El viernes fue mi último día de trabajo. Dos años, cinco meses y diez días después de entrar en esa empresa Fundada en... ha finalizado mi contrato después de batir mi propio record de permanencia en un mismo puesto. Las razones han sido ajenas a mí. Con esto quiero decir que no es que me hayan despedido. Lo que sí es cierto es que mañana podría empezar en una nueva empresa que ha subrogado todo nuestro trabajo y contratado a mis compañeras y todos los fontanerillos con los que he estado trabajando durante este tiempo. Pero he declinado la oferta.
No he querido continuar en ese espejismo de trabajo estable pero mal pagado porque primero, las condiciones de la nueva empresa no me convencían, y en segundo lugar, y más importante, porque por una vez las circunstancias me han sido favorables, coincidiendo distintos factores que, juntos, me van a permitir comenzar una nueva etapa, muy distinta, en mi vida. Una etapa que pretende ser mejor. O al menos eso es lo que yo voy a intentar.
Sé que me estoy arriesgando, que los próximos meses voy a bailar en la cuerda floja, que no es para nada algo seguro... Pero sé que esta es una de las últimas oportunidades que me da la vida para cambiar su curso (porque soy demasiado realista como para confiar a estas alturas en que me toque la lotería o pegue un pelotazo con alguna novela) y he decidido aprovecharla. Con todas las consecuencias. Si sale bien, será por mi esfuerzo. Si sale mal, será por mi culpa. Y lo asumo de antemano.
Así que mañana, como se suele decir, es el primer día del resto de mi vida. Y digo mañana porque este fin de semana ha sido tan nefasto y humillante que mejor borrarlo de la memoria. Así que, como decía Scarlett O'Hara, «mañana será otro día».
El target está muy definido. Vamos, ultradefinido. Y va directo hacia él. A la yugular, casi. La primera vez que ves el anuncio te sientes tan directamente aludido que hasta te halaga que se dirijan a ti con tanto empeño. Pero en el segundo 45, justo cuando ha acabado el anuncio, a mí, como miembro de ese target, se me queda en la boca un regusto extraño. Un sabor a demagogia tan fuerte que hacia el segundo 49 ó 50 me siento ofendida, incluso insultada en mi inteligencia (de esa que dicen que tengo poca).
Vuelvo a verlo. Enfoque generacional, halago, halago, halago, carencia, nuevo halago. Cliché, cliché, cliché. Irak. Vivienda. Políticos manipuladores. Alusión a un colectivo discriminado y la voz en off diciendo: "Queremos ser nosotros a cada sitio al que vamos" (y en plano un arrebatado beso entre dos chulazos tipo Qué fantástico es ser gay y no un vulgar maricón). Nuevo cliché. Dos camisetas que rezan Fuck Bush (y que, por lo visto, no ha gustado mucho) cuya actitud hace unir a una generación con la anterior.
Resumiendo, durante los primeros treinta segundos nos muestra una bonita estampa de lo que ellos piensan que es la juventud actual: comprometida, combativa, luchadora, tolerante y culta (vamos, una versión descafeinada y cool del mayo del 68) tan repleta de candor y buenrollismoque me hace preguntarme cuánto hace que los señores publicistas no se pasan por el patio de cualquier instituto o siquiera por un bar de copas un sábado por la noche. En los catorce segundos restantes vienen a decirnos que por fin tenemos un periódico que nos represente (¿nos? ¿a quienes? ¿de verdad se piensan que TODA la juventud es taaaaan fantástica como nos han contado en la primera parte del spot?), un diario que es comprometido y entretenido a la vez, que informa desde el conocimiento y que No es un diario más. Es el tuyo.
¿¿¿¡¡¡!!!???
No voy a decir lo absurdo que me parece generalizar dotando a una generación entera de las virtudes de unos pocos. No voy a decir que yo, siendo joven, no veo a la juventud, ni siquiera a una parte, comportarse como ellos aseguran (sí, es cierto, los hay y las noticias se hacen poco eco de las manifestaciones por una vivienda digna y demás demostraciones reivindicativas pero esa escasa cobertura que se hace ha llevado a pensar a algunos que todos son/somos así). Tampoco diré que lo que veo, sobre todo, es que la gente "joven", ese segmento de edad que va de los 18 a los 35 años, prefiere dilatar su adolescencia hasta extremos increíbles con tal de no asumir responsabilidades. Todo eso son o bien obviedades o bien opiniones muy subjetivas y personales. Pero sí diré que intentando ganarse mi favor han obtenido mi recelo. A partir de mañana Público sale a la venta al módico precio de 50 céntimos. Y lo compraré por la curiosidad que siempre subyace en mí ante lo nuevo para así opinar con conocimiento de causa.
Mientras escribía el post he dado con un vídeo que parodia el spot y que desprende un tufillo fachoso y nuevageneracionil apabullante (aunque comparto la sentencia de: "Y ahora preferimos Internet).
Y es que, reconozcámoslo, una gran parte de esa juventud es conservadora, neoliberal y bastante intolerante. Si hasta seguro que hay bollos que escuchan a Jimenez Losantos por la mañanas y, lo que es peor, estarán de acuerdo con lo que dice. Contradictorio. De la acera de enfrente, obrer@ y de derechas. Tirando piedras a su propio tejado. El ser humano ha sido gilipollas desde el principio de los siglos y lo seguirá siendo hasta que se extinga...
Investigando más me encuentro con que el nuevo periódico es una iniciativa de Ignacio Escolar, hijo de Arsenio Escolar (director de 20 minutos) y lo define como "progresista y demócrata radical". Escolar es periodista (obvio), blogger (www.escolar.net), músico (miembro del grupo Meteosat) y colaborador del blog cultural Elastico (cómo les cunde a algunos el tiempo y yo con estos pelos). Podría pintar bien pero el problema que tenemos muchos de los que nos definimos de izquierdas es que ya sospechamos hasta de lo que sale de nuestro propio bando...
Acabo de batir mi propio record. Las 22 horas del título son las que he sido capaz de dormir casi de un tirón. Desde el viernes a las cuatro de la tarde cuando llegué de trabajar y caí a plomo en la cama (la noche anterior apenas sí había dormido un par de horas) pensando que me iba a echar una inocente siesta hasta las dos de la tarde del día siguiente. Ni hambre ni necesidades fisiológicas ni nada en absoluto me hacían levantarme de la cama. Cada vez que mis ojos se abrían y, por casualidad, se posaban en el reloj sólo podía pensar en que seguía teniendo sueño y que quería seguir durmiendo... Y me daba la vuelta y caía de nuevo en brazos de Morfeo...
Siempre he sido muy marmota pero nunca pensé que podría dormir tanto...
Creo que tenía cuatro o cinco años cuando vi por primera vez En busca del arca perdida. Si soy sincera no me recuerdo viéndola pero sí que recuerdo la impresión que debió causarme. Le pregunté a mi madre qué como se llamaba ese señor tan guapo que hacía de Indiana Jones y ella me dijo el nombre del actor. Nombre que yo no me cansaba de repetir por alguna razón hasta el punto de que mi madre, en cuanto había otras personas a mi alrededor, me espetaba: “A ver, hija, ¿cómo se llama el actor que hace de Indiana Jones?”. Y yo, toda ufana, respondía con mi lengua de trapo: “Jadison Fod” (sí, hasta los ocho años no conseguí pronunciar la erre). Desde entonces Indiana Jones se convirtió en uno de mis referentes infantiles (o no tan infantiles porque a mí ese señor me parecía muy guapo y me mataba esa sonrisilla irónica, del mismo modo que también, pocos años más tarde, me mataban las de Bruce Willis y Richard Gere, ¿qué se le va a hacer? Siempre me han gustado los chicos traviesos) y secretamente soñaba con ponerme una cazadora de cuero y un sombrero y recorrer el mundo buscando tesoros perdidos.
Luego vi Indiana Jones y el templo maldito (para mí gusto la más floja de las tres) y más tarde, ya con diez años y en pantalla grande, Indiana Jones y la última cruzada y no tuve más remedio que caer rendida a sus pies. En los últimos veinte años, cada vez que han emitido alguna de las películas por la tele he acabado tragándomelas enteras y eso que las he visto todas varias veces. No puedo evitarlo, me enganchan, me entretienen y siguen consiguiendo que pegue brincos en el sofá o sonría ante algunos de los chistes. Hay ciertas películas de los años ochenta que no sólo no me canso de ver sino que me trae tantos buenos recuerdos (independientemente de su calidad) que las atesoro entre mis favoritas.
Y es que da la sensación de que las películas ya no emocionan como antes. O eso o cuando llegamos a cierta edad estamos tan saturados que es muy difícil que algo nos cause una impresión imperecedera en la memoria. Porque las películas comerciales de los ochenta eran ingenuas, inocentes, de argumentos sencillos y efectos especiales limitados a la tecnología de aquel momento pero tenían ese “algo” que las hacía lo suficientemente especiales como para que hayan perdurado en el tiempo. Películas como la saga de Indiana Jones, Los Goonies, E.T., El secreto de la pirámide, Los cazafantasmas y tantas otras que veían niños y adultos por igual y que han convertido a sus personajes en iconos de una época y que han sentado las bases para los descafeinados intentos que vinieron después como Lara Croft o La momia. La única saga que, a mi juicio, recupera el espíritu de aquellos años es la de Harry Potter y esperemos a ver qué ocurre con las restantes entregas que aún quedan por llegar…
Por eso no entiendo que, al final, la avaricia y los delirios de grandeza de directores y productores pretendiendo despropósitos como este. ¿De verdad hace falta resucitar el mito de Indy para acabar enterrándolo definitivamente? ¿De verdad la última imagen que nos llevaremos a la retina será la de un Doctor Jones cercano a los setenta años en lugar de recordarlo como el atractivo y mordaz cuarentón que pasaba por treintañero? ¿De verdad era necesario destrozar así la dignidad del personaje? Me da igual que el reparto sea de altos vuelos (aunque no tan altos, Sean Connery, como caballero consecuente que es, no quiso formar parte de él), que salga esa estupenda actriz que es Cate Blanchett o que nos encontremos con que tiene un hijo saliendo de la adolescencia (Shia LaBeouf no me gusta, no me gusta, no me gusta…). Hasta el título, Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, me suena mal (no sé, me parece más propio de una posible nueva entrega de Piratas del Caribe).
Ya hubo un intento de explotar la franquicia con la serie Las aventuras del joven Indy, que no estaba nada mal pero a cuyo protagonista, Sean Patrick Flannery, no acababa de estar a la altura del personaje. Pero lo hicieron sólo tres años después de la que, hasta ahora, era la última película de la saga. ¿A qué viene ahora, dieciocho años después, seguir adelante con el proyecto de una cuarta parte? Hubiera colado a mediados de los noventa pero ya empieza a oler a falta de ideas (algo habitual, por otra parte, por parte de los estudios). No sé, no sé, no sé…
Aún así, por supuesto, a partir del 22 de mayo de 2008 me dejaré caer por alguna enorme sala de cine de pantalla gigantesca y dolby sorround, con un tanque de palomitas y alguna buena compañía para ver qué han hecho con el pobre Indy. Mientras tanto, los que quieran más información (abundantes spoilers incluidos) pueden pasarse por aquí.
Hace dos años Arrierita nacía con este post. Hace uno celebraba su primer año de vida bloguera en este otro. Durante estos 730 días han pasado tantas cosas que sería incapaz de resumirlas. Y ya bastantes post nostálgicos he escrito...
Aún no sé por qué me empeño en seguir escribiendo en mi blog. Salta a la vista que mi forma de contar las cosas ha cambiado. Empezó a cambiar cuando empecé a conocer gente a través de esta página y a día de hoy lo que escribo no tiene nada que ver con lo que escribía al principio. Se podría decir que he madurado y evolucionado pero también me he cohartado en muchas ocasiones de decir cosas que afectarían a otras personas.
Hace mucho que "pienso en post". Esto es estar en cualquier momento del día y redactar en tu cabeza frases para un posible post. Da igual de qué hables, un tema de actualidad, un reflexión que ha acudido a tu cabeza o un suceso divertido, curioso y/o surrealista que te ha ocurrido. Quizá eso sea lo único que me hace seguir por aquí. Saber que en cualquier momento me apetecerá contar algo o hablar de determinadas cosas que sólo podrán encontrar eco en este pequeño rincón.
No hablaré de las personas que he encontrando gracias a esta página. Ellas saben quienes son y lo mucho que las quiero. Tampoco hablaré de las personas que he perdido. Ellas también saben quienes son y, aunque piensen que la culpa es mía por no haber estado a la altura de las circunstancias, en su fuero interno deberían admitir, aunque sólo fuera para sí mismas, que las únicas culpables son ellas. Por haberse alejado, por haber tomado sus decisiones y por haber creído que era mejor sacarme de sus vidas. Yo nunca he traicionado ni abandonado a nadie. Más bien al contrario. Yo he sido la traicionada y la abandonada. Como otras muchas también tildadas de "malas de la película".
Hace un año dije que había personas que quería que se quedaran mucho tiempo en mi vida. Y hubo gente que me reprochó el que no hubiera deseado que se quedaran para siempre. Pero es que yo siempre trato de ser honesta y realista. Y tengo más que comprobado que esas personas a las que se les llena la boca de hablar de amistad, las que te dicen que siempre estarán ahí, las que aseguran que las cosas nunca cambiarán son las mismas personas que no pierden el tiempo ni les tiembla el pulso a la hora de dejarte atrás y olvidarte por completo como si nunca hubieras existido. Y te cambian por la siguiente tanda de amigas fantásticas, fieles y maravillosas. Ellas sabrán. A ver cuánto les duran esta vez.
Pero yo me quedo con todas aquellas que hace tiempo que dejaron de ser blogueras para convertirse en amigas. Que han sido muchas. No voy a enumerarlas todas porque mi alocada cabecita seguro que se dejaría a alguien en el tintero. Pero han estado ahí. Y, lo más importante, siguen ahí.
¿Celebraremos juntas el tercer cumpleaños de este blog?
Las series están de moda. A todos los níveles. Hace mucho que se viene diciendo que si quieres encontrar buen cine, engánchate a una serie. Pero no sólo de las grandes producciones conocidas por el público (Prison Break, Perdidos, Mujeres desesperadas, House o Anatomía de Grey) se nutre el género. La revolución definitiva ha llegado de la mano de Internet que no sólo permite descargar capítulos en cualquier lugar del planeta, alcanzando una difusión impensable de lograr por los canales tradicionales, sino que ya se piensa en este formato para su consumo exclusivo a través de la red.
De sobra conocido es el caso de Lo que surja, serie gay creada por un grupo de chicos valencianos hartos de no encontrar referencias a la homosexualidad en la parrilla televisiva. Y triunfaron. Los vídeos de cada capítulo acumularon miles de visitas en Youtube y el revuelo les animó a continuar con una segunda temporada. Al abrigo de estos últimos surgieron otros proyectos como Lo que salga o Chicabuscachica, esta última todavía pendiente de estreno. Y ahora, creada también por gente de la ciudad del Turia pero rodada en Madrid, nos llega una nueva serie de lesbianas a través de streaming: Apples (sutil homenaje a las palabras de Ana Botella).
En palabras de sus creadoras: La serie consta de 7 capítulos, como el número de sus protagonistas, y cuenta las azarosas vidas de un grupo de estudiantes lesbianas, una maniquí y una gata de peluche. La historia se desarrolla en dos pisos situados en el mismo edificio, uno justo encima del otro, donde sus protagonistas se mudan al ritmo de los vaivenes de sus relaciones personales y sentimentales. Todo esto aderezado con el ingrediente de un amor imposible de proporciones épicas al mejor estilo Julieta y Julieta. Y para abrir boca, qué mejor que visionar el tráiler.
Pero volvamos a la televisión tradicional, al zapping para hacer más llevaderos los veinte minutos de publicidad que nos meten por cada diez de emisión y a eso (que a mí se me hace tan extraño) de esperar una semana para ver el siguiente capítulo porque hoy regresa a la parrilla televisiva esa especie de fake de Urgencias llamado Hospital Central.
Ayssss, cuánto hace que no me meto yo con Las mujeres sin lengua (a.k.a. Maca y Esther). Aunque he seguido descargándome los capítulos religiosamente, mi interés por otras series y el completo visionado de las temporadas de que se componen me ha impedido seguir los altibajos de la pareja bollo más conocida de la televisión española. Me quedé en el final de la temporada 12, con Maca descubriendo la infidelidad de Esther y su embarazo y dejándola... ¡Ooooh, qué trauma! Con la cantidad de rupturas lésbicas que hay en la vida real y lo trastornadas que se quedan las susodichas, no entiendo cómo no se plantean hacer una serie sólo con las barrabasadas que se suceden, una tras otra, cuando dos mujeres cortan una relación. Estoy segura de que la descafeinada historia de amor de la pediatra y la enfermerita no calaría tanto.
En fin, al turrón. En esta nueva temporada (y ya van catorce nada menos) la omnipresente Carolina Cerezuela, tras habernos perseguido incansablemente todo el verano desde esos enoooorme carteles del Tajo Guiri mirándonos con esas avellanas que tiene por ojos y marcando hoyuelos al lado de la Cañizares (chica, así hasta yo parezco mona), se une a la plantilla del Central para calentar al personal con su apasionado romance con Maca. Y ahí es cuando hombres heteros y mujeres lesbianas comienzan a babear porque, tras visionar las primeras escenas que tienen juntitas y revueltas, hay que reconocer que tienen un morbo que no deja indiferente. Y yo, que a veces también gusto de consumir telebasura y clichés, me alegro por varias razones.
La primera es que, aunque sea de un modo poco ortodoxo, la parejita de lesbianas de la serie deja de ser el florero políticamente correcto para estar a la altura de la promiscuidad de sus compañeros heterosexuales. Si ellos encadenan una relación tras otra, ¿por qué los dos bollitos tienen que ejemplificar la pareja perfecta? Nonononononono, ya hemos dicho que, en la vida real, cuando dos mujeres se emparejan no suele ser para los restos (uy, algunas no llegan ni al mes). Así que bien por mostrar que, en lo bueno y en lo malo, heteros y homos son iguales. Segundo porque aunque la señorita Cerezuela no es santo de mi devoción (no me preguntéis por qué pero, salvo Madonna, nunca me han gustado las rubias) y la señorita Vico ha acabado por saturarme no puedo negar que la visión de estas dos buenas mozas retozando juntas me alegra la vista una jartá. Y tercero porque, ¡al fin, de una puta vez, alguien va a enseñar a Maca a besar en condiciones! Que sí, que sí, que estos ojitos miopes míos lo han visto, que Maca abre la boca y mueve los labios para besar a su nuevo ligue. A ver si sigue así y podemos olvidar esos sosos piquitos casi en la barbilla que se regalaban ella y la pava de Esther.
Así que a partir de las diez de la noche y en contra de mis costumbres cenaré frente al televisor (como casi todas las noches, por otra parte) pero no encenderé el dvd sino que sintonizaré Telahinco para deleitarme un ratito con escenas como esta...
Me envían un nuevo testimonio gráfico vía mail. Y es que ya lo apuntaba Formentera en un comentario del anterior post. En el Soho londinense existe otro Escape... Y, a juzgar por la bandera del arco iris que aparece en la foto, queda claro qué tipo de público frecuenta el local. ¿Tanto necesitamos maricas y bollos vías de escape? Está visto que sí...
¿Será también verde por dentro?
Venga, ahora decidme que hay otro Escape en Bollullos del Condado o en algún pueblo remoto de Nueva Zelanda. Ya nada me sorprende. Supongo que todos nos queremos escapar...
A estas alturas de la vida va quedando claro que la originalidad es una virtud casi extinta. Todo está escrito, filmado, fotografíado e inventado. Incluso cuando las cosas parecen únicas es porque nuestro conocimiento es limitado y no tan global como nos gusta presumir. Y para muestra un botón. Me mandan esta foto directamente desde la Gran Manzana. Parece ser que l@s neoyorquin@s tienen su propio Antro Verde. Aunque sospecho que el suyo es más relajante que el madrileño...
Cartel de Escape Spa en Manhattan.
Logotipo del Disco Bar Escape, sito en la madrileña Plaza de Chueca...
Mmmm... Mismo tono de verde, tipografía sospechosamente parecida, ¿coincidencia? ¿casualidad? ¿broma cósmica? ¿guiño sideral? Quién sabe...
Me llaman:Arrierita Vivo en: Madrid, Spain Y digo yo...: Acercándome peligrosamente a los treinta he desistido de encontrar a alguien en sus cabales. Me aburre que me digan lo maja que soy y lo mucho que merezco la pena personas que después salen corriendo como si se hubieran dejado la comida en el fuego. Me aburre la gente que va de legal por la vida pero nunca es consecuente con sus actos. Me aburre salir a la calle y cruzarme con tanta gente a la que no quiero saludar. De lo que no me aburro nunca es de tener a mi lado a tantas personas que me hacen sonreír cada día. A todos los demás... ¡Arrieritos somos... y en el camino nos encontraremos!
