Versión 3
Vengo de...

Y voy a...

¡Y llego tarde!

El colmo del frikismo

Por si me escribes...

Visualizando


Sober [P!nk]

En el metro voy leyendo...

Y en la mesilla de noche tengo...

La serie que estoy viendo

Cuenta atrás

Cuenta atrás
viernes, 31 de agosto de 2007
Por fin se acaba agosto y casi se podría decir que se acaba el verano si tenemos en cuenta que desde hace varios días las chaquetas han vuelto a salir del armario junto a mantitas y colchas para aliviar la rasca nocturna y mañanera.

En mi caso particular, me siento aliviada de dejar atrás una época vacía. Vacía porque durante el periodo estival la gente abandona las rutinas, sus ciudades, sus costumbres y los que nos quedamos en el mismo sitio de siempre vagamos por las calles esperando que todo vuelva a la normalidad. Pero también me causa desasosiego. Porque en cuanto el reloj marque la medianoche y septiembre inicie su andadura también dará comienzo una particular cuenta atrás, iniciando los últimos treinta días de una etapa de mi vida.

Dentro de treinta días finalizaré mi vinculación con el trabajo que más tiempo me ha durado para lanzarme de cabeza a un sueño y a una incertidumbre. Pasaré los siguientes sumida en un limbo, preparándome para poder acometer mi sueño con las mejores armas (¡Mecachis! Acabo de darme cuenta de que he hablado de preparación cuando no hace mucho tuve que defender a capa y espada que nunca se estaba preparada para nada porque las cosas suceden sin más y utilizar la excusa de no estar preparado para algo era sólo una forma de disfrazar la cobardía. En fin...). Tras esos meses de preparación la incertidumbre será aún mayor pero estoy decidida a conseguir que mis planes salgan como yo espero.

En octubre tendré vacaciones (o pseudovacaciones) durante quince días. No tendré jefes ni horarios que cumplir aunque sí muchas responsabilidades y cosas por planificar. Sobra decir que a veces me entra miedo. A no poder con ello, a ver que no puedo solventar las cuestiones económicas, a que mi empeño y mi esfuerzo sean en vano y parezca que me he dejado llevar por un simple capricho. Pero sé que si no lo hago ahora ya no tendré la oportunidad. Por una vez han coincidido todos los factores de un modo favorable. Así que me tiraré de cabeza a la piscina. Que ya va siendo hora.

Hoy es el Blog Day pero parece que nadie ha hablado de ello. Mucho me temo que la pasión por los blogs está decreciendo. A mí al menos no me emocionan ni me apasionan como antes. Si sigo aquí es porque en el fondo soy una cabezona...


Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 22:49:00   3 Berrido(s)
My so-called life
jueves, 23 de agosto de 2007

En las últimas semanas me ha dado por revisar todo lo que escribí durante la adolescencia. Novelas y relatos sobre todo (con los poemas no me he atrevido, sé que no podría leerlos sin sonrojarme). Tras las lecturas se me ha quedado un extraño sabor en la boca. Por un lado me jode comprobar que parece que escribía mejor con quince o dieciséis años que ahora con veintiocho cuando por fin he conseguido publicar libros y se me considera “oficialmente” escritora (y mira que odio que hagan esa distinción sobre mi persona como si esa faceta de mi vida fuera la única importante). Aunque sea lógico puesto que a esa edad me pasaba el día leyendo y escribiendo y, en consecuencia, tenía bastante soltura y un vocabulario más amplio de lo que se hubiera esperado a esa edad. Me jode. Porque se supone que eso me debería haber dado la experiencia suficiente para llegar a los veintiocho y no tener que cabrearme conmigo misma cada vez que abro el archivo de Word en el que intento, sin mucho resultado, escribir mi nueva novela. Y no me consuela pensar que ahora apenas tengo tiempo para leer, que tengo otras cosas en la cabeza o que en muchos momentos estoy demasiado cansada como para hacer nada que no sea desconectar mis neuronas. Me siento como si hubiera perdido la ilusión y la curiosidad que antaño motivaba todos mis actos y alimentaba mis sueños.

Por otro lado verme retratada en esos escritos adolescentes me ha llevado a descubrir que, al fin y al cabo, no estaba tan equivocada como mi entorno se empeñaba en hacerme creer. Que siempre tuve las cosas muy claras (puede que incluso más que ahora) y que, pese a lo que dijeran o sigan diciendo, he luchado por alcanzar mis metas y tener la vida que quería. Porque a los quince, dieciséis años cuando me imaginaba llegando al borde de los treinta, lo hacía viéndome a mí misma viviendo sola en una casa llena de libros, música y películas, teniendo un perro (algo que nunca me permitieron) y un montón de buenos amigos y personas interesantes cerca de mí. El colofón de mi sueño lo ponía el hecho de que para entonces vería cómo mis libros se publicaban. Y eso es justo lo que he conseguido. Tengo la vida que siempre quise tener.

Sin embargo no me he limitado a ver cumplirse mis sueños de brazos cruzados y quedarme quieta. Hace tiempo que me fijé nuevas metas porque la mayor quimera del ser humano es intentar estar siempre un poquito mejor de lo que se está. Y eso es justo lo que sigo intentando conseguir. Tener la vida que creo que me merezco.

Al haber hurgado entre mis recuerdos me he puesto a rescatar aquellas cosas que me acompañaban durante mi adolescencia. Los libros que leía, la música que escuchaba, las películas y series que veía… Una de esas series (y es que a mí lo de las series me viene de lejos) que si bien no me marcaron sí que me hace ilusión recordar fue My so-called life (aquí mal traducida con un soso Es mi vida que le quita todo el carácter irónico al título). Una serie que dio a conocer a actores medianamente conocidos como Claire Danes, Jared Leto o Devon Gummersall (al que muchas recordareis como Lisa, el-hombre-que-se-siente-lesbiana de la primera temporada de The L Word) pero que tan sólo duró una temporada. Venía avalada por ser de los creadores de Treinta y tantos y Relativity. Mientras que estas dos últimas retrataban las vivencias, anhelos y problemas de treintañeros y veinteañeros respectivamente, My so-called life se centraba en la complicada época de la adolescencia. Pese a provenir del entertainment yanqui, tan dado a lo irreal y edulcorado, la serie aprobaba con nota a la hora de describir el malestar adolescente siguiendo a un pequeño grupo de quinceañeros disidentes de esa lista de normas no escritas que dicen cómo debe ser un adolescente (en este caso un adolescente yanqui, arquetipo vomitivo donde los haya). He comenzado a descargarla (junto con Relativity, que también vi por la misma época) y la verdad es que tengo ganas de volver a verla. Me trae buenos recuerdos (y, además, me hace comprobar, de nuevo, lo cíclico de las modas. Cuando vi por primera vez los vídeo-clips de Avril Lavigne me resultaron demasiado familiares y es que, no sé por qué, pero su estética y su música habrían encajado perfectamente en la serie. Sé que no es una buena asociación porque la Avril es una petarda fabricada por el sistema y lo otro es una serie votado con un nueve sobre diez en Imdb pero es la que hace mi cerebro, qué se la va a hacer).

P.D.: Hace un par de días me enteré de que se había filtrado en la red The beat goes on, lo que será el primer single del nuevo disco de Madonna (que saldrá, si no recuerdo mal, en noviembre). Obvia decir que no he parado hasta descargármela. La canción es un medio tiempo cantando por una Madonna que potencia los matices nostálgicos de su escasa voz con toques a medio camino entre el hip hop más tranquilo y un raro r&b. No es tan pegadiza como Hung up o Sorry (o tantos otros temazos del Confessions...) pero me gusta. Desde que la escuché por primera vez a los seis años, la voz de Madonna siempre me ha hecho sentirme extrañamente segura. Y ver que han pasado más de veinte años y sigo pudiendo recurrir a ella para sentirme así, reconforta…

No sé cuánto estará el vídeo disponible, que ya me he encontrado con otros que Warner Music ha retirado...

Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 21:26:00   6 Berrido(s)
Volver atrás en el tiempo
lunes, 20 de agosto de 2007

He de confesarlo. No he echado de menos escribir en el blog. Pensé que sí, que con un par de días sin postear ya tendría mono. Pero no ha sido así. El tiempo ha ido pasando y me daba cuenta de que no tenía nada que decir. Y cuando eso ocurre es mejor no decir nada.

Y no es que me haya pasado algo o tenga alguna genial reflexión que compartir. El blog no estaba muerto. Sólo estaba de parranda. Qué afortunado ha sido. Porque yo ya ni me acuerdo de lo que es tomarme una copa en un bar atestado de gente.

En estos días he intentado acabar mi novela. Sin conseguirlo. Consecuencia: tengo un cuadro de ansiedad tremendo y una prisa incontenible por terminar de una puta vez. En estos días también hice una pequeña escapadita para poner mi enorme pandero en remojo dentro de aguas saladas. Consecuencia: Me quemé, me puse un poco morena (algo inédito en mi piel durante los últimos ocho o nueve años) y todavía el otro día me estaba arrancando la piel muerta de los hombros cual lagarto de V.

Durante los últimos quince días he estado completamente sola (obviamente no considero a mis compañeras de trabajo como compañía, cada vez que entro en la oficina mi cerebro deja de funcionar convirtiéndome en una autómata y sólo recupero mi condición humana cuando salgo siete horas después). He estado sola y no me he dado cuenta. ¿Por qué? Porque suplía la presencia de las personas que me rodean con su presencia virtual vía móvil o mail. No he tenido contacto humano durante todo ese tiempo y no le he echado de menos. ¿Es así cómo funciona la mente? ¿Ya vamos a dejar de necesitar vernos las caras porque una conversación telefónica nos parece suficiente para no sentirnos solos? Aunque creo que yo llevo sola toda mi vida.

A ratos he estado tragándome las tres temporadas de House lo que ha hecho que mi innata y, ya de por sí, dilatada ironía se viera multiplicada por mil. Me siento tan susceptible que noto cómo llevo la escopeta cargada todo el día. Y tiemblo sólo de pensar en lo que saldría por mi boca en caso de cruzarme con algunas personas particularmente incómodas. Y no me vale que me digan que yo no soy tan descarnada como él. Estoy llegando a un punto de hastío y hartazgo tales que no podría hacerme responsable de mis palabras. Tengo demasiado guardado dentro.

Mi línea ADSL ha visto triplicada su velocidad. Y eso de que el eMule vaya a 215 kbps y haber comprado poco antes cien dvd’s vírgenes consigue que te pongas a descargar como una posesa. Además de series y películas he bajado mogollón de música. Sobre todo música inglesa de esa que llaman indie o alternativa. Y puedo decir que Arctic Monkeys, por muy precoces y supuestamente virtuosos que sean, me aburren. O que los Kaiser Chiefs me parecen mucho más divertidos. O que no entiendo por qué dicen que Editors se parecen a U2. Los de Bono son más épicos y estos son más oscuros. Pero también me gustan. También digo que la única canción que me merece la pena de The Strokes es Reptilia (vale, estos no son ingleses sino yanquis pero andan en un saco parecido). O que The Fray, otro de los grupos que han alcanzado la gloria gracias a Anatomía de Grey, son mediocres y nada originales, no hacen más que AOR de campus universitario y suenan igual que otras decenas de grupos de hace diez o doce años pero justamente por eso me gustan, porque me hacen evocar otra época. De Snow Patrol no digo nada ya, que yo los descubrí hace más de un año, antes de que Meredith pugnara con Greg por ser la matasanos más conocida de la pequeña pantalla.

Septiembre aún no ha llegado y ya está aventurando grandes cambios en mi vida. Cambios laborales, profesionales, académicos y familiares. Pudiera ser que esté a punto de sufrir una metamorfosis personal a gran escala o pudiera ser que todo, al final, como tantas otras cosas en la vida, se quede en agua de borrajas. Mentiría si dijera que no hay una parte ilusionada y esperanzada ante tanto cambio. Pero es que también hay otra literalmente acojonada por lo que parece venírsele encima. Y en medio estoy yo sufriendo la incertidumbre.

Hay una película que nunca he visto pero que han echado en televisión no menos de siete u ocho veces. En alguna ocasión he atisbado alguna escena pero todavía no he llegado a verla entera. Y eso que la película ya va camino de cumplir diez años. En principio no debería interesarme porque es una típica comedia romántica yanqui que tiene de protagonista a Gwyneth Paltrow (ya sabéis, esa que se hizo famosa por ser novia de Brad Pitt, que luego ganó un Oscar por enamorar a Shakespeare y de la que no se supo mucho más hasta que se lío con el cantante de Coldplay y empezó a echar críos al mundo, el primero llamado Apple y el segundo Moses —lástima, me hubiera gustado más que le hubiese puesto Peach y así ya tendría los dos primeros ingredientes de la macedonia—) y es que yo a esa señorita no la aguanto aunque reconozco que en cierta ocasión hasta me cayó simpática cuando vi que le hicieron una entrevista y contestó hablando en perfecto castellano.

Que me lío. El caso es que a pesar de no haber visto la peli de marras, tal y como me pasa siempre, sé de qué va. Aunque el título ya deja poco margen a la imaginación, Dos vidas en un instante (la cual, por supuesto, ya ha sido convenientemente descargada y posee el número 1378 en la lista de prioridad de visionado), y si la memoria no me falla lo que plantea es cómo puede cambiar la vida de una persona por el mero hecho de perder o no el metro. Qué nuevas vías y puertas se abren con cada una de las posibilidades. Vamos, una vuelta de tuerca más a aquello del efecto mariposa. Y es que, ¿quién no ha pensado alguna vez aquello de «¿Qué habría sido de mi vida si…?»?

Dicen que no es bueno arrepentirse. Es que suena muy tremebundo eso de decirle a alguien: «Me arrepiento de haberte conocido» o «Ojalá nunca hubiera hecho/ido/dicho/pensado X». Suena como a repudio, a desprecio. Pero siendo sinceros, si tuviéramos en nuestro poder una máquina del tiempo, un Delorean para ir arreglando las meteduras de pata del pasado, ¿de verdad no íbamos a utilizarla para regresar a aquel momento que dio comienzo a algo que nos hizo daño, algo que nos hizo perder el tiempo o, simplemente, algo que no nos convenía para evitar el error y sus efectos? Puede que yo no me arrepienta de mis decisiones (a lo hecho, pecho y a afrontar las consecuencias aunque empiezo a pensar que soy de las pocas que lo hacen) pero sí que es cierto que me gustaría poder volver atrás en el tiempo y evitarme a mí misma ciertos tropezones que, honestamente, no considero útiles sino reiterativos e innecesarios. No sé hasta que punto eso podría considerarse arrepentimiento y desde qué punto se consideraría mecanismo de defensa.

Por suerte o por desgracia, por mucho que me atraigan, no creo que los viajes en el tiempo sean posibles. Así que sólo nos queda lamentarnos, llorar o soñar con cambiar lo inmutable.

If only I could turn back time
If only I had said what I still hide
If only I could turn back time
I would stay for the night.

Se le pasó por la cabeza a Arrierita a las 19:35:00   10 Berrido(s)
¿Quién soy?

Me llaman:Arrierita
Vivo en: Madrid, Spain
Y digo yo...: Acercándome peligrosamente a los treinta he desistido de encontrar a alguien en sus cabales. Me aburre que me digan lo maja que soy y lo mucho que merezco la pena personas que después salen corriendo como si se hubieran dejado la comida en el fuego. Me aburre la gente que va de legal por la vida pero nunca es consecuente con sus actos. Me aburre salir a la calle y cruzarme con tanta gente a la que no quiero saludar. De lo que no me aburro nunca es de tener a mi lado a tantas personas que me hacen sonreír cada día. A todos los demás... ¡Arrieritos somos... y en el camino nos encontraremos!
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