo era una comedia y no nos hemos dado cuenta.

La trama paralela de Scully y el niño al que trata, recordatorio emocional del hijo que tuvo que entregar en adopción, aburre hasta la nausea. Al principio pensé que podría estar relacionado con los experimentos de los rusos pero al acabar y ver que no tenía nada que ver me dejó —una vez más— con cara de gilipollas. Por no mencionar el beso final entre ella y Mulder. Que sí, que vale, que es algo que los fans siempre hemos deseado pero sigo pensando que lo que nos gusta es el "casi" que siempre hay entre ellos más que lo explicito que pueda haber. Además, se supone que son pareja —aunque sean una pareja tan rara como los casos que investigaban— y el morbo ya no es el mismo. A los dos se les ve cansados, exhaustos. Evolución lógica, por otra parte, dada la edad de los personajes y el tiempo transcurrido pero, al fin y al cabo, son personajes de ficción y se debería poder hacer con ellos lo que se quiera.

Al final de todo una tiene la sensación de que realmente en la película los personajes que aparecen no son Mulder y Scully sino Hank Moody (personaje de Duchovny en Californication) y una prima de Julianne Moore que hizo la residencia con Meredith Grey y se le pegó toda la estupidez de esta.

La última escena, con Scully a punto de operar al niño, te saca definitivamente de la película. Pero a patadas, oigan. Porque, francamente, te importa tres pimientos lo que ocurra. Es como si fuera el final de otra película. No pega. No pega. Y no pega.
¿Y qué decir de la delirante escena tras los créditos? Yo ni sabía que existía. No me levanté y salí corriendo porque suelo tener por costumbre ver todo hasta el final. Además, así podría memorizar los nombres de los implicados y no volver a ver una película o serie en la que intervengan. Pero el proyeccionista nos corta los créditos (y eso que nadie había abandonado la sala) y nos encienden las luces. Los gritos y protestas fueron alucinantes. Eso y las risas. Porque yo no podía creerme el grado de frikismo de las presentes. Vamos, que por un momento pensé que nos íbamos a ir todas de cañas para hablar de la peli. Las quejas surtieron su efecto y pudimos ver el final más friki que he visto jamás. Una barca, Scully tumbada en ella en bañador cual reina de Saba mientras Mulder rema cual esclavo en dirección a una isla. Creo que todas pensamos automáticamente en Lost. Yo casi estaba esperando que salieran el oso polar y John Locke a darles la bienvenida (no en vano, Terry O'Quinn tuvo dos papeles en la serie y uno en la primera película). Friki, bizarro, delirante... Los adjetivos se quedan cortos. Creo que con esa escena lo que Chris Carter ha querido dejar claro era que todo había sido una broma, una tomadura de pelo y la mejor forma que se le había ocurrido de darles el golpe de gracia a dos personajes que hicieron historia en la televisión...

Creo que me voy a poner la season finale de la novena temporada para olvidarme de todo...

Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 20:40:00   5 Berrido(s)
Reencuentro
jueves, 24 de julio de 2008
Esta tarde volveré a tener quince años...

Aunque, la verdad, en el cartel parecen dos estatuas de cera...
Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 15:22:00   0 Berrido(s)
Frases
miércoles, 23 de julio de 2008
-Me encantas pero no estoy preparada para una relación.

-Me gusta la habitación, me encantan los perros pero prefiero pagar más por ahorrarme una parada de metro.

-Eres una tía fantástica, no entiendo cómo sigues soltera.

-Tienes una excelente velocidad al teclado y tu currículum es muy completo e interesante.

-Me encanta el piso y me pilla muy cerca del trabajo pero mi novia no quiere que viva con una chica.

-Eres demasiado buena para mí.

-Vives a diez minutos de la oficina, das el perfil administrativo y además sabes manejar programas de diseño pero queremos ver a más personas.

-Ya te llamaremos.

-Te llamo y nos tomamos unas cañas.

-Esta noche te llamo y te digo algo.

-Te llamo.

-Te llamo.

-Te llamaré...

-Te llamaremos...

Ozú, qué hartita estoy de todo y de todos...
Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 15:09:00   3 Berrido(s)
En busca
jueves, 17 de julio de 2008
Siempre he pensado que a estas alturas de la película las cosas más importantes en la vida de una persona se pueden conseguir (o, al menos, dar los primeros pasos en pos de ellas) a través de Internet.

La gente busca en la red amor, trabajo y vivienda. No necesariamente en este orden de importancia. En mi caso, amor hace mucho que dejé de buscar tanto en el mundo virtual como en el real. No porque no crea en él sino porque he asumido que el noventa por ciento de la población padece peterpanitis aguda y carece de la madurez emocional que hace falta para emprender esa ardua tarea que es salir con otro ser humano al tiempo que revisten su actitud con una pseudoprogresía intelectualoide que me provoca ganas de vomitar. Auténticas joyitas, oigan. Pero vamos, que yo ya estoy curada de espanto a ese respecto.

En el tema de la vivienda sí que me he tenido que manchar las manos, poner anuncios (en mi caso buscando compañer@), dejar mi correo y mi número de móvil por ahí suelto hasta el punto de que no han sido pocos los que me han agregado al Messenger para preguntarme las condiciones del piso o quiénes me han escrito por si yo era esa “escritora de los libros bollos que habían leído”. Pero funciona. Aunque dependa de la suerte y la época del año.

Pero quizá donde más se ha hecho notar la ventaja de las nuevas tecnologías es en la búsqueda de trabajo. Empresa en la que ahora me hallo inmersa entre la desesperación y la angustia. Atrás quedaron esas mañanas en las que bajabas a las seis y media de la mañana a por el periódico y te tomabas el café señalando anuncios al tiempo que acariciabas el auricular del teléfono para llamar en cuanto dieran las ocho. Se acabó eso de ir dejando curriculums en aquellos sitios en los que preguntabas con vocecita educada si buscaban personal. Se acabó gastar dinero en prensa y llamadas de teléfono. Ahora te sientas cómodamente a las ocho de la mañana (ya no madrugas tanto pero el día sigue empezando pronto) frente al ordenador con tu café y tus galletas, entras en los portales de búsqueda de empleo y, gracias a un bonito buscador, te salen sólo las ofertas que concuerden con lo que has pedido. Es entonces cuando, tras echar un vistazo a los requisitos y contestar algunas preguntas más o menos estúpidas, te inscribes en aquellos procesos que más te interesen. Luego repites el proceso varias veces durante el día y esperas que las llamadas se vayan sucediendo para irte planificando el calendario de entrevistas de los siguientes días. Una gozada si no fuera de por sí algo que hace que se te retuerzan los nervios del estómago.

Y en ese punto me encuentro ahora. Con una media de dos o tres entrevistas diarias, muchas llamadas y… ningún resultado. Que a veces me da por pensar que ahora las empresas googlean a los candidatos antes de decidirse y, claro, al buscarme a mí se encuentran con que en mi tiempo libre me dedico a escribir libros sospechosamente lésbicos… Me gustaría pensar que la homofobia no llega a esos extremos pero conociendo el país en el que vivo, no pondría yo la mano en el fuego…

De hecho, en una de las entrevistas que he hecho hoy (y que, de seleccionarme, me supondría volver al mismo sector en el que estaba hace nueve meses y al que juré no volver), una tía de esas que hacen que te sientas gilipollas (como poco) se ha dedicado a hacerme un interrogatorio en la línea de la Gestapo. Y eso que puedo llegar a entender que me pregunten si estoy casada y si tengo hijos pero que tras anunciar mi soltería (en el sentido de estado civil) la tía no se dé por satisfecha y me pregunte si tengo pareja ha hecho que durante un nanosegundo estuviera muy tentada de soltarle cualquier bordería tipo: “Sí, es una cabra y se llama Jacinta (gag made in Ave)”. Que digo yo que a ellos qué coño les importará si me acuesto o no con alguien… Luego he pensado que tenía que haberle dicho que sí, que tenía pareja, a ver si la siguiente cuestión era: “¿Hombre o mujer?”.

Y mientras tanto, yo sigo buscando…

Pero no todo iban a ser penas en esta tarde de julio. Hoy, tras la alegría de los valencianos, tocaba que los mariquitusos y mujeres invisibles de la capital nos pusiéramos a pegar botes con la noticia de que Madonna viene a vernos. Y a precios “razonables” (comparados con los de otros países, claro)…

A ver si llega pronto el primer sueldo y puedo reservar mi entrada para verla por —jojojo— tercera vez… ;-p
Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 20:15:00   3 Berrido(s)
Más de lo mismo, lo mismo de siempre
lunes, 7 de julio de 2008
Durante los últimos dos días me he estado leyendo las reacciones que el Orgullo 2008 ha provocado en la blogosfera. He visto fotos y he leído opiniones que son intercambiables con ediciones pasadas y (seguro) venideras. Por un lado están los propios gays y lesbianas que, en su mayoría, cuentan lo bien que se lo han pasado en las fiestas y, unos más que otros, dejan un hueco para el típico discurso de “todos somos iguales”. Por otro lado están los heterosexuales, hombres y mujeres, que se quejan del exhibicionismo y del flaco favor que un evento de estas características le hace a esos “gays y lesbianas normales que no van por ahí provocando y son discretos a la par que elegantes” (obviaré el comentario a semejante afirmación porque sería muy largo) pero que dejan claro que ellos no son homófonos (sic —cuánto daño ha hecho el corrector de Word—). Y, por último, tenemos esos bonitos blogs, casi siempre negros o en tonos oscuros que, adornados con banderas nacionales, cruces gamadas y águilas imperiales se lanzan a soltar la habitual sarta de sandeces y chorradas acerca de la enfermedad homosexual y la perversión unida a ella dando patadas al diccionario y olvidando las más elementales normas de ortografía. Humor puro, hoygan.

Opiniones críticas, reflexiones con algo más elaborado que el “viva la libertad” y el “todos somos iguales” muy pocas. Poquísimas. Pero tranquil@s, que yo tampoco estoy por la labor de extenderme contando la indignación que han dejado en mí estas fiestas que —¡por fin!— finalizaron ayer.

Siendo sincera el lunes 30 yo estaba dispuesta a aprovechar al máximo la semana, a pasármelo bien y a salir como un morlaco a la arena de la plaza. Ese mismo día comencé asistiendo a uno de los actos culturales del Mado y acabé tomando copas en The Planet (un bar que copia descaradamente el logo del café del mismo nombre de The L Word, ¡viva la originalidad y las ansias de querer ser lo que no somos!). Martes y miércoles me lo tomé con calma y me quedé en casita. Pero el jueves por la tarde ya comencé a calentar motores. Un nuevo acto cultural en Berkana, la perspectiva de la visita de varios amigos de fuera durante el fin de semana y un humor excelente parecían un buen presagio. Pero ya entonces comencé a recordar por qué el Orgullo despierta en mí sentimientos ambivalentes. Por qué me cabreo tanto al ver la hipocresía y la incoherencia de la gente. Por qué me repugna ver que la mayoría de los cabecillas del movimiento se esconden detrás de una pose milimétricamente diseñada que, a menudo, se olvida de la gente de la calle.

Con ese estado de ánimo no se me ocurrió otra cosa que meterme en el maremagnun de la plaza de Vázquez de Mella. A las diez y media de la noche miraba mi móvil sólo para comprobar que había recibido una llamada no deseada que me puso mal cuerpo. A las once y cuarto comprobaba que me habían robado la cartera (documentación, tarjetas, dinero, cartilla del paro y a saber qué más podría llevar dentro). Y eso ya fue la gota que colmó el vaso.

Quizá en otras circunstancias el robo tan sólo habría sido un contratiempo indeseado pero sin mayor importancia. Sin embargo se unía a toda una serie de hechos que estaban agotando mi paciencia. De repente me vi sola en la plaza, perdí a la gente con la que estaba, me fui a comisaría y no pude apoyar la cabeza en la almohada hasta las cuatro de la mañana y sólo por un rato porque a las ocho ya estaba en pie para intentar arreglar el desaguisado. Ni siquiera la sesión peluqueril del viernes por la tarde con mi segundo peluquero mariquituso cambiándome el look consiguió animarme. Esa noche también me quedé en casa.

El sábado por la tarde me recluí en el piso de una amiga ausente a la que había prometido cuidar de su perro estos días a cambio de jugar al Guitar Hero III. De camino, cada vez que veía una bandera del arco iris se me revolvía el estómago. Pero qué retorcida satisfacción me inundó después mientras le daba a la guitarra de juguete en un piso en pleno Chueca totalmente ajena a la algarabía reinante. Había roto la tradición después de once años. No fui a la manifestación. No me dio la gana. Además, yo ya soy visible todo el año, ni siquiera tengo la obligación moral de participar en un acto cada vez más vacío de significado para el que no estaba de humor.

Pasada la medianoche un comando acudió hasta donde estaba para secuestrarme. Claudiqué, dejé la guitarra y me sumergí en la marea humana que arrasaba las calles. En honor a la verdad debo decir que había menos gente que el año pasado y que en la barra en la que pasamos la mayor parte de la noche teníamos un espacio vital más que generoso. Y yo, claro, sin haber acudido a la extenuante cabalgata, estaba fresca como una lechuga. Así que, de perdidos al río, me dediqué a la noble tarea de beber mojitos mientras Paper y yo despotricábamos contra el mundo. Lo mejor de la noche, sin duda.

¿Y el año que viene? Pues ya veremos qué ocurre.

Y ahora ya podéis todos volver a guardar las plumas y las lentejuelas, la brillantina y los chaps, recuperar la careta de heteros o sexualmente indefinidos y acomodaros de nuevo entre las bolas de naftalina y la ropa de invierno de vuestros confortables armarios. Dentro de once meses seréis de nuevo llamados a filas.

Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 21:21:00   7 Berrido(s)
¿Quién soy?

Me llaman:Arrierita
Vivo en: Madrid, Spain
Y digo yo...: Acercándome peligrosamente a los treinta he desistido de encontrar a alguien en sus cabales. Me aburre que me digan lo maja que soy y lo mucho que merezco la pena personas que después salen corriendo como si se hubieran dejado la comida en el fuego. Me aburre la gente que va de legal por la vida pero nunca es consecuente con sus actos. Me aburre salir a la calle y cruzarme con tanta gente a la que no quiero saludar. De lo que no me aburro nunca es de tener a mi lado a tantas personas que me hacen sonreír cada día. A todos los demás... ¡Arrieritos somos... y en el camino nos encontraremos!
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